Una paradoja y una tragedia política deben representar para Gustavo Petro entregar el poder a Enrique Peñalosa.
En el gobierno que se autoconsideraba el más puro y radical, el poder ha pasado de la izquierda al centro derecha, culminado el ciclo político que con gran éxito y fundadas esperanzas inauguró Lucho Garzón hace doce años.
El triunfo político alcanzado por el M-19 en la Constituyente en 1991 y el triunfo de Lucho Garzón en la Alcaldía de Bogotá constituyen sin duda los dos más importantes triunfos y logros políticos de la izquierda en toda su historia.
La elección de Lucho rompió con más de un siglo de hegemonía de los partidos Liberal y Conservador y de sus disidencias creadoras. En pleno primavera del uribismo y la euforia de la seguridad democrática, la confianza inversionista y la cohesión social, logró lo que parecía un imposible: conquistar Bogotá para la izquierda, un importante nicho desde el cual resistir a la euforia uribista que se apoderó del país y que se prolongó por tres periodos, incluida la elección de Juan Manuel Santos. Su elección rompió la hegemonía de los partidos tradicionales, responsables de la manera como se constituyó y gobernó la ciudad por más de 150 años. Un hito político para la historia de la ciudad y para de la izquierda.
El mayor mérito de Lucho fue sin duda haber convertido lo social en la prioridad del gobierno de la ciudad. Su propuesta de la Bogotá sin Hambre fue ampliamente respaldada en las urnas no solo por sectores populares del sur, sino también por amplios sectores de las capas medias que encontraron justa y razonable su convocatoria en favor de una mayor equidad social y combate a la pobreza.
Su gobierno trazo la orientación y el derrotero en materia social de los posteriores gobiernos de izquierda. La gratuidad de la educación, el fortalecimiento de la educación pública mediante la construcción de más de 50 megacolegios, la extensión de la jornada escolar con el programa Bogotá una gran Escuela, la construcción de comedores comunitarios para las personas en estado de pobreza extrema o indigencia , el establecimiento de los comedores escolares, la creación del programa salud a su hogar, el fortalecimiento de las políticas de inclusión de la mujer y de las minorías, la más destacada sin duda la visibilizaban, defensa y reconocimiento de los derechos de las comunidades LGTB. Tanto Samuel Moreno como Gustavo Petro acogieron y mantuvieron la gran mayoría de la políticas sociales inauguradas por la Lucho Garzón, en algunos casos con nuevos nombres (Bogotá bien alimentada por Bogotá sin hambre) o con menor o mayor énfasis en algunos programas.
Aunque la movilidad no fue su gran prioridad cumplió con la terminación de NQS y construyó la Troncal de Suba. Culminó la Avenida Cali paralizada durante más de cinco años y dejó contratada la Troncal de la 26 y proyectada la Troncal de carrera Séptima
Lo logros en materia social alcanzados por Lucho permitieron que la izquierda continuara gobernando la ciudad con la mayor votación por candidato alguno de izquierda, 920.013 votos. La elección de Samuel Moreno significó el germen de la derrota que hoy ha sufrido y lamenta la izquierda. La mayor equivocación fue sin duda haber entregado el gobierno de la ciudad y la imagen de la izquierda a un advenedizo que, como lo demostró el propio Petro, fue pieza clave y parte de la empresa criminal del Carrusel de la Contratación, que de manera calculada y premeditada saqueó los recursos públicos y consumo el más grande escándalo de corrupción de la ciudad. El gobierno de Samuel se llevó de calle no solo los dineros públicos sino también la imagen y credibilidad del Polo. Su dirigencia lo defendió hasta último momento. Hizo suya la consigna uribista de que Samuel gobernara hasta cuando fuera destituido o puesto preso e incluso calificó la destitución como un acto de persecución política.
La debacle que significó para el Polo el Carrusel de la contratación fue capitalizada por Gustavo Petro, quien junto con Carlos Vicente de Roux y Luis Carlos Avellaneda pusieron al descubierto el tamaño de la corrupción que se había apoderado de la ciudad. Con gran tino se apartó del Polo, constituyó su propia fuerza política bajo el nombre Progresistas y aprovechando el prestigio alcanzado como parlamentario se la jugó por la continuidad de la izquierda en el poder. La división de sus adversarios en cuatro candidaturas de centro derecha le permitió con un 30 % de la votación conquistar la alcaldía.
La confrontación y la polarización fueron los principios que guiaron el gobierno de Petro. Desde el primer día fue un gobierno que dedicó, al mejor estilo del recordado presidente Samper, sus mayores energías a defenderse de sus adversarios políticos que representaban la no despreciable cifra del 70 % de la opinión ciudadana. Medir fuerzas desconociendo la debilidad propia facilitó la labor de sus enemigos, que no eran pocos.
Una mezcla entre adanismo y mesianismo fue otra de las características de su gobierno. En sus propias palabras: “El primer Gobierno de izquierda (Lucho) concertó y no hizo rupturas. El segundo (Samuel) no fue de izquierda, fue de corrupción. Y este ha sido un Gobierno de izquierda que ha querido hacer ruptura, y por eso recibe este embate. Veremos el resultado el domingo”.
Petro caso todas las peleas posibles: unas obligadas, otras absolutamente inoportunas: con el Concejo de la ciudad, el procurador Ordóñez, el contralor y personero distritales, el presidente Santos, los medios de comunicación, el ministro de Vivienda, Vargas Lleras, los taurinos. La precariedad de sus resultados, frente a las promesas y metas programáticas que se trazó, se explica en buena parte por la debilidad en su capacidad de ejecutar las políticas. La inestabilidad permanente de su equipo de gobierno fue caldo de cultivo para la improvisación. Ganó la batalla política contra el procurador Ordóñez pero perdió en el terreno de la ejecución de las políticas y el logro de resultados, particularmente en materia de movilidad y seguridad.
Ninguno de sus grandes proyectos de movilidad se hizo realidad: El metro, el tranvía o tren eléctrico por la Séptima, la habilitación de la red férrea de la ciudad, el tren de cercanías, la construcción de las troncales de Trasmilenio por la 68 y a Boyacá todos quedaron en la fase de estudios o como posibilidades. Terminar de organizar SITP fue su mayor logro tangible en materia de movilidad.
Convirtió el twitter, el manejo extrapolado de las cifras y la magnificación de sus realizaciones en el medio privilegiado para defender su obra de gobierno. Presentar como suyos los logros acumulados por la izquierda en materia social fue una reiterada forma de sobredimensionar sus ejecutorias.
El reagrupamiento de la otrora dividida y escindida izquierda (Jaime Dusán, Carlos Romero, Carlos Bula, Iván Cepeda, Aida Abella, Jorge Robledo, Antonio Navarro, Luis Carlos Avellaneda y el propio Petro) en torno a la candidatura de Clara López no fue suficiente para impedir la debacle causada por el voto castigo. La izquierda unida esta vez fue vencida.
La primavera de Petro terminó en un fatídico invierno de derrota y con ella la suerte y futuro de Clara López, el Polo y la izquierda.
La ciudadanía ha movido el péndulo hacia el centro derecha. La izquierda volverá a la oposición y está obligada a defender su mayor logro: la política social como sumatoria de derechos que en medio de aciertos y errores logro para los más pobres. Pero para ello no basta pensar en el lugar común de simplemente unirse, requiere una refundación, renovar su dirigencia, conectarse con las nuevas demandas y realidades de los bogotanos, realizar un mea culpa creador. La política tiene la virtud de que siempre empieza para los que persisten.
Publicada el: 26 oct de 2015