Cuando en 1987 decidió quemar los archivos del Banco de Comercio del que era gerente, Juvenal Ovidio Ricardo Palmera liberó a miles de vallenatos de las deudas atroces que les imponía el sistema. Su fama de libertario fue tan grande que hasta Diomedes Díaz le agradeció en una canción llamada El mundo diciendo "... Y por eso a Ricardo Palmera lo queremos tanto, él es el mismo ejemplo"
Con la quema de las deudas, Juvenal Ovidio también volvió cenizas su nombre: de ahora en adelante se llamaría Simón Trinidad y si abandonaba a los 36 años su Cátedra de Economía en la Universidad Popular del Cesar, a Margarita Russo, la distinguida señora barranquillera con la que se casó, y su casona en la exclusiva Calle Santo Domingo para irse al bloque Caribe de las Farc, en plena Sierra Nevada, era porque estaba convencido que los cambios que necesitaba el país se tenían que hacer a punta de bala.
Trinidad tenía la inteligencia y el sentido del humor del viejo revolucionario. Su sentido del humor era tan ríspido que iba en contravía de las reglas acartonadas y marxistas de la organización guerrillera. Trinidad ayudó a forjar uno de los pocos y no desdeñables méritos que ha tenido las FARC en sus 52 años de historia: impedir que las multinacionales devasten el 58 por ciento del territorio colombiano que aún permanece virgen y libre.
Al ciudadano de a pie se le crispan los pelos cuando le dicen que gente como Ricardo Palmera no sólo deberían estar libres sino que podrían ocupar un puesto en el senado. Se indignan por los crímenes que cometió como si en el congreso no hubieran pasado simpatizantes de los mochadores de cabeza que infestaron de carroña las aguas del Río Magdalena a finales del siglo XX. Ellos, los traidores de la patria que respaldaron el Plan Colombia y el Plan Patriota por el que se le hipotecó el país a los gringos, que no hablen que también tienen las manos untadas de sangre.
A Simón Trinidad le echaron la culpa de haber retenido a dos mercenarios norteamericanos que llenaban de veneno con su glifosato las selvas del país. Llenos de marihuana y de coca, los mercenarios norteamericanos que trajo el Plan Colombia venían a enrumbarse, a acostarse con las campesinas y a hacerse ricos, llevando droga para 'Gringolandia'. Uno de estos criminales le dijo a Germán Castro Caycedo lo que pensaba del país " A mí lo único que me gusta de Colombia son las mujeres. No son feas y se acuestan con facilidad, pero algunas son peligrosas. Con las colombianas hay que abrir los ojos porque te pueden robar. Y todas quieren casarse a la hora de conocerlas para que uno se las lleve a vivir América".
Keith Stansell, Thomas Howes y Marc Gonsalves, los tres gringos que cayeron en el avión Cessna 208 que derribó las FARC, eran agentes invasores que venían a llevarse nuestros recursos amparados por el siempre patriótico Álvaro Uribe Vélez. Una vez comprobaron su inocencia en este secuestro, le echaron la culpa de haber mandado a Estados Unidos cinco kilos de cocaína y por eso paga una pena de 60 años de cárcel.
12 años confinado en la deshumanizadora cárcel de Florence, Colorado, pueden ser suficiente castigo por los crímenes que como Comandante de las FARC cometió. Si este es un proceso de paz serio, Simón Trinidad debe ser indultado antes de que se firme el acuerdo
Yo estoy convencido que la paz debe estar por encima de la justicia.