Pocas veces la vida ofrece oportunidades de conocer personas excepcionales. Haber conocido a Javier Giraldo Moreno ha sido una de esas oportunidades con las cuales siento que el destino me ha privilegiado; su labor de sacerdote comprometido con las causas más humanas y populares de los olvidados de siempre, hacen de Javier un ser excepcional, que por excepcional ha merecido persecuciones: un intento de montaje que conocimos a través de un noticiero de televisión urdido entre un exgeneral-- hoy en prisión-- en confabulación con un exministro, que se asocia con la palabra invercolsa. Por esa labor periodística, el montaje que se pretendía hacer contra Javier quedó al descubierto pero también quedó impune.
Javier acompañó la sepultura de los restos de Ana Rosa Castiblanco en el año 2001. Javier ha estado presente con las misas cada 6 de noviembre acompañando a los familiares de los desaparecidos del palacio de justicia. Javier siempre ahí con su prudente silencio, su menuda figura y su estoica persistencia nos ha legado junto con nuestros padres, junto con nuestros defensores y nuestras organizaciones acompañantes aquella máxima que ha quedado grabada en nuestra conciencia: “claudicar es peor que la muerte”.
Javier ha recibido el más reciente ataque grosero y virulento; un alma serena como la de Javier resiste éste y mil ataques llenos de la furia que genera el apego enfermizo al poder; Javier sigue su camino, su sendero de acompañar las comunidades no cesa. Para Javier no importa si el fusil que le corta la vida espera a la vuelta de la esquina; eso he aprendido de Javier, lo vi y lo viví en Francia cuando conocí víctimas -hijas y esposa- de crimen de Estado que me decían: "René, Javier nos ayudó a salir cuando mataron a mi papá y lo quemaron para cerciorarse que de él no quedara nada que enterrar", me decían madre e hija. Eso lo hizo un señor que tiene apellido que mezcla la palabra mal y el apellido de la costa donado.
Javier presente en las comunidades vulneradas por el ansia de poder económico que da el aceite de palma; Javier al lado de las comunidades que son vulneradas por la minería inhumana y devastadora de la naturaleza; Javier ahí, Javier recordándonos quién fue Jesucristo: el humilde, el sencillo, el sereno.
Javier Giraldo Moreno, con la frente en alto y con la dignidad en pie dando ejemplo a Colombia y al mundo de la esencia del cristianismo.
Un saludo respetuoso a Javier, ejemplo para la iglesia, la sociedad y las luchas de los olvidados de siempre y una exigencia para que cesen los ataques a Javier y se preserve su vida. Colombia necesita un millón de Javieres Giraldo Moreno.