El calor sofocante no amilana. Sonidos de gaitas, tambora y clarinete, de acordeón son las nuevas señales de vida en Carmen de Bolívar que empiezan a tomar forma con el vigor de antes, de los tiempos del bullerengue y la fiesta, del mote de queso en cada fogón acompañado del tarareo de “Carmen de Bolívar, tierra de luz y de placeres, Carmen de Bolívar, tierra mía”. El sonido de los acordeones y las gaitas, las flautas de millo, el clarinete, tiene una ruta que lleva a un destino: la escuela de música Lucho Bermúdez, la del maestro Alfonso Cárdenas.
Pareciera que en el Carmen de Bolívar, como en tantos pueblos y veredas de los Montes de María, el miedo va quedando atrás. Aquellos días cuando los grifos de las llaves giraban con dificultad sin arrojar una sola gota de aguar en los baños curtidos de las viviendas que guardaban baldes a medio llenar para lavarse el sudor, para cocinar, para mojarse el pelo y animarse a seguir adelante después de enterrar al último vecino, a amigo, al pariente; cuando los carmeneros se encerraban con el destello final de luz y nadie hablaba, susurraban para escabullírsele al rumor que los volvía blanco de cualquier resentimiento cualquier odio, cualquier cuenta pendiente; cuando en aquellos años 90 la desconfianza mandaba y hasta la alegría generaba sospecha; cuando del Carmen se iban los mejores, los reconocidos del barrio, los que relataban, los que escribían, los abogados y los músicos como Alfonso Cárdenas, el guitarrista querido del Carmen que había decidido, ahogado por la tensión, buscar horizonte en Medellín. Lo acompañó luego su padre, también Alfonso, el secretario del juzgado único municipal quien partió acorralado por las amenazas y los anónimos. Se iba por impartir justicia, pensaba él. Una palabra ajena en esos días del Carmen cuando mandaban los disparos y las bombas.
Como Alfonso fueron muchos los que se partieron. Familias enteras, cada día, cada semana a lo largo de esos aciagos años noventa. El cambio de siglo los cogió lejos del Carmen. Atrás, muy atrás habían quedado los días florecientes del tabaco, de la caña, del ñame, del maíz, del aguacate, del plátano en la tierra fértil de los Montes de María. Y ahora Colosó, Chengue, Chinulto, Chalán, El Salado, Ovejas, El Carmen empezaban a ser nombrados solo por el número de muertos. Por el éxodo masivo de quienes corrían en las madrugadas dejando parcelas y ranchos.
Los mismos pueblos legendarios regados en aquellos Montes de María, despensa de la Costa Caribe desde donde salían toneladas de tabaco rubio embarcadas en Zambrano para tomar el cauce del Magdalena hasta Barranquilla y de allí a la lejana Alemania, a las fábricas productoras de Bremen desde emigraron hacia las sabanas de Bolívar y los Montes decenas de extranjeros con apellidos imposibles de pronunciar como Wedekhing, Deulefeut, Obeu, Mier, Lambi, Brun, Chapman a perfeccionar los cultivos de tabaco. Una prosperidad y una bonanza que se tradujo luego en extensas haciendas como la Jesús del rio o La Esperanza del alemán Adolgo Held, vecinas de El Carmen, cuyos ganados con el hierro Helda alimentaban a los pobladores de la Costa Atlántica con sus carnes, sus quesos, cremas y sueros. Una mezcla de extranjeros europeos con indígenas y negros que dejó una mezcla creativa que terminó tomando forma en el porro y los temas que inmortalizó Lucho Bermúdez y tantos compositores e intérpretes nacidos y crecidos en las polvorientas calles de Carmen de Bolívar que nunca lograban olvidar. Una nostalgia pensada y densa que fue trayendo a los carmeneros de vuelta, decididos a correr la suerte que les deparara la vida, pero en su tierra. Como ocurrió con Soraya Bayuelo, una de las primeras en regresar después de haber buscado abrigo en Cartagena.
Abandonó las oportunidades en Cartagena para ponerle la cara al decaimiento y la pobreza creciente, acentuada por las bombas y el miedo que cundía en la segunda mitad de los años 90. Trajo con ella aquello que sabía hacer y por lo que vivía: comunicar. Convencida de la fuerza de la palabra, del poder transformador de una historia bien contada que en boca de la gente anónima y silenciada, de los protagonistas más humildes adquiría especial significado, le apostó a la creatividad y el goce adormecido de su gente y le dio vida al Colectivo de comunicaciones de los Montes de María.
Junto a su amiga de todas las horas, Beatriz Ochoa, una sencilla cámara de video y una grabadora se aprestaron a desenterrar en el Vergel, en Rabo Largo, El Páramo, refugios de desplazados, a la gente para que sin vergüenza y con esa dignidad inquebrantable se limpiaran las heridas y se arriesgaran a contar, y poco a poco los rostros volvieron a tener nombre y apellido, como los tenían antes de las muertes selectivas, antes de los chantajes de la guerra, de las masacres de los paramilitares, antes de los desalojos, de las cenizas de los caseríos de paja, de las estampidas sin rumbos, antes de conocer la humillación. Con esos relatos sinceros y sencillos nació el Colectivo de comunicaciones de los Montes de María, la memoria de veinte años de dolor y resiliencia que Soraya Bayuelo sueña ver transformados en vida, en creación, en música. Como está ocurriendo.
Cuando en el 2012 el Ministerio de cultura buscó de Soraya Bayuelo para producir audios digitales para los niños de Montes de María, el nombre que se le vino a la mente fue el de Alfonso Cárdenas, el amigo de infancia quien había dejado la guitarra popular para convertirse en un músico formado que estaba, después de un periplo por Medellín, en Cartagena.
La vida para Alfonso no había sido fácil. A los 21 años llegó a Medellín en 1991. Empezó con administración de empresas pero terminó enganchado por su pasión en la Universidad de Antioquia formándose en educación musical y luego en la escuela popular de arte de Medellín. Lo arrastró la ola vallenata y terminó tocando con los Gigantes del vallenato, los hermanos Gil Montoya, Ever Vargas, el vallenato de Iván Calderón, Fruto y sus tesos, una carrera en ascenso hasta que un accidente de tránsito lo sacó del camino y lo postró casi por una década sin memoria y con la mitad del cuerpo paralizado. Días enteros redescubriendo las cuerdas, punteándolas una a una le devolvieron el sonido de la guitarra y también su entusiasmo por la música hasta que Alfonso renació en Cartagena. Se reconectó con su tierra, con la música. Sus nuevas composiciones, “Lamentos de la sierra”, “Retorno”, que lloran la masacre de El Salado, y otras tristezas de su tierra, anticipaban que había llegado la hora de regresar al Carmen.
"RETORNO" Una canción de la autoría del director de la Escuela De Música Lucho Bermúdez, Alfonso Cardenas Veloth, en la cual narra una historia sentida de su pueblo. Producida y dirigida desde la Escuela De Música Lucho Bermúdez en asocio con ACV Records y Kc-rolo Records. El Hermoso vídeo es dirigido por Imer Alvis Diaz y Telemontes de María. Marlis Judith Fuentes Gonzalez Maria Paulina Paz Ariza Paul Andres Pineda Herrera Edgar Alfonso Chamorro Sierra Claudia Mejia Celia Barrantes Paula Catalina Rey González Liam Puche Pedro Camilo Vargas Sanchez Sandra Patricia Argel Raciny Sandra Liliana Escobar Cinthya Bettencourt Gracia Valle Claudia Baños Claudia Lucía Grenier Cárdenas Soraya Bayuelo Soraya Cohen Montes Fundación Semana Pacho Vega Haidy Sierra Arias Durkis Estella Tapia Alvarez Daniellis Peñarada Medina Ferney Fernando Fernandez Diaz Walter Cepeda Morocho Gustavo Adolfo Angulo Romero Musicologo Nazar Gabino Salas Casseres Jesús Herrera Jesus David Perez Moisés Eduardo Morante Narváez Rechu Fuentes del Valle Akeber Ibañez OKamell Derlis Arieth Mercado Arias Arleth Cristina Adalberto Herrera Brieva Adalberto Ortega Vasquez Yina Vanessa Alcazar Castro Vanessa Argel Sandra Patricia Rodríguez Sandra Ximena Torres Medina Luis Bermudez Luis Charrys Adriana Ortiz Adriana Marcela Carpio Miranda Escuela De Cuerdas Pulsadas de Guasca Escuela DE Música Guatavita Escuela De Música De Guatavita Junior Medina Si mandamos Jacky Guerrero Leo Lopez Arias Arturo Lopezarias Gildardo Cruz Arias Guido Eduardo Mercado Arias Senen Arias Uriel Viloria Arias Fredy Jose Martinez Ibañez Daissy Maria Arias Monterrosa Ledis Campo Figueroa Ledis Ana Carmenza Diaz Torres Clara Ines Diaz Torres Gabriel Enrique Diaz Torres
Posted by Escuela De Música Lucho Bermúdez on domingo, 9 de agosto de 2015
Tres años al lado de Soraya produciendo audios digitales para los niños de Montes de María hasta que apareció la oportunidad de dirigir la recién creada por el Ministerio de cultura, la Escuela de música Lucho Bermúdez. Sus condiciones de intérprete y compositor sumado a su experiencia con niños unida al entusiasmo por apoyar grupos juveniles que probó en la comuna nororiental en sus tiempos de Medellín, fueron sus credenciales para ganar el concurso convocado por el Ministerio de la cultura. Ahora enseña y contagia energía y optimismo para multiplicar esta experiencia feliz que junto con El rey de los vientos en Yotoco, la Escuela de música de Gutavita forman las escuelas pilotos del ambicioso plan nacional de música para la convivencia del Ministerio de cultura que terminará influyendo sobre la cerca de mil escuelas musicales que hay en los municipios de Colombia.
Alfonso Cárdenas después de treinta años ha vuelto a recorrer barrios y veredas, a despertar con tambores, clarinetes y gaitas, acordeón, talentos adormecidos en comunidades confinadas por el miedo. Casi quinientos niños están vinculados a la Escuela que celebra este 10 de noviembre su primer años; los adultos han recuperado sus tonadas en el coro y los jóvenes sus habilidades en la banda porque en Carmen de Bolívar como en todas las veredas y pueblos de los Montes de María la música está ahí en cada familia, en cada cuadra y el dolor y la guerra van quedando en los imaginarios que sin olvidar se transforman en canciones, baile y fandango, una celebración de vida.