Dicen que indulgencias ganadas con padrenuestros ajenos siempre se vuelven contra el indultado, y esto le acaba de suceder a la máxima jefe del kirchnerismo en Argentina. Tal vez el pecado más grande de la saliente presidenta Cristina Fernández fue creer, casi que con denodada terquedad, en el modelo gubernamental del desaparecido Hugo Rafael Chavez Frías, quien aplicó hasta su muerte el lema "divide y reinarás".
Es muy bonito ser popular, y Cristina lo fue en su momento. Es maravilloso que las clases más desfavorecidas de un país idolatren a su presidente, eso también lo vivió al comienzo la señora de Kirchner. Pero esto es algo sumamente peligroso para un jefe de Estado, máxime en una economía tan cambiante como la del mundo de hoy.
Si bien hay que reconocer que en los últimos 10 años el desempleo se redujo del 18 % el 8 % en Argentina, también es cierto que esto no fue gracias al apoyo al sector privado para generar nuevas fuentes de empleo, sino a la desmedida burocracia, con la creación de casi un millón de nuevos empleos estatales, lo que a la larga creó tal déficit fiscal, que literalmente no había ni con qué pagarle a los servidores públicos de muchas provincias.
Como era de esperarse, esto generó diversas protestas sindicales que desestabilizaron al Gobierno y fueron abriendo más la brecha entre el Estado y el pueblo, porque, como dicen los abuelos: "Si le das queso a un ratón, este volverá para pedirte un vaso de leche", cosa que saben hacer muy bien los ratones sindicalistas de todo el mundo.
Todo esto sin contar el desgaste con los millonarios subsidios al transporte y a la energía, justo en momentos en que la soja, principal fuente económica de Argentina, perdía poder en el mercado mundial.
No se puede jugar de manera irresponsable con el erario, generando subsidios casi mesiánicos, y a la larga desgastantes, para tratar de mantener contentas a las clases obreras, cosa que nunca se logró, mientras el país se endeudaba y adquiría la carga pensional más grande de América Latina.
De la soberbia y otros males
No se puede creer que el ostentar la dignidad de presidente le permite a un mandatario irse lanza en ristre contra todo lo que parezca oposición, como los medios de comunicación que critican las decisiones no siempre acertadas del jefe de Estado. La censura a la prensa opositora, y en especial su guerra contra el diario el Clarín, aseguraron la caída del kirchnerismo en el balotaje final.
El otro detonante que acabó con el poder fue la soberbia. El discurso guerrerista de Kirchner polarizó a un país cuyos ciudadanos de todos los estratos eran apasionados a hablar de política en cualquier esquina, cosa que terminó siendo un tabú en la nación gaucha.
Esa misma soberbia también la llevó a frenar las importaciones, y a poner el famoso "cepo al dólar", lo que afectó gravemente a la economía, recordando por momentos la crisis del 2001.
Otro error grave fue intervenir, ni más ni menos, al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), y todo para maquillar las cifras de una Nación en crisis, queriendo tapar el sol con un dedo, en un gobierno que en su recta final estuvo plagado de escándalos por el carrusel de contratación liderado por el empresario Lázaro Baez, así como el asesinato del fiscal Alberto Nisman, justo después de que este acusara a Cristina Fernández de encubrir a presuntos terroristas iraníes.
De otra parte, están las investigaciones -hoy archivadas- por el aumento de un mil por ciento en el patrimonio de los kirchner mientras estuvieron en el poder, o el escándalo que destapó el periodista Jorge Lanata por un presunto lavado de activos, dinero que la familia Kirchner habría sacado hace tiempo del país. Estas investigaciones terminarán empolvadas en los anaqueles del olvido.
El otro perdedor
Para nadie es un secreto la cercanía de Cristina Fernández con el mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, un hombre que hasta hoy contaba con el apoyo de la presidenta argentina para mantenerse en Mercosur, bloque del cual algunos países quieren sacar a Venezuela. Una de las razones es por el arresto del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. Maduro pierde, además, a un importante socio comercial, dado que Mauricio Macri, hoy electo nuevo presidente de Argentina, quiere cortar muchos de los lazos comerciales que hoy unen a las dos naciones sudamericanas.
Lo que se viene para Cristina Fernández
Lo único claro en este momento en el panorama político argentino es que con la derrota de Scioli este domingo la mayor derrotada es Cristina Fernandez de Kirchner. No hay que olvidar que ella misma escogió a Scioli y a los demás candidatos, un error que políticamente pagará muy caro, porque en la arena política de los argentinos suele decirse que "el peronismo es capaz de perdonar la traición, pero no la derrota".
Si a esto le sumamos que ahora no ostentará la dignidad de presidenta, pues resulta apenas lógico vaticinar que ahora es cuando arreciarán las investigaciones en su contra por la corrupción que campeó al final de su gobierno. Y no estamos hablando de investigaciones irrelevantes, sino de 'chicarrones' bien porosos.
Se va de la Casa Rosada, tal vez para el calafate, la alumna estrella de Chávez; esa que parece haberle aprendido al pie de la letra sus mil y un errores.