Me senté este fin de semana a volver a ver la saga entera. En esta revisita tengo que reconocer, con inmenso pesar, que Una nueva esperanza, El imperio contrataca y, sobre todo, El regreso del Jedi, no solo han envejecido sino que, en los 38 años que han pasado desde su estreno, la saga ya es obsoleta, ridícula. No puede ser excusa que en los setentas no se contaba con la tecnología para hacer efectos especiales más espectaculares y creíbles. De esa misma época es Alien el octavo pasajero y a mí el monstruo de Giger todavía me asusta.
Más que irritarme Yoda, o el perrito gigante, lo que me molesta de Star Wars son sus fans. Por estos días he visto en el Park Way a cuarentones ridículos disfrazados de Chewbacca y Hans Solos, desfilando de Darth Vader y R2D2 o Arturitos como se les conoce a estas neveritas andantes en español. Muchos de ellos hacen fila delante de Cinemark para ubicarse en primera fila y que la luz que destila la pantalla los toque a ellos antes que a nadie y poder subir sus foticos a Instagram y despertar envidias porque han visto, en dos días, treinta y siete veces El despertar de la fuerza.
Si al menos la fiebre que les despierta Star Wars les diera para interesarse por la ciencia ficción como género literario e intercambiaran entre ellos novelas de Ray Bradbury o Philip K. Dick sería otro cantar. Pero un fan de Star Wars de lo único que te va a hablar es de toda la genealogíade los Skywalker o de la avaricia desmedida de Jabba el Hutt. Lo entiendo, uno tiene que tener muy pocos recursos interiores, nada en la cabeza para desvelarse por lo que estos muñequitos peludos puedan hacer en una pantalla.
Es que ni siquiera es entretenida, a mí de verdad me aburre y me pierdo entre tantos apellidos, nombres, mundos, conflictos, idiomas, toda esa bisutería que usan sus fans como argumento para creer que su amada e insignificante obra es algo importante no solo para el cine sino para la vida.
Siempre es grato que una película arrastre todo ese nivel de expectativa, el problema es cuando, aprovechando la estupidez del espectador promedio, las ideas se agotan, se acaban, el guion ya deja de contar una historia para pasar a las emociones primarias, al recurso de la misma pelea que hemos visto desde el inicio del cine samurái, al mismo tiroteo que implementó John Ford en el Lejano Oeste y a los estereotipos y las caricaturas para forjar personajes.
La rabia que los cinéfilos responsables le cargan a Star Wars es que, por culpa de esta imbecilidad, el Nuevo Hollywood, ese movimiento que arrojó a cineastas de la talla de Scorsese, Bogdanovich o Terence Mallick, se hundió para siempre. Darth Vader estranguló el cine de autor en Hollywood. Después de Una nueva esperanza los estudios enfocaron toda su energía en realizar películas cuyo único fin sería explotar la taquilla. Ya no había espacio para las historias personales, pequeñas, reales.
Ahora los tengo que soportar, tan hípsters y a la moda, tan geeks y lobotomizados, tan cuarentones y barrigones exhibiendo su espada láser y, sobre todo, su amor por siete películas que transformaron a Hollywood en la cloaca que hoy conocemos.