Laura Monrad tenía cara de niña inquieta por la naturaleza, de corazón noble. Era como esas personas que no pierden la capacidad del asombro. Así la recuerdo desde el primer día que la vi en Bellavista, Bojayá, a orillas del río Atrato.
Era el 5 de diciembre de 2015, cuando llegamos como Legión del Afecto a este pueblo chocoano para realizar una expedición de siete días por el río Atrato y por el Golfo de Urabá.
Ciento cincuenta jóvenes veníamos a acompañar a estas comunidades-- quienes el seis de diciembre de 2015 recibirían un perdón sincero de las FARC, en cabeza de Pastor Alape, por los hechos del dos de mayo de 2002—para dejar un mensaje de paz y alegría en esta región que ha padecido los golpes de las balas, las bombas y los secuestros.
A Laura siempre la veíamos sonriente, de colores, se vestía muy bien y se pintaba la cara con mucho detalle para salir con sus amigos de Circonspirete a entregarle alegría a la gente olvidada del Chocó.
Cuando iniciamos el viaje por el río nos tocó en la misma panga: era roja y grande, a la que el motorista nombró Barca de los Pobres. Había una especie de segundo piso, desde donde se manejaba y ahí nos acomodamos Laura, sus amigos de viaje, Katherine Acuña, Danilo, el fotógrafo, José y yo. Teníamos una vista buena, además el motorista dejó poner música en sus bafles, así que cantamos entre todos algunas canciones de Manu Chao, y por su puesto el himno de la Legión del Afecto que tanto le gusta a Katherine. Nos reímos bastante, incluso viendo a los micos treparse en los árboles. Incluso aquel día que el viento se le llevó una gorra a Laura y todos nos quedamos mirando para atrás, con el “¡ah!” que uno dice cuando un compañero pierde algo y no podemos hacer nada.
Cuando estábamos en Titumate, ya en el mar, me gozó por no haber madrugado a bañarme en el mar con ellos. Me dijo así con ese tono de humor e ironía: "noooo, se la perdió".
A esas alturas del viaje, como después de seis días bajo el calor ribereño y húmedo del Pacífico, no la vi meterse más al mar; estábamos en las playas de San Pacho, muy próximos a salir para Turbo y ella solo quería descansar. Imagino que sintiendo el sonido mágico que hacen las olas cuando chocan entre sí o cuando chocan con la arena y la playa.
Te fuiste un viernes, Laura. Apenas empezaba el año, apenas era el 8... estoy seguro que no querías irte. Dejaste muchas sonrisas en esos niños y adultos del Chocó, también en otros lugares enseñaste a reír y a gozar.
Ibas para el Cabo de La Vela, a seguir las aventuras del andar, del viaje, las aventuras de la libertad que encarna un espíritu como el tuyo, pero no importa Laura, acá seguiremos caminando y viajando y le hablaremos de ti al viento y al mar, también a los pajaritos que te encantaba ver junto a Santiago y a Daniel, porque en su canto estará tu espíritu...
Vuela libre Laura. (1996-2016)