'Uribe es un pilo'

'Uribe es un pilo'

'Si Colombia quiere mirar los mejores hombres de la historia, tiene que mirar a Álvaro Uribe'

Por: Mario Serrato
octubre 19, 2015
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'Uribe es un pilo'

'Trabajar, trabajar y trabajar' fue un lema que si bien dio a conocer siendo presidente de Colombia, formaba parte de su estilo de vida desde que era un estudiante brillante en las aulas de la Universidad de Antioquia.

Siempre fue frentero. Por allá en 1994, en plena campaña política a la gobernación de Antioquia le lanzó un puñetazo a Fabio Valencia Cossio en una extraña disputa en la Registraduría de Medellín, el mismo día de las elecciones. Otro ejemplo de su temperamento se produjo con una joven estudiante en Bogotá a quien enfrentó con gallardía y respeto en una manifestación en la que cantaban vítores en su contra y logró sacar de esos contradictores enaltecidos y hostiles, un sonoro aplauso cuando terminó su intervención.

Ni hablar del consejo comunitario en Buenaventura, en el que ordenó la captura y el retiro del recinto del secretario de Gobierno de ese municipio por una denuncia sobre vínculos con el narcotráfico. Ese 26 de octubre de 2006, Adolfo Chipantiza sintió la fuerza de las convicciones del presidente de la República y su don de mando.

Pero si de ser cumplido e intenso se trata, resulta obligatorio hablar de los agotadores 305 consejos comunitarios que presidió durante sus ocho años de gobierno, en los que su puntualidad, su fuerza y su energía inagotables llenaban de admiración a Colombia y al mundo entero.

En relación con los militares y sus operaciones, fue un decidido e inmejorable socio. Los apoyó, los respetó, los protegió de sus enemigos y los dignificó.

La Operación Jaque, solo por mencionar la más brillante de todas, lo tuvo en primera fila. El operativo cinematográfico en el que fueron rescatados colombianos y extranjeros de un infame secuestro, fue reconocido por el mundo entero como la operación militar coordinada más eficiente y audaz de que se tenga conocimiento en décadas de historia militar.

Al dejar la presidencia, y siendo senador de la República, una estudiante de derecho en Pereira le hizo llegar un video en el que un profesor universitario hablaba mal de él y no lo pensó dos veces: una andanada de trinos salió de su Twitter y un par de días después estaba en la universidad reclamando respeto por su dignidad y buen nombre.

Los guerrilleros de la FARC y del ELN sintieron su fuerza como en ninguna otra época de la larga guerra en Colombia y tuvieron que replegarse atemorizados y desconcertados, fuerza y convicción que los obligó a reducir su accionar al mínimo y casi los lleva a la extinción.

Las personas que fuimos testigos de sus ocho años de gobierno, y que nos sorprendimos con su atención y rigor con los detalles, admitimos sin ambages que le cabe el país en  la cabeza.

Los militares, desde su época de gobernador, le corrían de modo gustoso e inmediato. Y acataban sus órdenes con eficiencia y rigor porque sentían su mando y autoridad.

Por estas razones admirables que lo hacen un personaje virtuoso e inimitable, es que resulta incomprensible que siendo gobernador de Antioquia no haya respondido con eficiencia, puntualidad, prontitud, energía inagotable y don de mando a la masacre de El Aro, en el municipio de Ituango, y la indefensa población haya padecido tres días de atropellos, asesinatos, disparos, puñaladas, violaciones y posterior desplazamiento, sin que ese admirable colombiano haya hecho gala de ninguna de sus virtudes mientras ese crimen miserable se presentaba a menos de 100 kilómetros de su despacho en una época en la que el celular y la radio de comunicación satelital permitían atender cualquier queja en el ámbito del departamento de Antioquia en cuestión de minutos.

Así como esas capacidades no les sirvieron a 18 campesinos asesinados en la masacre del El Aro, y a más de mil familias desplazadas de Ituango, tampoco es permisible que todas esas virtudes disuadan a la justicia de la obligación de enjuiciarlo.

A la justicia no le tiene por qué importar que Uribe sea un pilo.

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