Jesús Torrealba, secretario general por la Mesa de Unidad Democrática, principal bloque de oposición venezolano, brindó declaraciones a un medio de comunicación español el pasado 6 de enero, a propósito de la política venezolana y peninsular. Según él, «cuentan con el "compromiso constitucional de las Fuerzas Armadas" además de la "vigilancia estrecha de la comunidad internacional"». La primera afirmación resulta muy irónica. Un día después de estas declaraciones, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana emitiría un comunicado en respaldo al proceso revolucionario, a Bolívar, Chávez y Maduro, y en rechazo al retiro de los cuadros de estos del recinto de la Asamblea Nacional. La segunda resulta lamentable. Duele ver a un nacional celebrar la dependencia de su país, y preocupa que –como él mismo afirmó– 36 embajadores «sin invitación oficial al acto» se presentaran en la Asamblea Nacional.
Como era de esperar, las preguntas y declaraciones respecto a la relación de PODEMOS con el proceso bolivariano venezolano no se hicieron esperar. A Iglesias y Monedero los califica de «"mercenarios intelectuales de una autocracia militarista"» (¡por lo menos reconoce su condición de intelectuales!) y los acusa de redactar la “receta” de la supuesta destrucción de la economía venezolana. Según Torrealba, la comunidad hispana en Venezuela siente terror «porque se reproduzca en España este proceso del cual afortunadamente parece que estamos saliendo».
Pretender comparar las realidades de la Venezuela de los años 90 con la España de la segunda década del siglo XXI resulta absurdo. Desde luego en ambos casos la condición de precariedad de los pueblos responde a la implantación de políticas neoliberales, desde luego en ambos casos la respuesta es popular y espontánea, y en ambos casos los proyectos políticos no son más que el intento de canalizar democráticamente tal respuesta. Pero si el qué comparte igual naturaleza, el cómo es totalmente distinto. No entenderlo lleva a personajes como Torrealba a este tipo de afirmaciones simplistas de tiente propagandístico y de nula argumentación. Y lleva a los sectores más extremos y dogmáticos del chavismo a acusar de traidores y de troskos a Iglesias y Monedero cuando estos afirman que el proyecto PODEMOS no es bolivariano o que un líder como Chávez no es lo que necesita la España de ahora.
No es que se reniegue de la figura de Bolívar. Ya Monedero reconocía la importancia del Libertador en su intervención en el coloquio realizado por el Centro Internacional Miranda tras la muerte del Supremo Comandante Eterno. Tampoco es que se traicione la figura de Chávez. Aunque los ejemplos que se me ocurren son innumerables, baste aquí citar un debate a semanas de las generales del 2015 en el que en plena tertulia con Inda (un personaje que por cierto parece ser la versión delgada y jocosa de Torrealba), Iglesias se refiere al ex-presidente venezolano con el respetuoso calificativo de El Comandante.
Simplemente el aprendizaje de ambos intelectuales peninsulares en América Latina (Monedero en Venezuela e Iglesias en Bolivia), del Socialismo del Siglo XXI, de la Revolución Bolivariana y de Chávez, es que no existe una cartilla de izquierdas para aplicar como receta contra el neoliberalismo de forma independiente y a priori a las geografías y a los calendarios. Cada proyecto que pretenda realizar semejante empresa quijotesca deberá hacerlo a su ritmo. Una vez aprendida la lección, Monedero e Iglesias retornaron a Europa precisamente a encontrar lo propio; el ritmo español. Y vaya que lo hicieron! Se toparon con un pueblo volcado en las calles en un hermoso 15-M. Buscaron sus propios símbolos. Afloraron reivindicaciones de Machado, Lorca, los republicanos, los socialistas y el mismo Quijote.
El mejor honor que pueden hacer a las enseñanzas del Comandante es no seguirlas religiosamente, sino asumirlas más bien como experiencias de navegación por el Lago Maracaibo. Cuando los marineros regresen a sus lugares de origen convertidos en capitanes, el Ebro y el Manzanares les traerán sus propios retos que demandarán sus propias soluciones. Si el ala extrema y dogmática del Chavismo no lo entiende así, no habrá entonces entendido el Chavismo, cuya principal virtud está precisamente en comprender que la América Latina de los 90 era distinta a la Europa del XIX. En entender que el socialismo podía ser del siglo XXI, bolivariano y, aunque laico, con enseñanzas del cristianismo. Como bien lo recordase Maduro tras la partida física del Comandante: su grandeza estuvo en colocar primero a la realidad venezolana y latinoamericana, y luego sí a cuando teórico cupiese.