El Abrazo de la Serpiente, que entre sus relatos se arriesgan a contar, a recrear, esas “otras miradas” del país “salvaje”, pero que puede ser la historia misma de Colombia; un territorio que históricamente ha estado violentado, desde la colonización, desde la llegada de la religión, la cultura “occidental”, donde las invasiones extranjeras no solo se han llevado las formulas medicas, el caucho, el oro, las esmeraldas, el petróleo, sino que hoy siguen explotado sus tierras, siguen intentado borrar sus identidades, sus mitos, sus leyendas y las historias ancestrales, tal vez porque allí en el medio de la selva, están guardando los secretos sagrados de la vida y del planeta.
El audiovisual y la cinematografía juega un rol preponderante en todas las sociedades del mundo, no solo como un escenario natural de entretenimiento, sino como un espacio de crítica, de autocritica, de espejo de la realidad, de reflexión constante de los pueblos sobre su momento histórico y cultural. Pero que significa hoy, los premios conseguidos y la nominación a los “Oscar 2016”, no solo en términos de aportes a la “industria local cinematográfica”, (que sigue siendo muy dócil, a pesar de los grandes esfuerzos institucionales y del sector, que poco a poco va encontrado su camino y su identidad), sino también en términos sociales, políticos, culturales, ambientales, económicos, de un país tan diverso, de regiones ricas llenas de contrastes, colores, mezclas, un pueblo conflictivo, pero “alegre”, creativo hasta para la violencia.
Con la nominación se confirma que Colombia, está de moda en el mundo, no solo por los premios en el cine, los grandes deportistas, los reinados de miss universo, sino también por los diálogos de Paz, entre las guerrillas y el gobierno. Esto nos lleva a pensar, ¿Qué papel juega el arte y la cultura en el post-conflicto? En este caso ¿Cuál es el cine del “post-conflicto”? que promueva afianzar y posesionar la Paz en nuestro pais. Hay que recordar que el conflicto interno ha dejado más de 7 millones de víctimas, no solo por los enfrentamientos armados, sino por la falta de políticas públicas acordes a las realidades sociales. A pesar de todo, los colombianos siguen con la fe y la esperanza de promover procesos de reconciliación, memoria y perdón, el cine es un reflejo de eso, tal como lo narran la últimas películas, El Abrazo de la Serpiente, la Sirga, la Tierra y la Sombra, Jardín de Amapolas, Ella, Pequeñas voces, entre todas las que se me quedan en el tintero. Aquí hacemos un paréntesis necesario, (no podemos olvidar los que han estado antes, de esta nueva generación de cineastas, los que han construido la historia del cine Colombiano, desde el surrealismo de Víctor Gaviria, pasado por el cine social de Martha Rodríguez, Jorge Silva, Julio Luzardo, el cine político de Lisandro Duque, Sergio Cabrera, el cine rebelde de Andrés Caicedo, Luis Ospina, Carlos Mayolo, y el naciente Cine Comunitario) la lista es larga.
A propósito del rol de la cultura en los procesos de Paz, en los últimos años ha surgido un movimiento de Cine y video Comunitario en Colombia, desde los barrios populares, comunas y regiones apartadas -- lugares donde pocas veces llega el cine, pero llega la violencia, la guerra y a veces es más fácil encontrar una arma de fuego “made in USA”, “made in France”, “made in Rusia”-- que accesos y espacios para la educación, el arte o la cultura. El video comunitario, día a día va creciendo, en su metodología no importa solo los resultados técnicos o artísticos sino, la construcción de tejido social, de espacios de convivencia e identidad, allí, colectivos de comunicaciones y cine, como: Montes de María Línea 21 (Bolívar), la escuela Audiovisual Infantil Belén de los Andaquies ( Caquetá), el Festival la “Otra Historia” de la comuna 13 de Medellín, el festival de Cine Comunitario Distrito de Agua Blanca en Cali, el festival internacional de Cine y Video Alternativo y Comunitario “Ojo al sancocho” de Ciudad Bolívar (Bogotá), durante años, se la jugado no solo por contar las historias del barrio, las historias colectivas, sino por un proyecto de vida, un proyecto social, para quitarle los niños, niñas y jóvenes a la guerra, aportando a la Paz cotidiana, a la Paz posible, a una Paz que se construye desde abajo para arriba.
Es por eso que invitamos al presidente Santos, (que hemos visto muchas veces en el festival más antiguo de América, el festival de cine de Cartagena de indias), invitamos a todo el Gobierno Nacional, al Ministerio de Cultura, a la dirección de Cine, a la ANAFE (Asociación Nacional de Festivales y Muestras), a los otros gremios, al sector cinematográfico, a seguir construyendo, a fortalecer y un profundizar un programa nacional de Formación de públicos permanentes para promover el Cine del Postconflicto, el cine para la Paz, desde las regiones, desde las periferias, desde lo local. Películas como “el Abrazo de la Serpiente” aun no la han podido ver muchas de las comunidades indígenas de Inírida, donde se realizó gran parte de su rodaje. Aún en Colombia, este film no alcanza más del millón de espectadores: posiblemente la han visto más en el exterior y este es el panorama de muchas de las películas, quizás, porque estamos acostumbrados a ver relatos de violencia contados desde las estéticas extranjeras e impuestas, o porque hace falta políticas más comprometidas que cuenten con mayor presupuesto para promover, la educación, la cultura y la apreciación cinematográfica y audiovisual en el país.