Fernando Botero, el último gran taurófilo

Fernando Botero, el último gran taurófilo

Sus cuadros de la serie La corrida que estarán en China junto al Circo confirman una pasión persigue al pintor vivo más cotizado del mundo desde que era niño

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noviembre 20, 2015
Fernando Botero, el último gran taurófilo

Tenía doce años cuando su tío Joaquín Angulo lo llevó a las arenas de la Macarena de Medellín a que aprendiera a ser torero. En esa época, principios de la década del cuarenta, Fernando Botero no pensaba en ser pintor. Soñaba con verónicas y chicuelinas, y se veía en traje de luces,  vitoreado por en público enfebrecido en medio de una plaza de toros.

Aranguito, un banderillero muy conocido, mulato inmensamente gordo, fue su primer maestro. Botero no sabía que el capote era un yunque de doce kilos y que había que desarrollar la muñeca para moverlo como si de un mantel se tratase. Dos años duró la preparación para enfrentarse con su primer toro. Su tío le contaba en las noches las hazañas de Belmonte y Dominguín en España. Pero nunca llegó a lucirse en ninguna gran plaza.  Alcanzó a desafiar novillos en las fiestas de varias ferias de Antioquia.  Tenía voluntad, le encantaban los colores, la fiesta, pero le faltaba valor. Eso lo comprobó cuando se enfrentó a un animal de trescientos kilos. Detrás del burladero lo fue a dejar su carrera enloquecida.  Capote y espada quedaron tendidos en medio de la plaza.

El joven Fernando Botero se conformó con ver los toros desde la tribuna. Desde allí empezó a hacer pinturas con acuarelas. Pintaba para inmortalizar los movimientos del torero, pintaba no por amor a la pintura sino por amor al toreo. No sabía que era bueno para pintar hasta que llevó sus dibujos al almacén de don Rafael Pérez, lugar en donde se vendían las boletas para entrar a la Macarena. A Don Rafael le gustaron tantos los dibujos que le compró uno por dos pesos. Con la plata Fernando Botero compró pinceles y lienzos y a partir de ese momento no dejó de pintar.

Cuadros de La Corrida estarán en los museos de China hasta abril de 2016 - Fernando Botero, el último gran taurófilo

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Durante décadas Botero olvidaría a los toros en sus lienzos hasta la tarde de enero de 1983 en que regresó a La Macarena. Entonces lo recordó todo, la música, las botas llenas de aguardiente, las banderillas bailando sobre el lomo del toro, las lentejuelas doradas de los trajes, los abanicos, la sangre en la arena y, sobre todo, el color. Desde ese día empezó a pintar, durante dos décadas, una saga de 140 óleos y 35 dibujos en donde se retrata la fiesta brava en todo su apogeo. Su obra taurina se recopiló en el libro ‘Bullfight: Paintings and Works on Paper’.

Cuando Botero visita una plaza los mejores matadores del mundo le ofrecen sus toros. Así llegó a forjar amistades entrañables como las que tiene con Enrique Ponce. Como muestra de la admiración que el torero le profesa le regaló, en su cumpleaños número 80, el traje que lució la tarde que cortó su segundo rabo en la Plaza de México.  Cada abril cuando va a Sevilla a la Maestranza la plaza entera se levanta y en un cerrado aplauso celebra su presencia. En más de una ocasión el maestro ha sabido corresponder el cariño sevillano dibujando los carteles de su temporada taurina.

Su último gran amigo es Sebastián Castella. Cuando el torero francés anunció que se encerraría con seis toros en Nimes en mayo del 2011, Botero se ofreció para dibujarlo en el cartel publicitario. La corrida, que tenía como objetivo recaudar fondos para ayudar a las víctimas del terremoto de Haití, obtuvo la atención mundial gracias al detalle del pintor antioqueño.

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Botero, cada vez que hay una gran corrida en Madrid, Sevilla, Medellín o Francia, ocupa un sitial de honor. Allí, mientras ve al torero desafiar a la bestia, le es inevitable, como él mismo lo ha expresado, no pensar en las tardes en las que Aranguito iba afinando sus pases y afianzando su valor que está presente en los cuadros que impactaran a los siete millones de chinos que estarán descubriéndolo en Beijing y en Shangai, en los tres meses en los que estará expuesta su obra.

 

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