En época de conversación, de diálogo, como la oportunidad que se ofrece en La Habana, nada más importante que buscar al propio tiempo la reestructuración del tejido social; la violencia en general y, la que deja sin palabras a la víctima ha trastocado, por no decir, pulverizado el entorno, la vida en el común momento del segundo y, por supuesto, la posibilidad de dejar herencia al porvenir.
Sí, Señoras y Señores: en una palabra el desconocimiento de los Derechos del otro, de los Derechos Humanos del vecino; de los Derechos Fundamentales de la persona.
Y, ello se produjo, entre otras razones, por el paso de la convivencia a la coexistencia; de vivir en compañía de otro —convivencia-, a simplemente, coincidir, en la época con alguien –coexistencia—; la relación que se produce es bien que reveladora: se convive con las personas, en referente material de otredad; con la persona en la humana condición. Al paso que, se coexiste en relación con las fechas, con las cosas; se excluye así, a la persona; la humana condición se desplaza por el solo hecho de coincidir en existencia. La convivencia es pues, un problema ético, ‘(…) Lo que hace 'humana' a la vida es el transcurrir en compañía de humanos, hablando con ellos, pactando y mintiendo, siendo respetado o traicionado, amando, haciendo proyectos y recordando el pasado, desafiándose, organizando juntos las cosas comunes, jugando o intercambiando símbolos (...); lo que a la ética le interesa, lo que constituye su especialidad, es cómo vivir bien la vida humana, la vida que transcurre entre humanos. Si uno no sabe cómo arreglárselas para sobrevivir en los peligros naturales, pierde la vida, lo cual sin duda es un fastidio grande; pero si uno no tiene ni idea de ética, lo que pierde o malgasta es lo humano de su vida y eso, francamente, tampoco tiene ninguna gracia’[1]; la humana condición: responsabilidad con el otro; con ese otro, que puedo ser yo.
Un dibujo así alcanzado, un paisajismo puesto en dinámica que, por su extensión, profundidad refleja, enseña, el cómo la exclusión, la distorsión, la negación, produce una mera relación entre cosas que no, personas.
Esa es la historia que por tomos y tomos escritos o, vividos, ha diseñado el concepto, el alcance, la realidad de la víctima.
la Paz –con P mayúscula-, como derecho, como deber constitucionalmente fundante, comienza por el reconocimiento del otro, por la convivencia en otredad, con el respeto a los Derechos Fundamentales de la persona y, en humana condición.
Conciliar los derechos, conciliar las apetencias,
conciliar las necesidades,
conciliar los conflictos; conciliar y conciliar
Conciliar los derechos, conciliar las apetencias, conciliar las necesidades, conciliar los conflictos; conciliar y conciliar. Ponerse de acuerdo en los derechos, en las apetencias, en las necesidades y, hasta en los conflictos. Desde luego, en el juego de la diferencia, en el aprovechar la normal anormalidad que, en suma, es la posibilidad de inclusión.
Y, sí es posible la conciliación, es probable en punto de necesidad, la Reconciliación. Miren Ustedes, que sencillo. Reconciliación: ‘1. tr. Volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos. U. t. c. prnl.2. (…) 3. tr. Oír una breve o ligera confesión. (…) 5. prnl. Confesarse, de algunas culpas ligeras u olvidadas en otra confesión que se acaba de hacer.6. prnl. Rel. Confesarse, especialmente de manera breve o de culpas ligeras’.
Reconciliación es volver a la conciliación,
pero oyendo, escuchando al otro,
como si fuera yo
La reconciliación es volver a la conciliación, pero oyendo, escuchando al otro, como si fuera yo; un yo que está al frente, una confesión, en la otredad.
La Reconciliación, palabra tan sencilla y, tan difícil de abordar, de llegar a ejecutar.Felices fiestas.
[1]FERNANDO SAVATER. Ética para Amador. Novena edición. Ariel. Bogotá. 1995. Pág. 125.