Doña Regia Q.E.P.D.

Doña Regia Q.E.P.D.

Por: Carlos A. Guevara J.
agosto 30, 2013
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Doña Regia Q.E.P.D.

Ese martes en la mañana recorrí la misma carrera 5 del centro de Bogotá cerca de la calle 19 como todos los días, esperando que la luz del sol me calentara un poco después de una noche fría y lluviosa. Nada fuera de lo normal, el mismo sol que no calienta en mi ciudad. Hasta que al pasar por un local conocido y lleno de color natural, una ausencia me llamo la atención. Doña Regia no estaba atrás de su habitual escritorio de madera, resguardada por cientos de flores de mil colores.

La idea no me abandono muy a pesar de entrar a mi oficina y enfrentar el ajetreo matutino. El café caliente y su aroma me daban señales de que algo no andaba bien, luego de varias semanas sin estar en la ciudad; y mi pensamiento volvió a ella, a Doña Regia, la doña de las flores, aquella cómplice de tantas veces en que mi corazón quiso expresar cientos de cosas pero las palabras jamás salían con claridad y fue una flor (o muchas de ellas) las que hablaron por mí; Doña Regia volvió a mi mente como saeta. Baje por el ascensor, camine apresurado a encontrarme con una dura realidad.
Esta histórica florista del centro de la capital colombiana, con más de 40 años de trabajo haciendo de sentimientos y palabras bellos ramos de flores, había muerto producto de un paro respiratorio. Aún peor, había muerto hacía ya 2 meses y jamás me enteré. Muchas nubes se posaron sobre el centro de la capital esa mañana y una pertinaz lluvia me cubrió el rostro al salir de aquel local, tratando de hacerme contener las lágrimas.

Doña Victoria Regia, con 76 años, fue mi más grande aliada en temas de amor. Nunca había desesperanza en sus palabras, las cuales recibía tan sincera y cálidamente que pasaba a un segundo plano el pago de las flores (que no eran baratas, pero que producto de mi amor evidente, ella no cobro en varias ocasiones). Doña Regia se había ido, dejando una silla vacía y una casa llena de flores y de amor por otros. Ya jamás estaría allí para escuchar cuán grande era mi amor por “ella” o que aquellas flores que preparaba con disciplina de alquimista, habían llegado al corazón de mi amada.
Esta mujer de tez color canela, vestir elegante y tradicional, y acento más “cachaco” que cualquiera, se fue sin despedirse, sin contarme qué pasaría con sus flores y con aquel amor que nunca volvió, como alguna vez mencionó al verme llorar diciéndome: “siempre hay que volver a amar, es la única forma de vivir dignamente”.

Se fue la memoria histórica del amor de muchos bogotanos que trabajamos en el centro de la capital y que confiamos en ella la responsabilidad de darnos luces en algo tan complejo como hacer sentir a otros, con un detalle, que significan algo en nuestras vidas.
Hasta siempre mi querida cómplice…Victoria Regia Q.E.P.D.

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