“Si tener la tierra es tenerlo todo, entonces perder la tierra es perderlo todo”. Con esta frase Patricia Ayala Ruíz empieza una narración incómoda, confrontadora y circular. Este documental, con un potente uso de la imagen, hace que los escenarios captados cautiven al espectador para después involucrarlo en la más profunda realidad, por demás injusta, de un país rural. Rural pero improductivo. Hago énfasis en las expuestas por Alfredo Molano en las que denota que “…el 41 % de los 113 millones de hectáreas de uso agrícola está en manos del 0,4 % de propietarios; y a su vez, el 70 % de las fincas tienen menos de cinco hectáreas: son los campesinos los que producen el 70 % de la comida, pese a que estamos importando 10 millones de toneladas en alimentos gracias a los TLC” añadido a esto, está el fenómeno de compra de terrenos por parte de grandes empresas a aquellos que se les restituye su tierra, si es que se les restituye. En cuatro años se han resuelto 2.000 casos y se han devuelto 100 mil hectáreas. Amnistía Internacional afirma que se trata de una “ley defectuosa” y que la resolución de los casos es parsimoniosa. Este año, Santos prometió agilizar el proyecto a través de la llamada Estrategia 20-15. Aunque cuidado, también esto es solo aparente.
Un Asunto de tierras es una exploración al insólito procedimiento de la reclamación de tierras a través de testimonios de algunas víctimas de Las Palmas, Bolívar. Así mismo es una denuncia al “congresito” de hoy, de ayer y de siempre. Mientras se debate una ley histórica, los honorables parlamentarios no asisten a las plenarias. Los que asisten engullen su comida, ven mujeres en paños menores en el computador y no dejan hablar a sus colegas. La atmósfera de nuestro Congreso, de la Ley 1448 de 2011, de las víctimas, del país en general, resulta absurda, como una ilusión, repetitiva.
Es un documental incómodo para los creadores de la ley, para las víctimas a las que no se les ha reparado y para el espectador mismo. Es bien sabido lo engorroso que resulta cualquier reclamación, denuncia, o proceso ante algún estamento judicial en nuestro país, pero más allá de evidenciarlo, este documental involucra al espectador en las entrañas de un sistema burocrático ineficaz e insolente. Da la sensación que la ley es una alternativa, pero una vez finalizado el procedimiento se llega al mismo punto y no ha pasado nada, circular, aparente, como un relato kafkiano.
En Colombia se han robado seis millones de hectáreas, como si se robaran Suiza entera. Hay alrededor de cinco millones de personas despojadas de sus tierras. Estos desgarradores enunciados hacen parte de la narración del documental mientras se ilustra la cotidianidad, los procedimientos de reclamación, los testimonios de despojo y la imposibilidad de un retorno con todas las garantías. Esto se debe a que ahora, después de un desalojo, de una masacre, es un pueblo fantasma, improductivo, cayéndose a pedazos. Aunque cuidado, también esto es solo aparente, ya en la zona hay evidencia de compra de terrenos para cualquier cultivo extensivo que se les ocurra a los genios de la agroindustria de este cuento de hadas.
Este documental esta lleno de imágenes poderosas, una fotografía muy bien lograda. El poder de la imagen resulta transformador. Así mismo, el poder de la imagen literaria.
El próximo 27 de agosto se estrena en nuestro país el documental Un asunto de tierras, dirigido y escrito por Patricia Ayala Ruíz.