La protesta ciudadana, hoy encarnada en el paro nacional campesino, está gravemente amenazada no solo por los desafueros de la policía y del ESMAD, o por las fuerzas de derecha que se oponen a toda manifestación de protesta. También está amenazada, y gravemente, por la acción consciente y deliberada de los grupos de extrema izquierda y el anarquismo. La capacidad de estos grupos extremistas es casi tan devastadora como el mismo ESMAD en su propósito común de disolver la protesta popular. Son un verdadero cáncer para la movilización ciudadana, un cuerpo extraño que es necesario extirpar y controlar con la acción propia de la ciudadanía. Las imágenes de los últimos tres días hablan por sí solas.
Los desafueros cometidos por la fuerza pública en las manifestaciones y protesta no justifican ni legitima el accionar calculado y deliberado de estos grupos vandálicos.
No se trata, como candorosamente creen algunas gente de izquierda, de infiltrados aislados o loquitos despistados. No. Se trata de grupos organizados para el tropel, como llaman su accionar, dotados de elementos logísticos y vestido de camuflaje, propios de una confrontación, organizados, con un fin muy concreto y deliberado: introducir la violencia en las protestas callejeras. Provocar la “calentura”. Negar esta realidad, es como decir que el paro nacional campesino no existe o que el ESMAD actúa con apego a la ley o a los derechos humanos.
Es una acción bien conocida, ya sea en un marcha estudiantil, obrera, popular o campesina, como la de ahora: primero es el ataque a las fuerzas del ESMAD, luego el ataque a edificios públicos y privados que simbolicen “el poder capitalista”. Mac Donald es su gran debilidad, cuando pasan por uno de estos establecimientos su pasión se enardece y su antimperialismo se acrecienta. Convencidos de su justa pedrea, la emprenden contra las vidrieras y avisos del pulpo multinacional y ahí se prendió la cosa No faltan el antimperialista saqueador que se adentre y tome alguna de las odiadas hamburguesas gringas.
Su efecto es devastador sobre la protesta ciudadana: la disuelven, provocan la desbandada, la ilegitiman, la desacreditan, la desvirtúan. Los ciudadanos que asisten a expresar su inconformidad o reclamo terminan corriendo despavoridos, protegiendo su integridad personal de la acción vandálica de los grupos organizados para la acción intrépida, así como de los efectos de los gases lacrimógenos y las bombas de ruido del ESMAD, cuando no de las balas .
La protesta ciudadana es más fuerte cuando está libre de cualquier uso de la violencia. Gana en legitimidad moral y en reconocimiento. El propio Estado y sus fuerza represivas tiene que silenciar sus armas ante la magnitud y fortaleza de una protesta ciudadana. Los grupos de la acción intrépida consideran que una marcha sin violencia, sin agite, sin piedra, bombas y garrotes, es una marcha pacifista, “mamerta”, sin espíritu revolucionario, y por eso, presos de su enfermedad infantil o juvenil, realizan deliberadamente acciones violentas para ilusamente darle contenido revolucionario a las marchas y protesta que con tanto esfuerzo promueven los ciudadanos y su organizaciones.
Para que la democracia en la calle pueda seguir fortaleciéndose y continúe siendo una alternativa democrática es necesario que los propios manifestantes hagan frente a los grupos violentos infiltrados. Un ejemplo de lo que hay que hacer fue la acción realizada ayer en la Plaza de Bolívar por manifestantes que pusieron su cuerpo como escudo ante los ataques de los anarcos. O la acción de salvamento que hicieron campesinos y ciudadanos para impedir el linchamiento de unos policías acorralados por la superioridad numérica de los capuchos
El derecho a la protesta no puede sacrificarse o hacerse nugatorio por la acción cobarde y salvaje de los grupos anarquistas que desde hace varios años revientan y disuelven, con eficacia digna del ESMAD, las justa protestas ciudadanas. No más violencia anarquista en las calle y plazas donde se expresa la protesta ciudadana y democrática.