La última persona con la que hablo El Chapo Guzmán fue con su compadre El Mayo Zambada. La llamada la hizo minutos antes de que entraran disparando una veintena de miembros de la Armada Nacional de México a la casa donde se alojaban media docena de sicarios del Cartel de Sinaloa y el propio Chapo. Los agentes de inteligencia gringos que trabajan en conjunto con los mexicanos, rastrearon la conversación del número que estaba marcado en un celular de gama baja y reconocieron las voces de los capos; pero dieron otro detalle más, el respeto y la voz de miedo con la que le hablaba El Chapo a Zambada. Varios cabecillas que han declarado en cortes federales de los Estados Unidos han coincidido en una sola cosa: El Mayo Zambada es el patrón del Chapo Guzmán, es al único hombre a quien obedece.
Incluso, el jefe de Operaciones de la administración antidrogas estadunidense (DEA), Jack Riley, declaró hace algunos días que: “El Mayo es el narcotraficante más poderoso del planeta. La organización que formó es la más sólida porque ha perdurado en la historia del narcotráfico internacional”. El Mayo Zambada es el único capo mexicano que en cuarenta años de vida criminal jamás ha pisado una cárcel, ni siquiera la celda de una estación de policía.
Ismael Zambada García entró a la plantilla titular de los narcos mexicanos diez años antes que el propio Joaquín Guzmán Loera. De hecho, Zambada tiene 68 años mientras que Guzmán 59. Eran los años setenta cuando El Mayo ya recibía y despachaba cocaína colombiana en asocio con los hermanos Félix Gallardo hacía los Estados Unidos. De voz gruesa, bigote espeso, 1,80 de estatura, corpulento como un muro de concreto y siempre vestido de botas texanas, jeans gastados, camisas abiertas hasta el pecho y sombreros de ala ancha, fue el primero en hacer amigos en los niveles más bajos de la policía y el ejército de Culiacán hasta llegar a los generalatos. Dueño y señor de un pueblo llamado El Álamo ubicado en el centro de Sinaloa, comenzó a repartir parte de las utilidades con la gente de la sierra de tal manera que se ganó el cariño de los gamonales de la zona. Desde aquella época de bonanzas El Mayo decidió una cosa que quizá ha sido el éxito de su supervivencia: jamás salir de lo que hoy se conoce como el ‘Triángulo Dorado’, un territorio que comprende los extensos territorios de Sinaloa, Durango y Chihuahua. Pero en específico, jamás volver a bajar de la sierra a las grandes ciudades.
A principios de los años ochenta apareció en el camino del Mayo un hombre de baja estatura pero de inteligencia infinita para trasportar droga desde Sinaloa hasta la frontera de Estados Unidos; se trataba del Chapo Guzmán. Hicieron buena amistad y se convirtieron en socios. Fue Zambada quien presentó al Chapo ante Amado Carrillo, ‘El Señor de Los Cielos’; un multimillonario piloto que bajaba en pistas de tierra y calicanto toneladas de cocaína. El Mayo, El Señor de los Cielos, El Chapo y Rafael Caro Quintero crearon lo que se llamaría El Cartel del Golfo. El Chapo, sin embargo, de un momento a otro apareció con encargos directos de gente colombiana y se empezó a saltar a Amado Carrillo quien le puso la queja al Mayo.
A finales del año 1991 la orden del Señor de los Cielos fue mandar matar al Chapo. La celada se pactó en casa del Mayo en su vereda cerca de Culiacán. Los hombres encargados de hacer el trabajo eran los hermanos Arellano Férix. Muy poco se sabe de cuanto sucedió esa noche, pero el Mayo Zambada dijo que si mataban a su socio y trabajador tenían que matarlo a él también. Prometió respeto entre las familias, así que los Arellano se quedaron con las armas listas y Amado Carrillo respetó la decisión del hombre que sabía cómo manejar una empresa sin peleas: El Mayo.
Zambada, machista de machistas, ha tenido 11 hijos con seis mujeres diferentes, pero solo a una le ha dado el puesto de esposa. “Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no”, le dijo Zambada al reconocido periodista Julio Scherer. Aquella vez del año 2010 solo reveló dos cosas: su fisonomía y el miedo constante con el que anda sobre la espalda. Dijo que no sabría si tendría la fuerza suficiente para pegarse un tiro si lo agarraban pero lo que si sabía era el pánico que le tiene a una cárcel. Como si se tratase de un empleado, le preguntó varias veces a Scherer si quería conocer al Chapo, diciendo sin decir: “Si lo necesitas lo mando a traer”.
Frente a sus negocios, Zambada ha dicho que es ridículo que la revista Forbes haya catapultado al Chapo como uno de los hombres más ricos del mundo. Quizá para distraer, viejo zorro, quizá para bajarle el perfil a su socio. Se sabe que cada decisión financiera que ha tomado el Chapo la ha consultado con su compadre. De las únicas empresas que se le han descubierto al Mayo han sido una de leche –“con la que se han acabado de criar la mitad de los culiacanenses” como dice una periodista mexicana- y una escuela manejada por su esposa. En el año 2006 las cuentas de dichos negocios fueron bloqueadas, pero más tarde siguieron funcionando y al parecer las acciones cambiaron de mano.
De lo que si no se ha salvado El Mayo es de la desobediencia de sus hijos quienes han terminado en la cárcel; tres de ellos extraditados hacia los Estados Unidos. Igual que los hijos del Chapo, por ejemplo, Vicente –el mayor- se dejó tentar por las ciudades grandes, los apartamentos lujosos, los carros blindados y las mujeres bellas. Hace dos años ‘Vicentico’ testificó en la corte, entregó varias rutas y 1300 millones de dólares para rebajar su condena; eso sí, jamás mencionó al Chapo ni mucho menos al Mayo. Dijo que sus cosas las hacía él solo.
En la segunda captura del Chapo en el año 2014, los enemigos del Capo quisieron distanciarlo del Mayo Zambada. Aquella mañana en Mazatlán (Sinaloa) fue un hombre el que en mitad de una avenida paró el vehículo de la Armada Nacional y les dijo que en el edificio del frente se escondía alguien poderoso. Junto al Chapo fue capturado un guardaespaldas del cartel quien confesó que había estado presente en una reunión entre su jefe y El Mayo Zambada, quien le había hablado fuerte al Chapo y le había dicho que dejara a un lado su vida de gigoló y se encerrara en la sierra o se entregara porque sus enemigos iban a acabar con Sinaloa y no quería terminar sus últimos años de vida defendiéndolo. De allí surgió el rumor de que el patrón había entregado al Chapo. “El Chapo Guzmán y yo somos amigos, compadres y nos hablamos por teléfono con frecuencia”, ha dicho Zambada.
Esta última captura del Chapo ha sido muy similar a la del 2014. Una pareja alertó a los agentes de la Armada Nacional que pasaban por el poblado de Los Mochis, asegurando que en una casa blanca entraban y salían hombres armados. De nuevo los enemigos que se dicen amigos –divide y reinarás- han querido que El Chapo crea que su patrón El Mayo Zambada lo ha traicionado por segunda vez. Un agente de la DEA piensa lo contrario y dice que la orden del Chapo a sus hijos Iván Archivaldo y Alfredo, es poner su confianza en cada una de las palabras que diga el verdadero rey del cartel más grande del mundo, El Mayo Zambada. Ese mismo hombre que dijo de frente: “Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si puedo hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago”.