Pocas veces ha sido tan cerca de la realidad este comentario como en el caso de Colombia en este momento.
Manicomio somos porque parecería de locos un país que organiza todo su sistema económico con base en los ingresos del petróleo sin tener petróleo (nuestras reservas son de 2 billones de barriles que pueden durar cerca de 6 años mientras países como Venezuela tienen 100 veces más).
Loco un país que destaca su nivel de desarrollo por la cantidad de automotores que vende cuando no tiene carreteras ni calles en la ciudad para los que ya existen (ni construye nuevas vías).
País de locos donde en contra de una sentencia del máximo órgano jurisdiccional en lo administrativo (Consejo de Estado) se permite una elección en la cual quedarían anulados todos los elegidos por el Partido Liberal cuando se dé cumplimiento al fallo (según dicha sentencia el origen de los respectivos avales tiene como antecedente actos ilegales, contrarios a la Constitución, violatorios de la Moralidad Administrativa, y en contra del Interés Colectivo).
País donde se distorsiona toda una elección mediante la cancelación de la inscripción del 10 % de los votantes sin que se mencione siquiera el efecto que esto produce.
Locura como la de prohibir la trashumancia (supuestamente razón para la anulación arriba citada) y la doble militancia pero ni siquiera uno de los candidatos a Gobernaciones o Alcaldías es inscrito y avalado por un solo partido.
Dice el refrán que ‘al perro no lo capan dos veces’, pero en nuestro manicomio el recién elegido Alcalde de la Capital repite lo hecho en su anterior administración al paralizar la construcción de un Metro que esperamos desde entonces, con la idea genial de volver a ensayar algo diferente a lo que tiene ya todos los diseños y presupuestos aprobados, basándose solo en su opinión —sin estudios ni sustento alguno diferente de lo que pasa por su cabeza—.
Locuras como la de hace treinta años que aún hoy no terminan por reconocerse y declararse como tales; o como la del paramilitarismo que también hasta hoy encuentra personas indiferentes (cuando no defensores) ante la barbarie que significó.
Locuras del pasado distante o del momento presente que caracterizan un país donde nada es sorprendente porque como en un manicomio lo que pasa alrededor de cada uno no le afecta mayormente su discurrir diario.
Pero resulta que ahora a los guardianes del manicomio les dio la locura de sentirse pequeños Napoleones, con la capacidad de reordenar la sociedad y el Estado de acuerdo a su propia visión.
Como en una competencia, Procurador y Fiscal
aparecen casi todos los días
con una declaración que los vuelve ‘la noticia del día’
Desde hace rato el Procurador y el Fiscal en un desborde de protagonismo han excedido el respectivo ámbito de sus funciones. En algo que pareciera una competencia, aparecen casi todos los días con una nueva declaración que los vuelve ‘la noticia del día’. Por estar la opinión pública ya está bastante acostumbrada supondría uno que sería difícil sacudirla. Sin embargo, como en alguna caricatura de Snoopy en la que Carlitos le explica que no puede estar tan contento como parece porque no existe ese nivel de felicidad y él contesta que tal vez estableció un nuevo récord, nuestros personajes logran todavía sorprender con lo que dentro de esa especie de competencia por ver cual logra más protagonismo se llamarían ‘nuevas jugadas’.
Ante la demanda de la Procuraduría contra la adopción por parte de parejas gay, el Dr. Montealegre saca como de un cubilete la propuesta de que los indultos y amnistías de hace treinta años pueden ser anulados. Por supuesto argumentos jurídicos siempre se podrán encontrar (los hay para cualquier posición); pero es bastante evidente que el propósito no es resolver un tema que no se ha presentado, sino presentar un tema que por lo escandaloso se vuelva titular de los medios de comunicación (lo cual no es difícil). El Procurador le gana la delantera y en este escenario de orates le quita el rol principal al coincidir por primera vez con los planteamientos de su competidor.
Pero, en esta carrera donde los directores del manicomio se pelean por llamar la atención de los internos, el Sr. Fiscal no se deja y saca del mismo cubilete la notificación de que desafiará a su contraparte proponiendo la libertad de aborto en los tres primeros meses de embarazo. Veremos en esa retroalimentación entre enfermos mentales antagónicos con qué sale el Dr. Ordóñez.
En sana lógica, y de acuerdo a las funciones de estos dos servidores, ninguna de estas iniciativas es de su resorte; la pregunta es si su locura es simplemente la que les da el poder y la impunidad para obcecarse con la posibilidad de protagonismo, o si es el protagonismo del otro el que los enloquece y despierta ese impulso casi enfermizo por ganar más titulares.