Da comienzo un nuevo ciclo con miras a las eliminatorias al Mundial de Rusia 2018, no hay duda que el año 2014 fue un año exitoso para el deporte colombiano. Los acontecimientos del Mundial de Brasil, en su momento, se consideraron podían ser tenidos en cuenta como una nueva metáfora para escenarios como la educación, la cultura, el trabajo, la política, y en general, para modificar hábitos de nuestra realidad nacional.
Con las participaciones de la selección de mayores en la Copa América de Chile, la selección sub-20 en Nueva Zelanda y la selección femenina en Canadá nuevamente revivimos la fiebre amarilla del pasado mundial en tierras cariocas. Sin embargo, a la par de esta situación nos enterábamos de los bochornosos actos de corrupción en el máximo ente rector de este deporte, la Federación Internacional de Fútbol Asociado –FIFA-.
Situaciones bochornosas que trascienden el mundo extra futbolístico mediante el arreglo de partidos con el pago de sobornos a jugadores y árbitros, trucar las apuestas, vender al mejor postor las sedes del mundial y contratos de patrocinio.
Pero en el terreno de juego no se quedan atrás las situaciones violentas brotan (pululan) como el cabezazo de Zinedine Zidane hace unos años en la final del Mundial de Alemania 2006, la mordedura de Luis Suárez en el Mundial de Brasil y la más reciente la acción excremental de Gonzalo Jara en la Copa América de Chile.
Pero seamos sinceros el actual estado de nuestro amado fútbol reproduce los peores comportamientos como sociedad, ni nuestro nobel Gabriel García Márquez escapó a ello al decretarse un "energúmeno, limpio de cualquier barniz que pueda ser considerado como el último rastro de civilización" y en un hincha intempestivo.
En el caso de nuestros jugadores de la selección absoluta en la Copa América de Chile tenían fresco lo sucedido en Brasil, con más derroche de fortaleza física que mental en el encuentro disputado entre Colombia y Brasil como si fuera un corte de cuentas jugaron un partido en el que salió a relucir un Bacca desconocido pero que evidencia la exacerbación de nuestra violencia y de la cual muchos aplaudieron.
Bastaba con que Bacca no se fuera a los puños -se asemeja al le voy a dar en la cara…- con un Neymar contrariado, afectado por haberse quedado sin mundial, su infantilidad brotó, nosotros aún con las ganas de revancha.
Son de nuestro agrado dichas conductas en el campo de juego, las aplaudimos, nos parecen muestra de berraquera, apelamos a tener la razón y las consideramos justas.
Por el lado de las mujeres, su reclamo de igualdad, por no tener la reproducción de los partidos por los canales de televisión nacional más que ello debieron estar preocupadas por el éxito deportivo lo cual generará ellas fueran el centro de atención.
Mientras, con los más chicos, los de la Sub 20, el panorama también es desalentador con un técnico como el Piscis Restrepo que tenía unos talentos increíbles e infortunadamente es un técnico mezquino, más por una cuestión dirigencial que por otra cosa está allí, y todo parece apuntar será el técnico que dirija en los Juegos Olímpicos de Brasil 2016, ojalá no sea sombrío para los nuestros.
Tanto en Colombia como a nivel orbital contamos con unos directivos más preocupados del espectáculo del todo vale; en palabras de Bielsa “tanto afán por captar la emoción del que llora porque el equipo gana o pierde”, quienes son estos señores para manchar el fútbol que yo he defendido ¡Juego limpio señores, juego limpio!.
Necesitamos vacunarnos de todo tipo de violencia, necesitamos un comportamiento a la altura de los acontecimientos, referís, entrenadores, jugadores y del público que asiste a los estadios a retomar la confianza y a exigir de hacer del fútbol y de las sensaciones que despierta una alegría sin igual, no amarillista sino tricolor.
@jesugacabrales