Casi siempre he rodado solo en bicicleta por las calles de Bogotá y sus alrededores. Solo en los inicios de mi adolescencia salía con algunos amigos, pero realmente ha sido un espacio individual. Disfruto mucho de la compañía, infortunadamente no siempre es un plan atractivo para todos y la necesidad de rodar en bici me llevó a acostumbrarme a hacerlo solo desde el inicio… me gusta así. La verdad es que ha sido en su totalidad un espacio para encontrarme conmigo mismo, al tiempo que me uno y fluyo en el caos de la urbe. Llevo haciéndolo 28 años y aún no ha pasado un día que no celebre este estilo de vida. Mi esencia es redibujar con las ruedas de mi bici el paisaje de una ciudad que me empuja a ser transportado en el ahogo de lo mecánico y repetitivo, de lo superfluo y agitado, de lo agresivo y delimitado. Desde que un día en mi primera bicicleta decidí salir de las pequeñas y relativamente seguras calles de mi barrio, para enfrentarme a un bullicioso monstruo llamado tráfico, fue claro que la advertencia que me hacían en casa para no montar en la calle tenía todo el asidero posible y que incluso se podían quedar cortos. Lo bonito, lo bueno, lo feo, lo malo, lo triste, lo bizarro, lo real y lo postizo, lo público y lo oculto, todo eso y más se puede contemplar desde una bicicleta.
Pero mucho se ha hablado sobre lo que el pedalear otorga a un ser humano, especialmente ahora que nuevamente es boom mediático e incluso contenido de campaña política y de lo que llaman algunos el bicifascismo. Por eso no me ocuparé de enumerar las virtudes y bondades de montar en bicicleta, pues después de todos estos años he aprendido que a pesar de que cada persona puede ganar cosas en común con los demás, la experiencia individual marca una gran diferencia. Por tanto no para todas las personas la bicicleta debería ser lo mismo, ni “venderse” como un estilo de vida, ni de transporte, ni de deporte, ni de protesta, ni de nada. Cada quién lo vive a su manera si es que quiere vivirlo.
He conocido muchas críticas y sentido los prejuicios que genera en esta sociedad el no tener carro y vivir subido en una bicicleta, por eso hoy es algo extraño percibir que es la moda, lo in, lo ambientalmente más moral, la tendencia ecologista, el tópico snob que hoy reúne a mucha gente al igual que una secta, el acto para mostrar lo avanzados que somos en movilidad y vernos muy europeos, una forma de ser sexy o de evidenciar que se ocupa la salud y la figura.
Si alguien quiere salir a recorrer las calles en bicicleta, solo coja una bicicleta y hágalo. Ponga mucha atención a todo y no pretenda ser el dueño de la ciudad cuando empiece a sentir el poder que da el pedal. Use la protección completa y manténgase visible siempre; recuerde que comparte el espacio con otros seres humanos. No es necesario que pertenezca a algún club o grupo de ciclistas, tampoco que monte coreografías ridículas con su bicicleta, no requiere tener la bici más esbelta, la más cara, la más ligera o la más robusta, ni siquiera debe preguntarse cómo se llama lo que está haciendo… solo hágalo y si le gusta hágalo al día siguiente.
Entonces ruede y sea libre.
