La reciente visita de la senadora Claudia López a la zona de frontera levantó más rasquiña que otra cosa, y no era para menos. En Cúcuta, por ejemplo, la llegada de la senadora destapó la olla de lo indecible, “que la ciudad esta presa de la corrupción”, como dice la gente, que después de Ramiro Suárez poco o nada ha cambiado y que hoy en día las mismas maquinarias se disputan el pastel.
En Ocaña la cosa fue parecida, López hizo enérgicas declaraciones sobre lo que se cocina en la llamada “Villa de Caro”, compra de votos, constreñimiento a empleados en entidades públicas, y hasta presunta corrupción en las universidades de la región. Lo que sorprende en este caso es el silencio que se siente en estas ciudades, tal vez como voz populi todo se debe al “engrase” de los medios de comunicación de la zona donde, según los desprevenidos ciudadanos, se mueven buenas sumas de dinero para callar los presuntos hechos de corrupción.
En Ocaña las campañas van lideradas por nueve candidatos, divididos en maquinarias y voto de opinión, lo que parece una pugna entre la politiquería y la decencia. La situación no se despeja del todo, pues las sumas de dinero que se despliegan en algunas ya alcanza los topes permitidos, sin contar que la última semana de octubre es definitiva para “engrasar” los supuestos líderes y la contabilidad puede cambiar.
Ocaña ha pasado de ser una las ciudades importantes en el ámbito regional para quedarse en un último lugar: sin Terminal de Transportes en funcionamiento, pues este se le mueve a medias, y donde los transportistas son quienes ponen las condiciones; sin aeropuerto y, por consiguiente, sin vuelos permanentes, peligrando su permanencia ante el auge del Aeropuerto Hacaritama, ubicado en Aguachica; sin eficiente servicio de agua potable, pues en algunos sectores solo reciben cuatro de los seis días de la semana; sin un nivel de atención eficiente en salud, ya que el hospital ha llegado al colapso y no se avizora un tercer nivel. A esto se le suma el manejo politiquero que le hace sombra y que no lo deja despegar porque desde la cúpula se dice por quién votar o no votar, so pena de represalias.
El trabajo del único representante a la Cámara se limita a visitas esporádicas y solo se da para raquíticos anuncios, lo que ha permitido que nuevas figuras de la costa le comiencen a mover el “butacón”. Del lado de la asamblea departamental la cosa no es menos ruidosa: los veteranos se quedaron esperando la pensión y los nuevos a trabajar por sus empresas particulares, olvidando al elector. Con este panorama es poco el cambio que se puede dar y respecto al tema de las universidades pasará un largo tiempo para que se den las intervenciones al respecto, y logren encausar la academia que, por ahora, está acolitada por la “autonomía” universitaria que hace “ochas” y “panochas” con un presupuesto superior a cualquier ciudad y del cual poco o nada se vigila.
Por ahora, la llegada de la “brava” senadora, prende ventilador en la región, donde la corrupción pulula como Pedro por su casa, y de la cual los políticos raizales no se atreven a hablar. Le tocará a cada ciudadano analizar por quién va a votar, ya que de los mismos dependen los próximos cuatro años de alegrías o de decepción. Por lo pronto, la llaga de los “aludidos” se descarna ante una de las brillantes senadoras colombianas.