Llegó el dos mil diez y seis (2016) en cuya alborada encuentran asiento los nuevos Gobernadores, Alcaldes, Diputados y Concejales; todo un cambio de mando en la administración regional. Algunos se apresuraron a la posesión sin que ello les permitiera comenzar a gobernar: los períodos, períodos son.
Las expectativas: todas; algunos con gran caudal electoral, sin precedentes en el quehacer que los anima y, debe animarlos a lograr las metas que, por tesón, pudieron alcanzar; deberían aprovechar esa faena personal para lograr lo que prometieron y, de esa manera, sus movimientos y el grupo de seguidores empezarán a creer y, en verdad, si ello resulta, lo lograrían; gran aporte a la democracia; gran posibilidad de gestión; especial punto al desarrollo.
Otros, pasan de un escalón similar o ascienden a uno que era su faro; están legitimados por el voto que los revistió; no obstante, en su quehacer, uno más, van ocupando las posiciones, en franca lid –qué bueno- o, por el contrario, en truco electoral, lo que los hará menos gananciosos de la gestión: los compromisos podrán ser muchos; pero, aun así, la gestión se puede llevar a efecto, si no, habrá sido un mero truco electoral. El truco electoral, digámoslo, no es confiable, es simplemente la suma de votos, de intereses y, por supuesto, de desencuentros, en donde no se vota por el que se desea, sino en contra de quien no se quiere. Difícil.
Algunos realmente cuestionados: por la compra de votos, por la unión de fuerzas discutibles o que, solo buscan el fortín contractual, el presupuesto, la tajada: las mañas, las malsanas tradiciones.
En fin, se llega por los votos: loada sea la democracia, si ella viene seguida de la búsqueda del bien común; empero, algunos asumen como devotos que actúan como posesos de una secta: ya sea por el seguir a un supuesto guía, algo subjetivo, por ello inapropiado o, por perseguir los contratos, el presupuesto, evidentemente inaceptable.
Posesos, sí que en verdad son contrarios a las vías de acceso al poder: los partidos políticos, las facciones políticas, los grupos de interés en la política en la cual se funda y fortalece la democracia; hoy, democracia de participación. De todo hay. Válgame Dios, como se dice comúnmente.
Pero lo de interés, como si lo anterior no lo fuera, es que por los gobernantes de provincia pasarán, no solo los nombramientos de empleados de cada nivel, sino la contratación, las obras públicas de especial consideración, los dispositivos de la salud, los compromisos que van desde los esfuerzos parafiscales; sí, Señoras y Señores, el empeño que trazó la Constitución de 1991, cuando ordenó que[1]: ‘Ningún monopolio podrá establecerse sino como arbitrio rentístico, con una finalidad de interés público o social y en virtud de la ley. (…)
Las rentas obtenidas en el ejercicio de los monopolios de suerte y azar estarán destinadas exclusivamente a los servicios de salud.
Las rentas obtenidas en el ejercicio del monopolio de licores, estarán destinadas preferentemente a los servicios de salud y educación. (…)’ (resaltos fuera de texto); nada menos que la salud y la educación. A lo que se adiciona, en incesante preocupación, la excelencia en la ejecución de las regalías que, por supuesto, no son pocas ni insignificantes.
Cuatro años más vendrán entre debates y controles, entre pujas por el poder, entre contradicciones en la ejecución; pero cuatro años para demostrar de una vez, que el esfuerzo de la descentralización política, de la idea de crear participación en el terruño no se ha perdido.
En muchos lugares emblemáticos, se ha logrado: bien se hizo; lo importante es que se extienda no la malversación, sino la delicada y honesta ejecución para bien de la república y de la democracia, que dicho sea de paso, a todos nos interesa. Cambio de mando, descentralización política, pero sobre todo, desarrollo. Buen propósito, ¿no creen?
[1] Art. 336. Constitución Política.