Como espectador de un partido de tenis, veo pasar la bola de un lado a otro de la red. Después del saque, ambos jugadores pasan alternativamente la bola, en busca de que su rival no pueda devolverla. El lanzamiento de la bola de gente hacia el otro lado de la verja dio lugar a las razones y las sinrazones. A voz en cuello se apeló: “No se puede permitir que los paramilitares, los narcotraficantes, los delincuentes infiltren el país para violar la ley bolivariana”. Más nada fue más oportuno porque al otro lado de la red la cosa estaba color de hormiga: “Los chicos malos son los otros. Lo que pasa es que la caída de los precios del petróleo lleva a qué la situación esté inmadura”.
Pero la baja de los costos del combustible afectó a las locomotoras; peor, la cuesta del dólar hizo que se iniciará la trepada de los precios de la comida importada, de tal modo que, la gazapera “fue que” había que ocultar el fracaso de la santa economía”. Entonces, el nacionalismo estremeció la patria, pues con el valor del crudo a menos de 60 dólares se tuvo que apelar: “A Colombia se le respeta”. Él otro señaló, con voz meliflua; “Una patrulla de la guardia fue atacada por los paras, por lo tanto, cumpliendo la Constitución decretó el estado de excepción. Los bachaqueros no permiten que nos bañemos con jabón, se comen el arroz y se llevan las pimpinas”. Allende se recogió la bola con una piedad inmensa. En la línea de los media uno de los prohombres repartió: “Un mercadito para la señora”.
El argumentum ad misericordian dilató una orilla. Más desde el otro lado, se dijo que el presidente buscaba dar seguridad a los nacionales. Y la pelota volvió a cruzar la frontera con dolor de patria, según un energúmeno. Y desde el otro costado se esgrimió, desde la economía a la orilla del colapso -de las supuestas democracias-: “El gobierno ha soportado demasiado”. En aquel momento, en ese tira y afloje, hubo encuentro para crear un ambiente de entendimiento. La canciller manifestó: “el problema se arregla si no se subsidian los productos”. Y la falacia emocional al pueblo dejó ver que al otro lado la cosa estaba dura.
Y en la polvareda, emergieron los organismos internacionales, ingresaron a consulta los embajadores y; a uno y otro lado de la linde, los pobres, los desplazados y vaciados quedaron jodidos, porque sólo tienen derechos humanos los propietarios y, ellos- los desplazados- no tienen nada.