El rodaje de El Renacido fue tan extremo que, cuando iban apenas 40 días de intenso trabajo, buena parte del equipo se le amotinó a Alejandro González Iñárritu, el director del filme, cansado de que el frío estropeara las cámaras y congelara sus pulmones. Las temperaturas bajo cero que se vivieron en el norte de Canadá y en la Patagonia durante los siete meses que estuvieron allí, fueron minando la moral de los técnicos. Los únicos que permanecían inquebrantables, con la fe intacta, eran Leonardo Di Caprio y Tom Hardy, quienes consiguieron, gracias al titánico esfuerzo físico y mental que desplegaron, unas actuaciones sublimes.
Los 135 millones de dólares que costó la película valieron la pena no solo desde el punto de vista artístico (Nadie duda que es una obra maestra), sino comercial: nada más en Colombia fue vista, este fin de semana, por 156 mil personas, una cifra récord para una película de casi tres horas y que evoca, inevitablemente, a los maestros Werner Herzog y Andrei Tarkovsky.
Es precisamente esa cercanía que mantiene González Iñárritu con el desaparecido cineasta ruso la que ha generado cierto resquemor por parte de la prensa especializada. En las imágenes que veremos a continuación se nota claramente que hay tomas que el mexicano le ha tomado prestadas a Tarkovsky. El plano inicial, el de Di Caprio durmiendo con su familia india, es una copia calcada de Stalker. Las escenas de cacería en el bosque se parecen peligrosamente a La infancia de Iván y los momentos oníricos, en donde Di Caprio evoca a su esposa muerta, son demasiado parecidos a las de El espejo.
