El concierto de cierre del Festival de Música de Cartagena, fue planteado por los organizadores con base en un músico de categoría mundial, el violinista Maxim Vengerof y en la orquesta Sinfónica juvenil red de escuelas de música de Medellín, creada en 1998, sobre la cual yo tenía mis reservas, más cuando en alguna publicación mencionaban una crisis reciente en la agrupación.
Vengerof estaba programado para interpretar como solista el único concierto para violín de Beethoven estrenado hace doscientos años, y posteriormente para actuar como director de la orquesta juvenil en una obra sinfónica escrita por el compositor austro húngaro Antonin Dvorak, denominada sinfonía del Nuevo Mundo, compuesta durante la época en la que el compositor vivió en New York a finales del siglo XIX. Su viaje a Norteamérica nació de una invitación de la señora Jeannette Thurber quien le ofreció un salario anual que equivalía a lo que el artista podría recibir en diez años en su patria. Lo requería para dirigir el conservatorio de New York.
En ambas piezas el artista ruso dominó la escena en un doble papel pocas veces posible. La orquesta dirigida por el joven músico Juan Pablo Noreña cumplió decentemente con su papel de acompañamiento en el concierto para violín, en el cual se destacó el solista durante casi cincuenta minutos. Qué agilidad y que tranquilidad para hacer parecer fácil una obra de esta categoría. Afinación envidiable, buen sonido especialmente en las cuerdas graves y lucimiento en las cadenzas, -cuando el violinista muestra sus mejores atributos artísticos-, con la orquesta en silencio. Y mucho más interesante saber que esas cadenzas eran de su invención, como me confirmó después del concierto.
Si los asistentes hubieran entrado con los ojos vendados,
enseguida del intermedio,
muchos creerían que había otra orquesta en el escenario
Si los asistentes hubieran entrado con los ojos vendados, enseguida del intermedio, muchos creerían que había otra orquesta en el escenario. Tal fue el contraste con el sonido y la emotividad de los instrumentistas ahora bajo las órdenes de Vengerof.
Es probable que un músico de alrededor de 20 años de edad, que cuente con la suerte de tener en el podio a un personaje de fama mundial, tocará mejor, simplemente por el incremento de la adrenalina. Es una suposición. La realidad fue la excelente sonoridad del grupo, el buen desempeño individual de quienes tenían papeles preponderantes en ciertas partes de la obra, la exactitud rítmica en los partes rápidas y los contrastes entre piano y forte, fruto del trabajo minucioso del director durante los ensayos.
En resumen, la actuación de la orquesta en esta sinfonía responde claramente a quienes preguntan con frecuencia, ¿qué hace un director, aparte de mover los brazos? Vengerof ofreció una respuesta contundente al papel de quien se atreve a estudiar dirección de orquesta. en este complejo oficio.
