Hace unos día una nota de prensa titulaba "Iván Cepeda admite haberse reunido con Paola Salgado en la cárcel", por medio de la presente quisiera confesar que yo también estuve allí, ¿y qué? En Colombia hay presos por motivo de sus convicciones políticas. En el mundo las personas presas no dejan de ser seres humanos y los sindicados no tienen por qué ser tratados como culpables antes de juicio. La apertura de este proceso en sí misma ha intentado tener un efecto devastador, consistente en ganar réditos políticos sacando pecho por realizar una "captura eficiente" al tiempo que se siembran dudas de los vínculos de las guerrillas con el movimiento estudiantil y social. Con el tiempo, conforme se descubrieron los primeros elementos probatorios (además de la grosera/irresponsable exhibición de algunas notas de prensa sobre la vida íntima de las y los jóvenes) y se realizó la imputación de cargos, la opinión pública notó, con asombro que a estos 13 jóvenes en ningún momento se les acusó por hechos del Porvenir y que la juez del caso los consideró peligrosos por su liderazgo estudiantil. Sin embargo, el objetivo de sembrar miedo a merced de la justicia y beneficiarse políticamente de las capturas ya había sido cumplido.
Lo que vimos ese día en las cárceles (Modelo y Buen Pastor) fue a jóvenes con ganas de ingresar libros y organizar un plan de estudios, de comer bien y recibir las medicinas necesarias, con ganas de saber qué estaba pasando afuera y cómo podían ellos denunciar las injusticias que habían vivido en carne propia, y las indignidades que sufren a diario en UPJs URIs y cárceles. En últimas, con la ambición de vivir en los libros y las letras más allá de esos muros.
También vimos a funcionarios del INPEC muy atentos con nuestra misión de verificación: pisos recién trapeados y promesas de buen trato que deberían realizarse para todos los presos de este país. Máxime cuando a la cárcel es un lugar de exclusión social y no de resocialización. En Colombia van mayoritariamente jóvenes/pobres, como en EE.UU., que encierran mayoritariamente a inmigrantes/afrodescendientes.
Aquí no trato de defender su inocencia, para eso cada uno de ellos está bien representado y "la historia les dará la razón"; más allá de eso, de lo que se trata es de exigirle a un país que está a portas de un acuerdo de paz, una justicia con plenas garantías sin distinción política. Sin capturas de estudiantes en helicóptero y con trasmisión en vivo, sin audiencias de 20 horas de corrido para legalizar un captura que se legaliza incluso luego de que se venzan los términos, sin filtraciones indebidas a los medios, sin reuniones a puertas cerradas entre jueces y policía antes del fallo, sin declaraciones irresponsables e imputaciones incoherentes. No hay sindicados menos inocentes que otros por pensar diferente, ser líder estudiantil no me hace peligroso.
Nada más contraproducente para un postacuerdo que pretenda respetar el derecho de no repetición que el inicio de una cacería de brujas contra estudiantes o activistas por sus convicciones políticas. Este país vio morir un movimiento político y miles de almas jóvenes que en los noventas soñaron un país distinto y terminaron desaparecidos físicamente. Luego de muchos años, ha renacido la esperanza y ha crecido un grupo de jóvenes que estamos comprometidos con un pacto generacional; seremos la generación de la paz con cambios que merece esta bella y atormentada Nación. Lo más grave de este episodio, donde se ha visto al Estado ejerciendo todo su poder para encerrar a estos jóvenes contra viento y marea, es que deja la zozobra de que en el lugar de ellos pudimos estar cualquiera de nosotros a los que no nos tiembla la voz para manifestarnos ante las injusticias de las que somos testigos.
Señores gobernantes y jueces de blancas canas, se equivocan y no contendrán nuestro ímpetu porque nosotros no queremos estar tras las rejas o detrás de un fusil (sea del bando que sea). Nuestro compromiso es con la construcción de una Nación en paz con justicia social, donde la gente pueda tener una educación de calidad sin importar dónde viva o cuánto gane, donde los políticos de turno no sean ladrones de poca monta o serviles ante los abyectos intereses privados y contra las necesidades de la gente de a pie, donde la reconciliación se respire en lo cotidiano. Esos 13 jovenes encerrados, más allá de lo que pase en el proceso, seguirán volando con su espíritu a través del estudio y la organización política para traspasar los muros donde pretenden exiliarlos. Confieso que fui a visitarlos ¿y qué? Todo para confirmar que en Colombia hay gente joven con esperanzas.
- José Jans Carretero P.
Representante Estudiantil Universidad de los Andes.
Abogado. Estudiante de Maestría en Políticas Públicas.