Maduro y Uribe: provocadores irresponsables

Maduro y Uribe: provocadores irresponsables

'Nunca hacen nada que no tenga relación directa y vulgar con sus mezquinos propósitos políticos'

Por: Mario Serrato
agosto 28, 2015
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Maduro y Uribe: provocadores irresponsables
Foto: tomada de lafm.com.co

Imagínense a un general del ejército norcoreano, con su uniforme de gala y sus condecoraciones doradas orinando en la base de la estatua de la libertad una tarde soleada de julio, dos meses antes de una jornada electoral en los EE.UU. y en camino a pronunciar un discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas.

La Humanidad no tiene que hacer grandes esfuerzos con la imaginación para conocer provocadores de esta naturaleza.

Durante más de dos siglos la orden de Orange, una fraternidad religiosa ultra protestante, surgida para la celebración de la victoria del rey Guillermo de Orange sobre  Irlanda en 1690,  se ha dedicado a discriminar a los católicos de esa nación y a humillarlos recordándoles la derrota militar pasada. A los miembros de esa orden no les dio por otra que pasar su marcha de celebración del 12 de julio, por las calles del barrio de católicos derrotados a quienes con ademanes retadores y actos arrogantes, provocaban hasta conseguir que se produjeran disturbios los que dejaban muertos inocentes, y la consecuente zaga de odio incrementada un año más durante siglos.

No sobra mencionar que las marchas de la orden de Orange se hacían más agresivas y altaneras si había proximidad con un periodo electoral.

Ariel Sharon, el líder y militar israelí, enemigo hasta la bilis de Yasser Arafat y uno de los hombres más odiados por los habitantes de la franja de Gaza, en cuanto comprendió que los diálogos de paz entre palestinos y judíos estaban a punto de culminar con un acuerdo definitivo, se presentó con los miembros más militarosos de su partido Likud, en una zona en disputa llamada Al Aqsa, reconocida como el tercer sitio sagrado de los musulmanes, después de La Meca y Medina, y ahí fue troya. Los diálogos se interrumpieron y a la postre fracasaron, los odios resurgieron y una intifada que dejó más de 10 mil muertos en cinco años, le aseguró la victoria electoral en Israel.

Tras esa visita provocadora, diseñada para causar  un efecto concreto, el militar manipulador, con un cinismo de gorila, declaró: “No soy culpable de nada. La visita del jueves al Monte del Templo (Al Aqsa) tenía un marcado carácter conciliador. Quería demostrar que ambas religiones pueden convivir en paz”.

En la noche del lunes 24 de agosto de este año, el político colombiano Álvaro Uribe Vélez,  a dos meses de las elecciones regionales, se hizo presente en el puente que une las fronteras de Colombia y Venezuela en el departamento de Norte de Santander, con el único propósito de arengar a unos deportados indignados hasta la médula por la situación que atravesaban.

Dos días antes, en una decisión de caballo, y a cuatro meses de las elecciones del Congreso de Venezuela, el presidente Nicolás Maduro se había ensañado contra la población colombiana residente en la república bolivariana, por lo que emitió en su contra una orden de deportación masiva e indiscriminada.

La ejecución de la orden ilegítima se adelantó con la misma mentalidad de caballo con que fue emitida.

Aunque Uribe no podía hacer nada efectivo en beneficio de los deportados humillados, y Maduro no tiene la inteligencia para comprender el tamaño del error, el discurso incendiario del expresidente y la arrogancia de Maduro cayeron sobre los afectados indefensos desesperanzando por completo una salida ideal a la situación.

El imaginario general norcoreano, con su meada afrentosa, los miembros de la orden de Orange con su arrogancia anglosajona, Ariel Sharon y el partido Likud, con su cinismo de invasores, Álvaro Uribe con su oportunismo de paracaidista y Nicolás Maduro, con su inteligencia de bacteria, nunca hacen nada que no tenga relación directa y vulgar con sus mezquinos propósitos políticos.

Nunca aceptan nada diferente a su ideario,  jamás permiten que otras opciones se desarrollen en el escenario de la democracia, no soportan que otros tengan mejores razones y argumentos, y para alcanzar sus propósitos, cada día más oscuros y nocivos, se convierten, cuando encuentran la oportunidad, en provocadores irresponsables.

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