El no tan nuevo alcalde de Barranquilla Alex Char, plantea una forma de construcción muy peculiar en su plan de gobierno basada en la convocatoria de espacios de aproximadamente dos horas en las localidades de la ciudad, los cuales han mal llamado cabildos abiertos. Los cabildos convocados en dos barrios de cada localidad pretenden, en términos de Char, construir de manera democrática su plan de gobierno.
Es peculiar que Char, ya en la alcaldía, pretenda escuchar a la ciudad mientras durante su campaña no se tomó la molestia de asistir a los debates convocados en diversos espacios. Es evidente que en estos escenarios no se va a construir nada, no solo por lo suficiente que resulta un par de horas en ocho barrios para democratizar la ciudad sino porque es de conocimiento público que el modelo de ciudad que encarna la familia Char, además de no ser democrático, está en sintonía con los ocho años que llevan –en cuerpo propio o ajeno- en el principal cargo del distrito. Y que ya están plasmados en el decreto 0212 de 2014 que define el POT con vigencia de veinte años.
La ciudad que intenta acoplarse a las exigencias del comercio internacional, por encima de los derechos y la dignidad de sus propios habitantes, es el reflejo de una élite que después de casi 100 años intenta hacer nuevamente suyo lo que en algún momento fue el eje fundamental del desarrollo económico barranquillero, el río Magdalena.
Esta vez, en función de la entrega directa o indirecta de las potencialidades de nuestro país al capital extranjero, costumbre muy de moda en nuestro país durante los últimas dos décadas, y que ha tenido su última expresión en la reciente venta de Isagén por parte del gobierno nacional a una empresa canadiense.
Ha sido consigna de la alcaldía durante varios años la recuperación del centro histórico de la ciudad, ¿Recuperarla de quién? Del abandono de ellos mismos probablemente. Los barranquilleros han visto el abandono social por parte del Estado sobre la franja de barrios que están ubicados sobre caudal del principal activo natural de la ciudad, que han repercutido en desigualdad social, origen real de la inseguridad que Char pretende suprimir con la bota militar.
Es entre otras cosas, el tema de la paz otro aspecto desconocido del discurso del no tan nuevo mandatario, que combina al igual que el vicepresidente Vargas Lleras el discurso populista del cemento con la solapada alergia al proceso de paz.
Hoy una familia ha logrado la servilidad de los partidos tradicionales de la ciudad, logrando la unanimidad en un concejo sin oposición. Sobre la base de la hegemonía total y la cooptación pretende construir democracia la familia Char, haciendo de los “cabildos” mecanismos de legitimación de un proyecto de ciudad ya acordado en los clubes y restaurantes del norte de la ciudad.
De no cambiar el rumbo, Barranquilla estará condenada al desarrollo desigual e inequitativo de las principales ciudades de América Latina, con una elite que le da la cara al TLC, mientras da la espalda al sur de la ciudad, menos en época electoral, claro está.
