Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero
Voltaire
La realidad de nuestro país es de tal costumbrismo, que a sus protagonistas de estos días hay que regalarles el remedio para su enfermedad.
Prozac
Hay que comenzar con el Fiscal General de la Nación quien, como los búhos, dio un giro de cabeza inesperado. ¡Se le ocurrió investigar los indultos y amnistías otorgados al M-19para determinar los alcances de la cosa juzgada. ¿Qué qué?, dijimos todos, porque los colombianos abrimos los ojos como platos: ¿El fiscal, al que hasta el pasado lunes solo le faltaba la mochila de mamerto, defensor a ultranza de la justicia transicional y al no castigo para los veraneantes subversivos de La Habana, revolcando ese vejestorio que ya dormía el sueño de los justos? Y para completar, después de la metida de patas con la actriz Carolina Sabino –a quien condenó públicamente al revelar una conversación personal donde hablaba de un aborto que se había practicado-, lanzó un nuevo proyecto de ley sobre el aborto sin restricciones para despenalizarlo totalmente. ¡Se tostó!, como dicen los muchachos, o está bipolar como también usan hoy tan popularmente en su vocabulario los jóvenes.
Claro que aunque uno pensaría que las repercusiones van directamente a las negociaciones con las bellezas de las Farc, que no solamente quieren no pagar cárcel sino curules en el Congreso a dedo y por ocho años, lo cierto es que se trata de prender el avispero para distraer, y realmente buscar justificaciones para terminar indultando a militares y guerrilleros por igual. Como quien dice, todo el mundo tranquilo. Y como no hay quién controle al fiscal bipolar, le propongo al honorable Congreso crear la figura del Siquiatra General de la Nación para que le formule su dosis diaria de Prozac, una famosa medicina que ayuda a regular los neurotransmisores en el cerebro bipolar. En eso terminó por estar dando disparos al aire para tapar su “Tocarruncho Gate”, y nada que lo logra. El poder termina afectándolos a todos.
Reloj
Hablemos ahora de los dos temas de falta de gestión del Ministro de Hacienda que preocupan: la inflación que nos venía escondiendo y los ocho mil millones de dólares que pagamos para energía, y que no aparecen.
De la primera, sin duda la caída del precio del petróleo dejó desnuda la realidad de nuestra economía, se le soltó la faja y se le quedaron viendo todos los gorditos.
No es que detrás de la inflación haya únicamente un trasfondo de ilegalidad (dineros del narcotráfico, la corrupción, la minería ilegal que segúnla Unidad De Información y Análisis Financiero –UIAF- solo en lavado de activos del primero asciende a 20 billones de pesos en el país). Es que de enero a hoy la devaluación va en un 48 %, y de agosto de 2014 al mismo mes de 2015, fue del 68 %. ¿Y cómo pasó? Las autoridades monetarias se demoraron en aprobar los cupos. ¿Por qué el Banco de la República no sacó dólares a la venta antes? Además, con las tasas de interés definidas, que no corresponden a la solicitud del Ministro de Hacienda, no van a llegar más dólares al país por la vía legal. De eso que se olviden. Es mejor tener los dólares por fuera, así no ganen intereses, porque no pierden. Si se traen, sí. ¿Sirve la medida? ¡No! Vamos a regalarle un reloj a cada miembro de junta del Banco de la República para que decidan a tiempo.
¿Y qué me dicen de los ocho mil millones de dólares
que le pagamos anticipadamente al sector eléctrico
para evitar el apagón del Niño?
¿Y qué me dicen de los ocho mil millones de dólares que le pagamos anticipadamente al sector eléctrico para evitar el apagón del Niño? Las explicaciones no son claras y al Niño hay que achacarle lo que pase pero el año entrante, no ahora. ¿Dónde está el exministro Amílkar Acosta? Muy calladito ha permanecido y mucho tiene por decir.
Francamente no necesitamos un Ministro de Hacienda sin carácter frente a las autoridades monetarias, por muy independientes que sean, ni que al mejor estilo chavista nos diga que la solución está en apagar las lucecitas navideñas y en bañarse de a dos y en tres minutos. Lo primero termina en media hora y lo segundo en un mal baño; no funciona.
¡Feliz resto de semana!