¿Quién ganó y quién perdió en las elecciones generales celebradas en España el pasado 20 de diciembre? En primer lugar, perdió el bipartidismo dominante que estaba conformado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el derechista Partido Popular (PP), formaciones políticas que antaño entre las dos sumaban entre el 70 y el 80% de los votos en casi todas las elecciones. Ahora, entre las dos llegan a un raquítico 50%, aunque conservan simbólicamente la primera (PP) y la segunda plaza (PSOE) de las opciones más votadas y en número de representantes en el parlamento: 123 para los populares y 90 para los socialistas.
Entonces, es obligado preguntarse ¿quién ganó las últimas elecciones? Pues obviamente las fuerzas que antaño no tenía representación política, como lo eran la izquierdista Podemos y la centrista Ciudadanos, que entran en el parlamento con fuerza y acaparan el 20% de los votos y el 13%, respectivamente. Los 69 diputados de Podemos y los 40 de Ciudadanos, sobre un parlamento de 350, son un excelente resultado para ambas formaciones, no cabe la menor duda. Comienza una nueva era política en España, que enarbola como primeros mensajes la renovación, la lucha contra la corrupción y el desmantelamiento de un sistema dominado por una casta repleta de privilegios y prebendas, pero también de abusos y descarado mal manejo del dinero público. Las arcas públicas fueron saqueadas por nuestros políticos sin ningún miramiento hacia la ciudadanía.
LAS FUERZAS NACIONALISTAS, LAS GRANDES DERROTADAS
¿Y quién perdió? En estas elecciones hay unos perdedores claros, como lo son los partidos nacionalistas tradicionales, que han perdido votos y asientos en el legislativo, y la izquierda tradicional que capitaneaba Izquierda Unida (IU). Por ejemplo, el nacionalismo catalán moderado, que representaba Convergencia i Unió (CiU), ha perdido la mitad de su representación parlamentaria - de 16 diputados pasó a 8- y más de medio millón de votos, habiendo sido superados en Cataluña por la versión catalana de Podemos e incluso los socialistas.
De la misma forma que a CiU le ha pasado a Bildu en el País Vasco. La marca de ETA en estos comicios ha perdido más de 100.000 votos y 5 de los 7 parlamentarios que tenía en el Congreso de los Diputados hace ahora cuatro años. El nacionalismo vasco, en su vertiente moderada, que lidera el Partido Nacionalista Vasco (PNV), también ha perdido 60.000 votos. Pero, por uno de esos azares de un sistema electoral que tiene sus deformaciones e imperfecciones, el PNV logra obtener una mejor representación en el parlamento, pasando de los 5 diputados que tenía a 6 y superando claramente al partido apoyado por la organización terrorista ETA.
Vayamos a Galicia. También el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) ha perdido más de 100.000 votos y los dos representantes que tenía en el Congreso de los Diputados, cosechando una derrota que no tenía parangón en la historia reciente de España. En lo que respecta al nacionalismo canario, que llevaba años en las instituciones representativas del Estado, hay que reseñar que Coalición Canaria (CC) ha perdido uno de sus dos escaños y casi la mitad de los votos que había obtenido en las elecciones generales del año 2011.
Otra de las fuerzas claramente derrotadas, sin necesidad de usar eufemismos, es Izquierda Unida-Unidad Popular en Común (IU-UPC), la marca usada tradicionalmente por el Partido Comunista de España (PCE) y sus aliados en las diversas contiendas electorales. Esta formación política ha obtenido los peores resultados de su historia y pasa de 11 diputados a 2 en el Congreso, habiendo perdido casi un millón de votos y quedando reducida a un exiguo 3% de los sufragios emitidos.
Para terminar este cuadro de los grandes derrotados, no se puede pasar por alto la desaparición política de la Unión Progreso y Democracia (UPD), fuerza antaño vista como la gran esperanza para una ciudadanía desencantada y hastiada de escándalos de corrupción. Hoy ese partido ha visto como perdía un millón de votos -pasando de 1.143.000 a apenas 153.000 en el 2015- y sus 5 escaños en el legislativo. Su voz, ya sumida en el naufragio electoral y una derrota rotunda y contundente, es más que seguro que desaparecerá de la escena española.
LA PROCEDENCIA DE LOS VOTOS DE LAS FUERZAS EMERGENTES
Podemos y sus distintas marcas regionales -la catalana En Comú Podem, la valenciana Compromís-Podemos y la gallega En Marea- ha conseguido más de cinco de millones de votos que proceden, casi con toda seguridad, de todas las fuerzas políticas, pero especialmente de los socialistas, que pierden más de un millón y medio de votos, de IU, que como se ha dicho antes ha perdido casi un millón de votos, de UPD, que desaparece del panorama y dejó en el camino otro millón, y de los partidos nacionalistas tradicionales, como Bildu, BNG, CiU y CC. Si se suman esos votos y otros que provienen de la abstención e incluso del PP, nos salen las cuentas de Podemos y sus cinco millones de votos.
El voto de Ciudadanos es muy distinto, ya que es una formación que desde sus orígenes se declara antinacionalista, centrista, moderada y defensora de un proyecto nacional de España, unas ideas más bien propias de la derecha tradicional del país y que conectan mejor con las bases del PP que con las de la izquierda. El PP ha perdido casi cuatro millones de votos, una cifra que se acerca casi simétricamente a los 3,5 millones obtenidos por Ciudadanos, que se ve beneficiada por la crisis política que sufre la derecha española, la ausencia de un liderazgo fuerte -Mariano Rajoy no lo es- y las decenas de escándalos de corrupción en que se ha visto inmerso el partido que fundara hace ya casi cuatro décadas Manuel Fraga Iribarne.
Con estos elementos, y ya con un parlamento atomizado y conformado por diez fuerzas políticas pero con cuatro con claras posibilidades de formar gobierno si se articulan coaliciones, se puede decir que el bipartidismo aparece ya como una página superada de la historia reciente de España. La única salida es un gobierno de coalición -hay numerosas fórmulas posibles: PP-PSOE, Podemos-PSOE-Ciudadanos, PP-Ciudadanos y muchas más- o la convocatoria de unas nuevas elecciones generales. Unos nuevos comicios serían los que determinarían si estos cambios son estructurales y se quedarán o son el fruto de una simple tormenta pasajera, en un momento de cabreo y pataleo generalizado de una sociedad cansada de esperar en la cola de la historia a una clase política que no estuvo a la altura de las circunstancias. El tiempo nos dará la respuesta a esta gran incógnita.
@ricardoangoso