Se oía en los aullidos de los perros el lamentar de los muertos. El anciano octogenario Roque Paredes, sentenciaba; -Aquí uno nace, aquí uno muere- él decía que de su pueblo no saldría nunca y se lo iban a matar mejor era que lo hicieran en su ranchito. Pero al caer la tarde, sintió una profunda desolación que le cerraba la garganta y le formaba un nudo impidiéndole tragar saliva. La soledad de su pueblo lo abrumaba, deseaba encontrar una canoa para irse a reunir con sus familiares en la ciudad de Barranquilla.
A los cuatro días llegó el Ejército, preguntando por dónde se habían ido los “paracos”. Interrogaron a los pocos habitantes que quedaron, querían saber cuál era el tipo de armas que usaron los “paracos” para asesinar a las diecisiete (17) personas que, en su mayoría eran pescadores y campesinos. Cansados los pobladores de varias preguntas que no conducían a ningún objetivo claro, les reclamaron a los militares que actuaran con ligereza y mejor se fueran a buscar a los “paracos”. Cuando al fin marcharon a la persecución, lo harían por el lado contrario al cual indicaban los pobladores. La búsqueda como se esperaba resultó infructífera, el ejército no capturó a ningún paramilitar, ni siquiera los vieron, ¡pero como iban a reconocerlos si utilizaban los mismos uniformes!
El 22 de noviembre del año 2000, quedó marcado en el corregimiento de Nueva Venecia (Magdalena), como el día más trágico de su historia, ese día “el agua se tiñó e' rojo” (expresión de un poblador local haciendo referencia a la madrugada del siniestro), fueron asesinadas diecisiete (17) personas por dos grupos paramilitares al mando de alias 'Esteban', pertenecientes al Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), comandado por el cabecilla Rodrigo Tovar Pupo alias 'Jorge 40'. Más de doscientos años de pacífica convivencia se interrumpían en este palafítico pueblo de la Ciénaga Grande de Santa Marta. La mayoría de familias desplazadas se marcharon para la ciudad de Barranquilla.
Para una población que ha nacido y crecido sobre el agua, adaptarse a tierra firme era cargar con muchos sufrimientos, la cosas eran a otro precio, en esa jungla de cemento donde el pez gordo se come al chico, les tocaba ganarse la vida sin ayuda de la naturaleza, ahí es cuando se vienen otras angustias iguales de duras a las padecidas tiempo atrás, son los momentos en que se puede llegar a pensar que el delito puede ser una opción para sobrevivir a la indolencia de un Estado canalla.
En total fueron treinta y siete (37), los crímenes cometidos por los paramilitares ese día en esa zona, contando los del inició del recorrido cuando pasaron por caño Clarín y en su trayecto, antes de llegar a la Ciénaga de Pajaral, asesinaron a más de una docena de pescadores. Este año se conmemoran quince años de una de las peores masacres en la historia de la región Caribe colombiana, la tranquilidad parece que retornó al pueblo, pero debemos hacer memoria de este hecho como un acto de dignidad y respeto por las víctimas de esta guerra fratricida. Ojalá pronto todos los colombianos podamos disfrutar de un país en paz.