Rusia, aliada incondicional del presidente sirio Bashar al-Assad, está jugando doble en Siria. Básicamente hace lo mismo que los países protagonistas de esta guerra. Tras comenzar su bombardeos hace una semana en territorio sirio, no solo está atacando a los terroristas del Estado Islámico, también ataca por medio de sus aviones de combate a los rebeldes sirios que desde el principio de la guerra civil en Siria se manifestaron contra el presidente. A pesar de que desde Moscú lo nieguen, más allá de atacar las bases de Estado Islámico, han atacado aldeas en donde la mayoría de la población son civiles, y a la oposición siria.
Los países del golfo, junto a Arabia Saudita, Estados unidos y sus aliados han reclamado por los ataques a los grupos rebeldes que los ayudan a luchar contra Estado Islámico. Sin embargo, está sucediendo algo parecido a lo vivido en Ucrania unos meses atrás durante la crisis de Crimea en la que tropas rusas entraron ilegalmente a Ucrania y arremetieron, al tiempo que estos ataques eran negados una y otra vez por Vladimir Putin. Incluso, la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte, de la cual son miembros 28 estados) se ha involucrado acusando a Rusia de empeorar la guerra y ha exigido que deje de bombardear a los rebeldes y se concentre en eliminar al Estado Islámico. Al bando de los reclamos se suma Turquía, debido a los aviones rusos que invadieron el sábado pasado espacio aéreo turco antes de atacar en Siria, una acción calificada como inadmisible por la OTAN y los países miembros.
Por otro lado, Irán, un país de peso en la región y que tiene gran influencia en Siria, también apoya al actual gobierno Sirio y ha anunciado que próximamente empezara a enviara ayuda a Siria y combatir a los insurgentes que estan en contra de Bashar al-Assad y a los yidahistas del Estado islámico. China, Rusia e Irán estarían evitando que Estados Unidos y sus aliados occidentales al derrotar a Bashar se apoderen del petroleo (actualmente en poder de Estado Islámico, mayoritariamente) y que logren poner un gobierno de turno que respalde sus intereses y se produzca una hostilidad peor de la que hay ahora. Esta es una teoría que surge después de la invasión de 2003 en Afganistán e Irak, de la cual nacieron grupos terroristas siendo el más importante de ellos Estado Islámico, que contrario a la poca relevancia que varios gobiernos occidentales incluido EE.UU. les dieron cuando efectuaron sus primeros ataques, demostraron ir muy enserio y ser bastante peligrosos no solo en Oriente Medio, si no para todo el mundo. Mientras tanto, EE.UU y sus aliados quieren destronar al dictador sirio como un primer paso para el fin de la guerra que ha durado casi cinco años.
Detrás del interés común que une a todos los países, ya sea del lado del gobierno sirio o no, la metas es destruir a Estado Islámico y desarmar la amenaza que representan a nivel mundial, a pesar de las diferentes estrategias que se han llevado a cabo durante más de dos años, el grupo yidahista sigue expandiéndose y no parece detenerse pronto. Será también un reto importante y uno de los puntos principales en la agenda del próximo presidente de EE.UU. No es un secreto que en el rompecabezas actual algunos países juegan un papel más importante: Turquía, Rusia e Irán son un ejemplo, y sus decisiones y movimientos en Siria pueden empeorar la situación de un país que se ha convertido en un campo de batalla donde los más inocentes son los que más pierden. Si la relación con Siria sigue empeorando, la OTAN podría desplegar sus tropas en Turquía y prepararse para atacar. Bashar al-Assad, frente a los alegatos que han generado las acciones rusas en Siria, va en contra y ha pedido que se incrementen los ataques para destruir a los terroristas; una vez más, resta importancia a que la mayoría de víctimas de los ataques bajo su mando han sido civiles inocentes, y los intereses personales respecto a permanecer en el poder se anteponen al valor de la vida humana.