Cartagena, lugar paradisiaco, bañado de sol, brisa y mar, una ciudad hermosa llena de gente amable y alegre, declarada distrito turístico y cultural en 1991 y, anteriormente, conmemorada en 1984 por la Unesco con el título de patrimonio histórico de la humanidad debido la importancia que representa a nivel mundial.
Pero este bello y maravilloso lugar no es más que una ciudad que lleva años dormida y que aún no despierta cuyo sinónimo es el conformismo. Donde las esferas sociales se ciegan única y exclusivamente en el fanatismo político, la discordia, la complicidad y el beneficio personal, que a diferencia de las postulaciones del economista Adam Smith, en su obra la riqueza de las naciones, la ultima señalada no genera ningún beneficio Social ni colectivo, al contrario adiciona al municipio un sinfín de inconvenientes.
Es triste que sus pobladores, por simple ignorancia o egoísmo, se hagan los de la vista gorda a los problemas que visiblemente acarrea la ciudad, conllevándola a seguir cayendo en el mismo juego absurdo que la desangra, social y económicamente.
¿Cuándo será que la ciudadanía entienda que no son ellos los que debe rendir pleitesía ante el dirigente y que es el dirigente quien debe hacerlo ante ellos? ¿Cuándo será que la sociedad comprenderá que los ciudadanos son los que tienen el poder y la disposición para cambiar las cosas?
Lo anterior se refleja en la corrupción plurilateral que existe entre políticos, funcionarios públicos, sociedad y empresas privadas.
El ciudadano se vuelve participe y cómplice de la corrupción en el momento en que este ofrece su voto, visto bueno o simplemente por apartar la mirada a cambio de un bien, un servicio o un cargo.
De las empresas privadas cuando ofrecen dineros, beneficios y patrocinios a dirigentes políticos o ciudadanos para que de esta manera puedan tener vía libre de perpetrar un lugar o institución determinada, a su antojo.
Y de los funcionarios y políticos cuando abusan de su autoridad, se apropian de los bienes que pertenecen al estado (peculado), se apropian indebidamente de fondos que se han destinado para un cargo o función establecido (malversación), cuando por afinidad, preferencia o lealtad se realizan contrataciones, sin tener en cuenta el mérito ni la capacidad para ejercer el cargo (nepotismo), al momento de aceptar sobornos por cualquier motivo o circunstancia, entre otros. un ejemplo que abarca algunos de los mencionados es de como algunos funcionarios públicos y políticos, en actividades conjuntas y organizadas reclutaron contratistas, utilizando su permanencia laboral como pretexto o la extensión de sus contratos; a su vez incorporaron personas ofreciéndoles, cargos “permanentes” o duraderos, dinero, regalos entre otros “beneficios”. Según El artículo 38 de la Ley 996 de 2005 y en los numerales 39, 40, 41 y 42 del articulo 48 de Ley 734 de 2002, Código Disciplinario Único, lo anterior esta prohibido e incurrir en estas faltas graves, se supone, que genera sanciones que van desde la destitución a inhabilidad general del cargo.
Para evitar este tipo de inconvenientes existen los organismos de prevención y control, la procuraduría, la contraloría y el Consejo nacional electoral (CNE), los cuales, lastimosamente, también inciden en los delitos ya señalados.
Pero esto es lo mínimo que se puede esperar cuando las instituciones distritales están plagadas de la crema innata de la flojera, el despotismo, la incompetencia y la complicidad, contenidos estos cuatro adjetivos, en funcionarios ausentes, mejor conocidos como puestos corbatas; siendo estos los causantes de la mala administración y del atropello de la transparencia en los procesos de selección de personal capacitado para ejercer funciones en pro de una Cartagena equitativa, funcional y menos violenta.
Otra cuestión a poner en tela de juicio es la contracción de fantasmas, esto se explica con el siguiente ejemplo: se crea un contrato a un cargo real pero la persona que se beneficiara monetariamente no puede firmar por ser funcionario publico de planta o por tener una OPS (orden de prestación de servicios) en el mismo lugar de donde se expide el puesto; entonces se le pide el “favor” a una individuo para que el contrato a despachar salga a su nombre y este tercero pueda firmar como un nuevo elemento que cumplirá con las funciones establecidas en la formalidad. A cambio se le da un beneficio, el cual puede ser el pago de su pensión y su seguridad social, si éste no es cotizante, o se le retribuye con un porcentaje de el valor establecido por el cargo a “desempeñar”. El termino fantasma me pareció apropiado por que físicamente no existe la persona que debería cumplir con el deber señalado. Además, también existe una modalidad muy común para el robo de los activos destinados por parte de los funcionarios de alta alcurnia, este se realiza bajo la inflación de los costos para la adquisición o alquiler de recursos que cada dependencia y la alcaldía necesitan; esta inflación variará dependiendo del presupuesto de cada una para no ser “descubiertos”.
Mientras en esta ciudad son muchos que siempre han vendido su conciencia, a través del tiempo, por 20.000, 50.000, 100.000 pesos, un mercadito que les durara pocos días, una gorra, un suéter, un cargo entre otras cosas. Existen otros pocos soñadores; los que de verdad quieren que Cartagena se situé en el lugar que le corresponde, que sus ciudadanos sin importar condición social puedan disfrutar de una ciudad incluyente que les brinde beneficios y que sea generadora de oportunidades. Para ello es necesario aplicar, lo que me he atrevido a llamar como eugenesia en materia de administración publica.
Ojalá, los que se posesionen a raíz de su victoria en estas elecciones sean consientes de aportar a la ciudad en vez de mandarla nuevamente al carajo.