Como tantas otras personas que salieron del país en el 2000, Juan Bernardo Martínez, un joven bogotano de 20 años, se iba con la esperanza envuelta en una media creyendo que la próxima vez que regresaría sólo encontraría de Colombia un pedazo de bosque chamuscado por culpa de la guerra. Tenía sólo lo justo para llegar a Montpellier, sur de Francia y pasar allí unas cuantas semanas. Se matriculó en la universidad y empezó a estudiar letras, pero el gusto por la literatura no era compatible con la academia. No habían pasado dos años y ya quería volver a escapar.
Regresar a Colombia era una posibilidad que cada vez contemplaba con más determinación a pesar de que las noticias que llegaban desde allá no eran las más alentadoras. Los paramilitares empezaban a expandir su oleaje de terror y las libertades individuales cada vez eran más despreciadas. Sin embargo las razones que tenía para permanecer en Francia eran cada vez menos fuertes. Todo cambió hasta que empezó a hablar de literatura con Phillipe, el librero que se parqueaba al frente de la universidad a vender su mercancía. Le ofreció un trabajo y Juan Bernardo, amante incondicional de los libros, aceptó feliz el hecho de convertirse en un traficante de sabiduría.
Pero para un trashumante estar dos años en un mismo sitio es algo insoportable, por eso, aprovechando el hecho de haber nacido por accidente en Bélgica, viajó a Bruselas. Cuando salió de ese país era un bebé de meses y los recuerdos que podía tener descansaban casi que inertes en el subconsciente. No tenía papeles, era un inmigrante latino más buscándose un lugar a codazos en el opresivo ambiente europeo. Entonces, se encontró en Bruselas con Rafael Espinel, músico y amigo de toda la vida y ambos crearon La chiva gantiva y Juan Bernardo descubrió entonces, a raíz de los performance que montaba para el grupo, que lo suyo no era la literatura, ni la música, sino la puesta en escena, el teatro.
Y entonces encontró su lugar en el mundo y supo que pronto eso de tener que lavar platos para sobrevivir y de estudiar una carrera que no amaba, sería parte del pasado. Entró al conservatorio de Bruselas y se reveló como un potente actor. Hizo casting para La resistible ascensión de Arturo Ui, la emblemática obra de Bertolt Brecht en donde se satiriza la llegada al poder de Adolfo Hitler, sorprendiéndose al llevarse, nada menos y nada más, que el papel protagónico. Seis meses duró la obra siendo ampliamente elogiada por los críticos belgas.
Sin embargo, para este eterno inconforme, el ser un intérprete no le era suficiente. Él aspiraba al control absoluto en una obra y por eso se decidió a convertirse en director. Conversó con Eric Durnez, un reconocido dramaturgo belga recientemente fallecido, que escribió para él Abril-mayo 45 grados, una fábula de anticipación en donde los europeos, al ver que sus bosques se secaban y que la lluvia ácida carcomía la piel, tenían que salir a buscar refugio en África. El proyecto fue premiado por el ministerio de cultura de Bélgica y le fue otorgado un rubro cercano a los 80 mil euros.
Juan Bernardo y su grupo de trabajo cruzó el Mediterraneo y llegaron a las desérticas tierras de Benin y Costa de Marfil. Usó a actores de esos países para su puesta en escena y mientras las realizaba, en las estrelladas y frías noches del norte africano, empezaba la titánica tarea de adaptar los tres cuentos de Angelitos empantanados y El atravesado al teatro, transformándolos en una sola historia.
Apasionado por el autor caleño y aprovechando la traducción al francés que hizo en el 2012 Bernard Cohen de Que viva la música, Martínez pretende con su adaptación teatral acercar al público belga al universo caicediano. El gobierno de ese país le otorgó el año pasado un subsidio de 30 mil euros por su trabajo y el estreno está previsto para el 17 de noviembre. Aprovechando que en enero pasó por Colombia decidió encontrar el apoyo para presentar la obra acá pero hasta el momento todas las puertas se le han cerrado.
Perseverante y decidido, a pesar de la negativa que le hizo la organización del Festival iberoamericano de Bogotá, Juan Bernardo Martínez ha traído a los cinco actores europeos que conforman la obra y harán presentaciones en Colombia a partir de este jueves 10 de septiembre y el viernes 11. Él espera, con la confianza del inmigrante que lo ha soportado todo, que la empresa privada o la misma institucionalidad, se digne a apoyar lo que sería la primera puesta en escena en francés de los escritos de Andrés Caicedo.