El origen de la riqueza

El origen de la riqueza

Desde sumerios hasta españoles: una explicación de cómo se forjaron los capitales a través de la historia

Por: Leandro Felipe Solarte Nates
enero 18, 2016
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El origen de la riqueza

Sin hablar de sociedades nómadas regidas por costumbres aprendidas más por el afán de supervivencia colectiva, que por deseo de fijar raíces, en suntuosos palacios y acumular bienes y tesoros, lo que conocemos de historia, -a partir de las tablillas cuneiformes que dejaron los sumerios, de jeroglíficos egipcios, los complicados escritos chinos, hallazgos arqueológicos de edades de hierro y bronce en Europa y petroglifos  y orfebrería de indígenas americanos-,  viene de sociedades organizadas desde cuando existía la propiedad privada y los reyes eran máxima autoridad religiosa, legislativa y ejecutiva. Para sustentar su mando, tenían un ejército armado a su servicio,  numerosos funcionarios con distintas capacidades y niveles  en diversos tópicos administrativos, hasta llegar a los empleados rasos. Comparándolo con la escala organizativa de nuestra época, serían en orden descendente, desde los  ministros, vices, hasta llegar a secretarios y escribientes.

Así como existían reyes y funcionarios justos, preocupados por el bienestar material y espiritual de sus súbditos y sin ambiciones desbordadas por riquezas,  los hubo ambiciosos y crueles, atizados por el afán de acumular tesoros y encontraban en guerras internas y contra otros pueblos la oportunidad de saquear y esclavizarlos, incluidas mujeres y niños.

Así sucedió con Asirios y Persas, faraones egipcios esclavizando a los israelitas y más tarde Alejandro Magno, sometiendo pueblos y cargando sus riquezas mientras llevaba la cultura griega a las puertas de la India de incontables civilizaciones y culturas, y posteriormente los romanos extendiendo su imperio por Europa,  Asia y África y cuando se desmoronó y vino el largo sueño feudal,  con su carga de olvido de las culturas griega y romana, al despertarse del largo amodorramiento, vinieron las Cruzadas para saquear a los moros, so pretexto de rescatar del islam, los lugares y reliquias sagradas y después del pleno despertar  del Renacimiento y redescubrimientos de viejos mapas y escritos griegos, en los que la tierra era redonda y no plana, por iniciativa de los católicos españoles y portugueses, que no se estaban matando en guerras contra calvinistas, hugonotes, etc, iniciaron la exploración de mares desconocidos y nuevas rutas a oriente, encontrándose de sopetón al ‘Nuevo mundo’: América cuya inmensidad territorial y abundancia de riquezas les permitió  consolidarse como poderosos reinos al posesionarse a nombre de ‘la religión verdadera y la civilización’ de los territorios ‘descubiertos’, arrasando con testimonios culturales de pueblos nativos y persiguiendo sus creencias, ritos y costumbres, bajo la excusa que eran ‘manifestaciones de barbarie y del demonio’. Así consolidaron poderosas cortes de reyes, virreyes y administradores, acumulando riquezas expoliadas a  pueblos nativos, de las que recibían su parte, los nobles, cortesanos y burocracia laica y religiosa ligada al poder, sustentando numerosas fortunas originadas en corrupción y rapiña.

En España, al expulsar los reyes católicos, a judíos y árabes que desempeñaban oficios productivos y dominaban el comercio, quedaron ‘nobles y guerreros’, con sueños de caballeros andantes, como los que enloquecieron a Don Quijote, y los zánganos e hidalgos ‘hijos de algo’, quienes no desempeñaban oficios manuales porque se sentían deshonrados. Esa herencia de alergia al trabajo nos la trajeron españoles y portugueses. Mientras tanto en Inglaterra, Alemania, Francia y los Países Bajos, puritanos y reformistas promovieron la ética del trabajo que les permitió desarrollo productivo y de nuevas herramientas, ligadas a numerosos inventos y avance científico, mientras en Europa central prosperaba la banca liderada por judíos sefardíes expulsados de España en la misma época que los reyes católicos corrieron a los últimos árabes de Granada y se aprestaban a financiar los viajes de Colón.

Así fue como la mayoría del oro, plata y piedras preciosas saqueadas a Incas, Mayas, Chibchas y Aztecas, recaló en ciudades Estado y reinos europeos que producían telas, joyas, alimentos y herramientas, pues los españoles no trabajaban al mismo ritmo. Con el despojo de las tierras a los indígenas muchas de esas riquezas, por vía de la corrupción, fueron acumuladas por los favorito(a)s del Rey, tanto en España, como en las colonias.

Ese fue el origen de muchas fortunas y propiedades que sustentaron a familias ligadas a la corona española y después de la ‘Independencia’ a las asociadas al poder en las nuevas repúblicas americanas, cuando el notablato de los ‘héroes’ criollos se repartió bienes urbanos y rurales de funcionarios del reino que regresaron a Europa o murieron, y más tarde rapiñaron a los indígenas territorios de Resguardos que habían delimitado los españoles después de las luchas de Bartolomé de las Casas y otros curas por proteger de la extinción a los nativos diezmados por los arcabuces y las nuevas enfermedades importadas por los conquistadores.

Al debilitarse España, después de incontables guerras y fortalecerse el imperio inglés, con la revolución industrial, estos la relevaron al conquistar nuevos territorios.

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