Alejandra Azul de manera delicada toca su respingada nariz de princesa. Le sangra. Ha recibido un gancho y un jab de derecha en un descuido de cuatro segundos. Es el último round de los tres acordados, cada uno a cinco minutos. Los golpes la han impactado justo cuando queda un minuto para conocer la campeona del peso Mosca en el torneo de Artes Marciales Mixtas, realizado por la organización colombiana Striker Fighting Championship (SFC). A las afueras del Royal Center de Bogotá, hay 200 personas que no han podido entrar. El aforo de 1800 espectadores pagando boleta está copado. Después de los certeros puñetazos que Paola Calderón ha conectado, su técnico se para y trata de animarla: “¡Sigue Paola, sigue el jab, sigue, sigue, síguela!”.
El cuarto de María Alejandra Lara Mejía es azul. El cubrelecho es azul, las cortinas son azules, y en algún tiempo toda la ropa de su closet era azul. Incluso, el vestido que utilizó en su fiesta tradicional de quince años fue azul. Además de su obsesión por aquel color, a los siete años sus padres detectaron que era hiperactiva. Por esa razón decidieron apoyarla matriculando su nombre en todas las actividades que le llamaban la atención. Un par de años estuvo en el coro de la red escolar de Medellín y practicaba natación; después subió al coro de cámara de Teatro Musical y hacía nado sincronizado; pero a los 12 años descubrió la pintura y la pasión por el karate.
De inmediato se destacó en aquel arte marcial japonés. El sensei de la selección Antioquia la vio entrenando y la llamó para estudiar con ellos. Quedó campeona en varios torneos departamentales y fue oro en el campeonato nacional intercolegiado. Con aquella base y disciplina la bella adolescente también se interesó por el San Da, un arte de combate chino derivado del Kung Fu, pero quiso ir más allá y comenzó a recibir clases de Artes Marciales Mixtas.
Entonces desde hace dos años los días de Azul son un ajetreo de deporte y aprendizaje: A las 7 de la mañana sale en patines desde su casa en Belén (Las Playas) hasta la academia Combat Training Club, que es como su segunda casa, su familia; De 8 a 10 a.m. perfecciona sus técnicas en MMA, Lucha, Boxeo, Jiu jitsu y Muay Thai; vuelve a tomar sus patines y por la avenida Regional recorre seis kilómetros hasta llegar a la Universidad de Antioquía donde se encuentra con un grupo de amigos con los cuales práctica el novedoso arte de las telas –un performance circense que consiste en realizar trucos en el aire sujetada en telas que miden hasta ocho metros de altura-. Almuerza en el campus universitario y a partir de las 2 p.m. entra a clases en la Licenciatura de Danzas, aunque es de anotar que ya realizó cuatro semestres de Pedagogía Infantil. A las 6 p.m. vuelve a tomar la regional en patines y llega al gimnasio Hard Training para dictar clases de estiramientos y abdominales. A las 8 de la noche llega a su casa y se dedica a leer, le faltan pocas páginas para finalizar el libro erótico El Sabor de la Miel de la escritora siria Salwa Al Neimi.
Hay un debate sobre quién al igual que Azul, le dio por mezclar distintas artes marciales y deportes para hacerse más competitivo. En un especial del canal de deportes ESPN, asumen que el pionero en Artes Marciales Mixtas fue el legendario Bruce Lee, por allá por los años sesenta . El estadounidense que se inicio en el arte del Kung Fu, evolucionó la disciplina hacia un combate más libre a través de su Jeet Kune Do y su lema siempre fue “No tengo un estilo”. Sin embargo, otros le atribuyen al actor solo haberlo dado a conocer mediáticamente a través de Hollywood, porque los expertos dan cuenta que el hombre que innovó en los combates de diferentes disciplinas fue el brasilero Carlos Gracie.
La historia dice que en los años 20 Gracie afirmaba que el Jiu-jitsu era el arte marcial más completo de todos. Que las sumisiones, luxaciones y derribos de este deporte eran imparables. Un maestro de Capoeira se burló de sus comentarios, de tal suerte que Gracie lo retó a una pelea sin reglas, una competencia donde valía todo. El combate duró 10 minutos y tuvieron que pararlo porque el público pensaba que Gracie estaba por matar a su contrincante. Así, la familia Gracie consagró este arte marcial. Helio, hermano de Carlos, perfeccionó la disciplina con novedosas técnicas en el piso, lo que después tomaría el apelativo de Jiu-jitsu Brasilero.
La descendencia Gracie hizo fama por realizar torneos en Brasil, en los cuales retaban a luchadores de Sumo, Kung Fu, Jeet Kune Do, Muay Thai, Karate, Aikidō, Hap Ki Do y Boxeo. Siempre ganaron. Al paso llegaría la masificación. En 1993 John Milius, guionista de Apocalypse Now, le propuso a Royce Gracie –hijo de Helio- llevar las peleas a la televisión privada. De esta manera nació la compañía y franquicia Ultimate Fighting Championship (UFC). En los tres primeros torneos Royce Gracie no tuvo contrincante, pero por una lesión entrenando tuvo que retirarse en la cuarta temporada. Una de las peleas más recordadas fue la de Royce -quien pesaba 75 kilos- contra Dan Severn, un excampeón de Lucha Libre que medía 1.90 y pesaba 120 kilos. Severn ahogó con una metralleta de puños a Royce, pero cuando el referí iba a parar el combate, Royce se zafó y se enroscó como una boa constrictor en una de las piernas del gigante, Severn tuvo que pedir auxilio para que la estrangulación no le arrancara los tendones.
Años antes en China, las peleas de artes marciales mixtas se realizaban clandestinamente. No por casualidad nacieron las películas como BloodSport (Contacto Sangriento) y Double Impact (Doble Impacto) donde conocimos a Jean-Claude Van Damme, un peleador de Kickboxing que enfrentaba a reyes del Sumo y peleadores cochinos de Muay Thai. Más adelante en Oriente se crearía la organización de Artes Marciales Mixtas Pride Fighting Championship. Cuando las peleas entraron al entertainment iniciaron un proceso de regulación. La gente no se quedaría pegada a su televisor tres horas para ver quién era el último peleador que finalizaba de pie. En el año 2000, la Comisión Atlética Estatal de New Jersey codificó una serie de reglas que hoy por hoy regulan a organizaciones como la UFC, Bellator y la organización colombiana SFC. Enumerándolas son cerca de 66 normas que van desde no morder hasta la precaución de realizar los combates en una jaula especial para evitar lesiones de cuello como ha sucedido en la Lucha Libre y en el Boxeo. Una norma contraria a la leyenda urbana que decía que el uso del encierro era para que el peleador que iba perdiendo no se pudiera salir hasta morir.
Económicamente todo iba bien, se contaba con 300 mil suscriptores que pagaban por ver y compañías de cable que se interesaban por el negocio. Pero un fanático del boxeo que veía cómo ese deporte de contacto iba perdiendo adeptos puso el grito en la Casa Blanca. Se trató del Senador republicano John McCain, quien hizo prohibir las peleas en 36 estados de los Estados Unidos. Por aquellos días los promotores de la UFC perdieron más de medio millón de dólares porque algunas cadenas se sumaron a la censura de los combates, presionados, además, porque McCain se convirtió en el presidente del comité regulador de la televisión paga. Sin embargo, en Brasil se popularizó mucho más el deporte llegando hasta, según los entendidos, ser el segundo espectáculo más visto en televisión después del fútbol.
Sobre el cielo del Royal Center iluminan cuatro luces de potentes chorros que llaman al entretenimiento. El montaje de este noveno torneo de Artes Marciales Mixtas tiene todos los ingredientes de una pelea mundial de boxeo en Las Vegas. En el exterior un camión de música potente y cuatro chicas de protocolo muestran sus atributos y hacen que algunos vehículos se detengan. Las entradas tienen un costo de 35 mil pesos en platea general y $60.000 en platea VIP. También se han dispuesto 10 palcos de un millón de pesos con derecho a seis entradas, una botella de whiskey y pasantes. Los palcos se vendieron una semana antes. En el hall antes de entrar a la arena una marca reconocida de casinos ha dispuesto una mesa de póker y una ruleta donde algunos chicos apuestan. Dos marcas de licor rivalizan con degustaciones atrayendo al cliente con chicas y más chicas en ‘pantaloncitos calientes’.
Sobre el fondo de la arena, una gigante pantalla de Led de seis metros de ancho por tres de alto mostrará a cada uno de los peleadores con su respectivo nombre, alias, ciudad, peso, estatura, estilos deportivos y record de peleas. El sonido de concierto anuncia con música electrónica, metal y hasta reggaetón la entrada de cada retador. Dataflash, estrober titilantes y luces robotizadas le dan color a la velada. La jaula de la SFC no es un octágono como las de la UFC sino que ha sido diseñada con nueve caras, con malla de goma, piso semiacolchado y cada poste recubierto de espuma para evitar accidentes. Puestos en sitios estratégicos y subidos en bancos hay tres camarógrafos que se encargaran de registrar cada pelea, contenido audiovisual que es el que da las ganancias. A un lado cinco ingenieros recogen el sonido y el vídeo. En el camerino donde usualmente se instalan cantantes y actores, hay 19 peleadores haciendo una ardua sesión de calistenia con sus entrenadores. Alejandra Azul, es de la única que no tira patadas, se ha sentado en posición yogui, ha cerrado sus ojos y se dispone a meditar.
Los creadores de Striker Fighting Championship (SFC) son dos jóvenes barranquilleros. Los hermanos Roberto y José Gutiérrez, de 33 y 29 años de edad respectivamente, los cuales comenzaron a practicar hace seis años Artes Marciales Mixtas (MMA). A su vez habían fundado la agencia de mercadeo GPS, con la cual lograron realizar la organización de eventos como la feria de automóviles QuillaMotors y el Barranquilla Fashion Week, también realizar campañas publicitarias de BTL y ATL para clientes como Nutresa, Bavaria, Kia, Renault y otras compañías. Pero a mitad de 2012, la pasión por el Jiu-jitsu y el Kickboxing, más la consolidación en Estados Unidos de la UFC y de realitys transmitidos por cadenas como FX y Space, los animaron a crear la primera organización de Artes Marciales Mixtas de Colombia.
En Barranquilla comenzaron a estudiar el mercado, a visitar escuelas y clubes de combate para convocarlos a un primer evento y ver cómo les iba. Se documentaron en todo lo correspondiente al MMA, se contactaron con el referí brasilero Romulo Bittencourt de la UFC y lo trajeron a Colombia para certificar a 10 profesores de artes marciales con el fin de tener sus propios jueces de MMA. Buscaron el respaldo de ocho sponsor y lograron que Avianca, Alcaldía de Barranquilla, Ford, Body Tech y otros apoyaran su proyecto. Pegaron afiches en todo Barranquilla y recibieron más de 30 suscripciones de jóvenes con ganas de pelear. Evaluaron por recomendaciones cuáles eran los más reconocidos, y se lanzaron a realizar la primera velada. El evento se llevó a cabo en el Centro de Convenciones Combarranquilla, con la presentación de siete combates, 14 peleadores y un aforo para 1000 espectadores. Asistieron 1200 personas y la gente salió preguntando cuándo era el siguiente evento.
En un año han organizado nueve veladas. Cuentan que el dinero que han recogido ha sido para volverlo a invertir, porque hasta ahora la compañía apenas está empezando. “Un evento como el del Royal Center puede salir en 150 millones de pesos” dice Roberto, quien es el encargado de la parte económica. El alquiler de aquel sitio les costó 30 millones de pesos. SFC cubre los gastos de alojamiento, transporte y alimentación de cada peleador y dos acompañantes. Dependiendo del nombre y record del deportistas la organización acuerda una tarifa fija para subirse al nonágono; ofertas que oscilan entre un millón de pesos -el menos costoso- y cinco mil dólares con peleadores reconocidos como Fabricio Werdum. Pero para motivar más a los peleadores se crean bolsas de dinero por categorías: pelea ganada, mejor pelea, mejor nocaut, mejor sumisión, etc.
Para este tipo de eventos pagan al distrito los permisos y cubren las exigencias. En estos encuentros se demanda un cuerpo de la Defensa Civil, una ambulancia y dos médicos. La SFC contrata tres galenos más. Así mismo, por cada velada adquieren una póliza global pero, además, aseguran a cada uno de los peleadores por aparte. Los 10 jueces se rotan y en cada evento reciben una tarifa que llega al millón de pesos. A todo esto hay que sumarle el alquiler de pantallas, sonido, publicidad, merchandising y un staff de 40 personas.
—Si alguien se quiere quebrar, que empiece a hacer sin otra entrada económica este tipo de eventos —dice Roberto, apuntando números en una libreta de marca— Hemos perdido dinero, pero esto no lo vemos como perdida sino como una inversión, porque este es un espectáculo que apenas está tomando fuerza en América Latina. Si uno ve, están apareciendo cientos de artistas que se quieren subir a brindar su show. El punto de equilibrio apenas lo estamos alcanzando, y esto es gracias a los sponsor. Pero el negocio de esto no está en las entradas, el negocio está en el contenido audiovisual, en vender un producto que se consume más que cualquier reality o novela.
Curiosamente, José y Roberto no llaman a los peleadores; deportistas o atletas, los asumen como artistas y a los combates como shows. Tal vez no se alejan de la realidad. El primer combate anima a la gente por su historia. Las luces se apagan y suena una canción del reggaetonero Julio Voltio, titulada ‘Pelea’. Un proyector ilumina a un caleño de músculos tonificados llamado Alexander Quesada, alias ‘El Pitbull’. El hombre entra pegándose en el pecho, con el ceño fruncido y cantando: “Y si tu quieres peliar pelea no ronque ma’ y vamo’ allá / Y si tu quieres peliar pelea no ronque ma’ y vamo’ allá / ¿tu buscas pelea? ¡Guapo! /¿tu buscas pelea? ¡Guapo!”. Después suena una canción de trash metal, con guitarras que aturden y una letra que no se entiende. Al otro lado aparece iluminado un delgado joven, enjuto cual Quijote, llamado Edwin Reyes de la escuela de artes marciales Octagon. El primer round no atrae mucho, solo los gritos de ‘El Pitbull’ buscando enfurecer a su rival, el público rechifla pidiendo golpes. Acción. En el segundo corte, las patadas del flaco Reyes suenan como planazos de machete, su contrincante cae, Reyes se abalanza con una tormenta de puños y se sienta encima de ‘Pitbull’ –un ground and pound, llaman a esta posición-, a ‘Pitbull’ solo se le escuchan los aullidos, el arbitro tiene que quitarle al flaco Reyes de encima. El metal le ganó al reggaetón.
Azul, aunque no es esclava de aquel pecado capital llamado vanidad, le gusta verse bella. En su tocador siempre hay perfumes, brillos para los labios y delineadores de ojos. No usa otro tipo de cosméticos. En el centro del cuarto hay un tubo galvanizado para practicar el arte sensual del Pole Dance. Se sube los fines de semana pero no con otra razón de tonificar su cuerpo. Hace poco quedó en el primer lugar en la competencia departamental de Body Fitness, categoría bikini. Al lado de la ventana está el caballete donde pinta retratos y ha incursionado en el paisajismo. En su reproductor de música se destaca una lista de artistas entre los que se encuentra AC/DC, Metallica, System of a Down, Pink Floyd, Rolling Stone, aunque ahora con todo lo que hace le gusta llegar a recuperarse escuchando Bach, Schubert y Chopin.
En sus 19 años de vida nunca ha sufrido una lesión considerable. Cero fracturas, esguinces o luxaciones. A sus padres, Jonh Lara (Ingeniero) y Yeny Mejía (Contadora) nunca los ha invitado a sus combates. “Es un deporte que parece de alto riesgo y prefiero que no se vayan a angustiar”, dice Azul con un marcado acento paisa. Ellos cumplen con apoyarla. En el Club Combat, solo practica con hombres. Hace las veces de Sparring de atletas que pueden pesar el doble que ella, quienes la noquean sin compasión, pero ella se para rápido con la agilidad de una gata acorralada. Azul tiene un aire a Ronda Rousey, la estrella de la UFC, que llegó a las Artes Marciales Mixtas después de ser la primera judoca estadounidense en ganar una medalla olímpica. Solo las separan las cifras: Rousey ganó 75 mil dólares por presentarse a su última pelea.
Los hermanos Gutiérrez quieren llevar al más alto nivel su espectáculo. Han logrado que su sponsor oficial sea Sony Music, que sus peleas sean televisadas por Telmex, agrupar 36 escuelas de artes marciales, inscribir a 90 peleadores, firmar exclusividad con 30 de ellos para que no peleen en otras organizaciones y ahora representan a los cinco mejores. Su carta de presentación es el bumangués Carlos Moyano; categoría welter, especialista en Muay Thai y Boxeo. Para muchos Moyano o “El depredador” fácilmente podría enfrentarse y ganarle a peleadores de la talla de Georges St-Pierre, el mediático campeón en el mismo peso de la UFC. Para José Gutiérrez, Moyano podría ser tan famoso como el multimillonario Anderson Silva o los legendarios Caín Velásquez y el norteamericano Jon Jones.
Cuando el presentador Mauro Jiménez anuncia a Alejandra Azul, todos los hombres presentes se paran. Algunas de las esposas o parejas los sientan. De inmediato se convierten en fanáticos de una mujer a la que apenas han visto. La belleza atrae. Mientras a Azul le revisan los guantes, un espectador llamado Angelo levanta un vaso de ron y brinda por ella. “¡Vamos, mamasita!”, grita. Después anuncian a Paola Calderón y los chiflidos evidencian la preferencia por la atlética Azul. Es la cuarta pelea y ya algunos presentes están pasados de tragos. Botella de Ron Medellín a $100.000, botella de aguardiente antioqueño $80.000, agua, energizantes y gaseosas a $6.000. Una docena de jóvenes son detenidos por el staff de seguridad cuando se acercan a la jaula para tomar fotos con sus cámaras. “Azul, Azul, una foto”, grita un chico. Ella no se inmuta, está concentrada.
Impresiona que durante todo el combate Azul mira a los ojos de su contrincante. Después de la pelea me dirá que es por respeto y para saber cómo va atacar. El circo romano se para y grita “¡dale, dale, dale!”. “¡Yo me dejó matar de vos, preciosura!”. La primera en acertar un golpe es la paisa, una patada voladora (High Kick), que devuelve a Paola hasta las mallas. Pasarán varios jabs que comienzan a cerrarle los ojos a la tulueña Paola Calderón. El primer round es de Azul. La modelo de protocolo que anuncia los rounds ya no despierta tantos piropos como la peleadora. A Paola le dan aire ventilándola con una toalla, mientras Azul solo bebe un poco de agua. En el segundo round Paola logra tirar a la lona a Azul, se va sobre su humanidad, se enroscan como ganchos de ropa, no hay sumisiones, solo agarre. Azul logra reponerse y asume un ground and pound, varios golpes acertará sobre el rostro de su rival.
El fanático Angelo dirá que la tulueña agacha mucho la cabeza y que Azul espera mucho a que su contrincante ataque “una estrategia que la hace ver mal, como si se echara siempre para atrás” narra el muchacho. El bullicio ahoga la voz del coach de Paola que está desesperado. El segundo round también será para Azul. Al final se ven cansadas, la paisa con inteligencia solo espera y empuja a su rival hacia atrás con hachazos de miedo. Azul ha dejado su guardia abajo por lanzar una patada, pero como en un resuello de ahogada Paola saca un gancho que aturde a su contrincante y la remata con un jab en toda su nariz. Vanidad de vanidades, cuando Azul siente su sangre bordeando su labio superior se desconcentra pero sigue en guardia, no tira puños, solo toca su respingada nariz de princesa. Azul gana por decisión unánime.
Por @PachoEscobar