“¿Dónde estaba la cámara el 12 de octubre de 1492?” fue una pregunta que surgió en la Muestra de Cine Indígena de Venezuela en 2008. “¿Si sería posible contar la historia si la cámara que filma está mirando desde nuestros territorios el arribo de los barcos españoles y qué historia se contaría con una cámara que está mirando desde la orilla de la playa, desde las montañas, desde las rancherías, desde las comunas, desde los caseríos, en esos días de 1492?” pregunta Pablo Mora en el libro Poética de la resistencia. El video indígena en Colombia”, donde interviene como editor e investigador. Aún se está mirando a través de la cámara que está montada en los barcos españoles, responde honestamente Mora.
Las audiencias y los ciudadanos afrocolombianos, negros, raizales y palenqueros podríamos hacernos las mismas preguntas con relación a la historia nuestra caballero; traer a colación los proverbios africanos “Si los leones tuvieran historiadores, los cazadores no sería héroes” y “Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de las cacerías las seguirían escribiendo los cazadores”; y, llegar a la misma conclusión de Pablo Mora: nos estamos mirando por medio de la cámara que está montada en los hombros o en los trípodes de los cazadores.
Muy pronto por un canal privado nacional estaremos mirando otra narrativa que reproduce esta óptica con la participación de pocos actores nacionales y desde una mirada romántica. Me refiero a la serie “La esclava blanca. El amor no tiene color”, cuya protagonista o heroína es Victoria, una mujer blanca que vuelve a América como marquesa dizque para casarse con un próspero negociantes, pero en realidad viene es a buscar justicia; liberar de la esclavitud a esclavos que la cuidaron, criaron y se convirtieron en su familia; y, a reencontrarse con el hombre de su vida.
La culpa no es solamente de la vaca que solo da leche blanca, de los cazadores, sus historiadores o del canal privado que informa que la serie es filmada con óptica de cine con cámaras f55, pero no reconoce que lo hace desde una cámara blanca porque las cámaras y la televisión, al igual que el amor, sí tienen color. El asunto es también que las comunidades y poblaciones afrocolombianas, negras, raizales y palenqueras, que no somos ninguna minoría, tengamos Derecho a la Cámara, no solo a contar con dos curules especiales en la Cámara de Representantes, sino a tener cámaras de video, televisión y cine, canales y medios de comunicación con todas las de la ley.
Si contáramos con nuestras propias vacas, historiadores, cámaras, canales y medios, otro gallo cantaría, otras historias se contarían, otros héroes y heroínas saldrían en las pantallas de televisión, cine, celular, tableta y computador.