Suescún, bogotano, es un notable traductor que ha vertido del francés la poesía de Rimbaud, además de Madame Bovary, y del inglés los poemas de Yeats. Cuentista, autor de El retorno a casa, uno de los libros emblemáticos de esa narrativa urbana de seres vencidos en medio de proyectos irreales. Luego de un largo silencio nos sorprende con Opiana, un informe, en la línea de Kafka, de un viajero que se topa con un mundo creado en torno al consumo de opio, donde los seres sueñan despiertos, inmersos en su propio yo. Pero esa cuidad sumergida entre nieblas, con una gran Torre que la preside y dominada por un Siempre Joven Soberano y su Regente, está organizada de tal manera que La Otra Parte, algo así como una colonia agrícola, la provee de sus necesidades materiales y permite a los elegidos entregarse a su vocación de filósofos, cultivadores del diálogo y proclives a la resolución de enigmas, en la placidez de un acolchado ensueño.
Pero cada uno de los capítulos en que este viajero extraño trata de darnos cuenta de su arribo a ese mundo marcado por “el olor amarillo del opio” es contrastado por una lectura posterior que critica, matiza o refuta sus primeras impresiones, y plantea otros puntos de vista sobre ese engranaje de jerarquías. Sobre ese control, en apariencia laxo, que se ejerce sobre todos y cada uno de los habitantes, y donde el narrador, poco a poco, se siente cada vez más satisfecho y relajado, comparado con su anterior existencia de amores mediocres y negocios fracasados. Solo que el olvido es otro de los rasgos distintivos de Opiana, donde no se hace nada, la historia se desvanece, y una Caverna debajo de la Torre brilla con la fosforescencia de los huesos allí acumulados. Ciudad y campo, torre y planicie, filósofos y materialistas, ya está armado el esquema básico para que allí surja Bella, la mujer que arrastrará esta voz a una dicha incomparable, donde se recupera la naturaleza y la historia y, al final, secuestrada por los agentes del Regente, verla desaparecer, en el dolor perpetuo de querer volver a Opiana, de recobrar ese paraíso del cual si bien intentó fugarse nunca podrá dejar del todo.
Pues allí, al fin y al cabo, se piensa en lo que puede ser un Estado, desde la época griega, y se mide cómo alguien puede inducir a soñar, en determinado sentido, y mantener así un orden de sumisiones y expectativas. Esta parábola se abre en múltiples senderos ya que su fuerza radica en la fría exigencia poética del renovado misterio.
El libro fue publicado por El Áncora Editores, 2015, y esta reseña apareció en la revista Diners en la edición de agosto.