En Dubai nadie sabe cuál fue la verdadera razón de la temprana y repentina muerte del príncipe Rashid. Tenía apenas de 33 años. Aunque la versión oficial da cuenta de un infarto, todo indica que sus excesos con el alcohol y las drogas le pasaron cuenta de cobro. Una sobredosis le habría costado la vida. Ya en 2008 había sido apartado de la línea para suceder a su padre, el Emir de Dubai. A pesar de ser el mayor de los 22 hijos del jeque árabe, perdió cualquier posibilidad de ocupar el trono, mientras que Hamdan, su hermano menor, fue nombrado príncipe sucesor. Nunca hubo una explicación oficial de la decisión. Desde entonces no se volvió a saber mucho de Rashid. Su presencia en actos públicos se redujo y hasta encontrar una foto suya en internet era tarea ardua; fue como si el rastro de Rashid hubiese sido borrado de la faz de la tierra.
El príncipe Hamdan, hermano menor del fallecido Rashid y futuro Emir de Dubai es toda una sensación en redes sociales. Entre twitter e Instagram tiene más de 3 millones de seguidores. Tiene prohibido fotografiarse con mujeres, pero hay rumores de una agitada vida sexual que desfoga en orgías con mujeres, y hombres.
Mientras en Dubai el príncipe era velado con honores y el gobierno declaraba tres días de duelo, al otro lado del mundo, frente a las rejas de una lujosa mansión en Beverly Hills, una empleada doméstica ensangrentada pedía a gritos ayuda para no ser violada por otro príncipe árabe, quien ya habría hecho lo mismo con al menos cuatro mujeres. La policía irrumpió en la casa y se llevó a Majed Abdulaziz Al Saud, heredero de Arabia Saudí, quien a sus 28 años se encontraba de vacaciones en California, y tras pagar una fianza de 300.000 dólares recuperó la libertad tres días después. El 19 de octubre le espera una audiencia de imputación de cargos y si es condenado podría pagar hasta ocho años de cárcel, pues no tiene inmunidad. No es la primera vez que un joven monarca árabe tiene choques legales en California. El jeque Khalid bin Hamad huyó de Estados Unidos luego de conducir su Ferrari amarillo a toda velocidad en Los Ángeles, mientras se hospedaba en el Wilshire Grand Hotel.
Estos escándalos serían la punta de un iceberg que podría destapar las fastuosas vidas de los playboys árabes donde el lujo, el sexo y las drogas son protagonistas. Príncipes como los anteriores no hay muchos, pero los que existen se han convertido en un dolor de cabeza para sus familias. Vienen de potencias petroleras como Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes y Kuwait. Todo indica que mientras en sus reinos son venerados como jefes de Estado, una vez azota el calor del verano árabe se van a gastar sus incalculables fortunas en los placeres mundanos de Occidente. Además de las costas de California, Londres es otro de los sitios predilectos. Los habitantes de la capital británica ya están acostumbrados a convivir con las excentricidades de los magnates árabes todos los años entre mayo y septiembre.
Fue uno de estos príncipes, cuya identidad se mantuvo en secreto, el que en alguna ocasión pagó medio millón de dólares por charlar 15 minutos con la actriz Kristen Stewart, protagonista de la saga Crepúsculo. El pago se hizo por adelantado y fue donado a las víctimas del huracán Katrina.
En Londres suelen alojarse en propiedades de sus familias o en suites de hoteles, entre los cuales el Dorchester es el favorito, pues cuenta con un parqueadero en frente. La mayoría tienen entre 21 y 25 años, y su estadía en Londres depende mucho del clima. Si llueve más de la cuenta, emigran hacia el sur de Francia. Los británicos los describen como clientes sumamente exigentes. Quieren todo de inmediato. No aceptan un “mañana” como respuesta. Aunque son ostentosos, también gustan de ser absolutamente reservados con su vida. Lo responden todo con monosílabos, usan gafas oscuras y evitan dar sus nombres o ser fotografiados.
No llegan solos. Aerolíneas como Qatar Airways, Saudi Arabian Airlines y Kuwait Airways han habilitado el servicio para llevar los vehículos. A mitad de año despegan los jets desde la península arábiga hacia el aeropuerto de Heatrow, cargados con sus costosos juguetes. Las aerolíneas cobran 30.000 dólares por el transporte de cada vehículo. Una vez ahí, aprovechan para hacer todo lo que el resto del año no pueden hacer en sus países de origen. Saben que de vuelta a casa les espera una estricta disciplina árabe, que algún día se casarán y cada verano es una oportunidad única para entregarse al goce y el placer.