Cuando la policía te amenaza el asunto es distinto y peor. Cuando la policía te amenaza ¿a quién acudes? ¿a la policía? Cuando la policía te amenaza algo se ha roto de una manera (casi) irreparable: la confianza. Cuando la policía te amenaza los que tienen la responsabilidad constitucional de ser garantía para la seguridad de la ciudadanía se convierten en criminales peores que los criminales que persiguen porque faltan a su juramento y obligación. Cuando la policía te amenaza el primer consejero es el miedo. El miedo dice: silencio. Y hay quienes no oyen ese consejo aunque hayan sentido el peso grave del terror que te cubre cuando la policía te amenaza.
Claro, dirás lo obvio, que no son todos los policías los protagonistas de esta historia. Y tienes razón. Pero el uniforme uniforma y hasta que una investigación no arroje resultados concretos con nombres y apellidos y consecuencias puntuales sobre los agentes del Estado que, posiblemente, amenazan periodistas entonces es la policía toda la que está en entredicho.
Tenebroso.
Tenebroso fue el primer adjetivo que escuché al preguntar por la denuncia que hizo el 19 de noviembre, vía Twitter, Juan Pablo Barrientos sobre la intromisión malintencionada e ilegal de que fue víctima en una investigación que adelanta sobre corrupción en el interior de la policía. Semanas antes, el 4 de noviembre, Claudia Morales fue aún más directa al fijar un tuit diciéndole al general Palomino, director de la Policía Nacional “no desperdicie a sus hombres de contrainteligencia siguiéndonos a los periodistas” Han pasado ya semanas y semanas desde que varios periodistas empezaron a notar lo que hoy es un hecho público: carros con placas relacionadas con la policía haciendo seguimientos no autorizados, comunicaciones intervenidas ilegalmente, incluso preparación de planes difamatorios para que los periodistas resulten falsamente vinculados a hechos delictivos…
Todo empieza a salir a la luz gracias a un anónimo que se identifica como “policía arrepentido” las pruebas que hizo llegar a Claudia Morales y Vicky Dávila son, hasta ahora, incontrovertibles. Y atemorizantes. Hay reporte pormenorizado de sus rutinas, constancia de vigilancia estrecha a familiares cercanos, reproducción de conversaciones privadas... Además imagínate esto: estás tecleando en tu computador y el archivo sobre el que escribes empieza a modificarse, han tomado control de tu computadora desde un lugar remoto y cambian las palabras de las que tomas apuntes. Un fantasma escribe por ti. Y tiene tu nombre en la lista de gentes que quiere asustar.
Los periodistas de los que hoy tiene noticia la Fiscalía General de la Nación que están siendo acosados y amedrentados, presuntamente, desde el interior de la policía son: Claudia Morales, subdirectora del programa La Luciérnaga de Caracol, además del equipo de La FM de RCN: Vicky Dávila, Juan Pablo Barrientos, Slobodan Wilches y Jairo Lozano, la cronista de Los Informantes de Caracol TV: María del Rosario Arrázola quien además es columnista de El Espectador y el columnista de la revista Semana Daniel Coronell. Todos ellos tienen en común -además de su probado mérito profesional- una investigación que empieza con una red de prostitución masculina al interior de la fuerza policial y que desemboca en probable enriquecimiento ilícito en la cúpula policial. Entre un asunto y otro son mencionados nombres como el del coronel Flavio Mesa –comandante de la Policía Cundinamarca- el coronel Ciro Carvajal –secretario general de la Policía- y el mismísimo general Rodolfo Palomino, director de la Policía Nacional de Colombia. Los hilos sensibles que se están tocando, comprenderán, son muy sensibles en verdad.
Cuando amenazan a un periodista no es una amenaza más porque amenazan, también, todo lo que representa. Ya lo he dicho antes: el asunto para que quede claro, en esta Colombia de fobias y filias, es que amenazar a un periodista no es amenazar solo a una persona; es intentar callar a todos a los que el periodista les da voz, es acallar a una comunidad que sólo encuentra eco cuando alguien cuenta su historia. Amenazar con silencio a un periodista es intentar callar a una sociedad entera, prohibirle pensar en voz alta, romper los espejos en que nos reflejamos y condenar a los demás a la oscuridad.
Ya es hora de que hable el Presidente, digo. Y no solo que hable, que actúe. Porque el silencio del general Palomino ya está diciendo mucho. ¿Qué hay qué esperar? ¿Otro mártir del periodismo? Ya la Fundación para la Libertad de Prensa ha alertado sobre las repercusiones internacionales de esta situación. Ya la Fiscalía habla de amenaza a la democracia. Ya los periodistas perseguidos han puesto en conocimiento de las autoridades todas las pruebas que pueden aportar. Ya se empiezan a escuchar en coro las voces que protestan ante este crimen, que se manifiestan y ofrecen solidaridad, que insisten que esto tan profundo y delicado no debería pasar nunca más. Ya es hora de que en Colombia no escribamos la palabra periodismo con p de peligro.
@lluevelove