Uno de los negocios más importantes de estos señores está cambiando, y a profundidad.
Lo saben algunos de los que trabajan para ellos y que han empezado a hacer cosas, menos de las que hay que hacer, pero a hacerla finalmente. Hablo de su brazo armado más potente: los medios de comunicación.
Hoy basta con tener una buena idea, una dosis de creatividad y un amigo con conocimientos sobre la mecánica de las redes para montar un canal de comunicación. La receta es sencilla. Cada vez se ve menos televisión, en cambio, se consumen más señales audiovisuales que llegan "hasta por el tubo del agua".
El imperio de las llamadas cuatro pantallas, la de la tablet, la del smartphone, la del PC y la del televisor ponen al servicio del receptor una colección de opciones en las que termina ganando, por ejemplo, la herramienta más cercana, el instrumento en el que escribo esta nota: el Smartphone.
Con mi denominado teléfono, que a su vez es herramienta para escribir, para investigar, para evaluar y hasta para soñar, y con el que, en ocasiones, hablo con alguien, yo, que soy un migrante, no un nativo digital, hago la mitad de las cosas que se hacen en un día común.
Con él grabo piezas audiovisuales sobre lo que vivo a diario, las edito con un programa sencillo, las llevo a un canal de YouTube y lo producido está a la vista posible de seis mil millones de personas que es el público posible de las redes sociales.
La magia está en que lo que produzca una interpretación a la mayor cantidad de personas posibles.
Ejemplos hay por millares, piezas sencillas con contenidos fáciles que tienen audiencia porque interesaron o porque simplemente consultaron a la masa .
Si aun tiene dudas, devuélvase un poco, revise a través de qué canal y con qué herramienta me lee. Apuesto que lo está haciendo con un smartphone y a través de un trino que proviene de alguien que en la red lo compartió a través de Las2orillas.