“Está claro que hay que transformar el campo, la política, la justicia; hay que sacar la política de la guerra” P. Francisco de Roux, S.J.
Los últimos cien años de la historia colombiana han estado marcados por signos de violencia, la cual ha quedado registrada no solo en los documentos oficiales, sino también en la dignidad pisoteada en los diferentes conflictos que han marcado el rumbo de un pueblo aguerrido y sacrificado.
Quizá, debido a que la violencia colombiana ha tenido matices de todos los poderes, es que ha sido necesario plantearla en obras separadas, y ha dado pie para que diversos y especializados autores desarrollen escritos y discursos en su afán por contarle al pueblo las atrocidades vistas en el campo de guerra o las ideologías usando su máxima “el fin justifica los medios”.
“Esta es la grandeza de cada uno de nosotros. La que desarrolló la ética liberal sobre el principio de "trata a los demás con el respeto con que quieres que los demás te traten a ti"; la que llevó a Kant a afirmar que ninguno de nosotros puede ser utilizado como medio, porque cada ser humano es un fin en sí mismo.” Dijo El P. Francisco de Roux, S.J. en uno de sus discursos, refiriéndose a la dignidad humana.
El reconocimiento al papel de estos escritos en Colombia puede mantenerse al margen de la crítica que califica métodos (que a diferencia de la política no tiene intereses tácitos), para dejarla sobrevivir en un mundo de agradecimiento por ser una herramienta de memoria colectiva y de sensibilidad humana que desea evocar lágrimas y preocupaciones de madres, viudas, huérfanos, vecinos y sobrevivientes a hechos de horror.
Es por esto que en esta tierra no es posible separar hechos de barbarie con arquetipos. La clasificación acerca de cuál víctima mortal fue más ofendida, cuál huérfano fue más desafortunado o cuál pobreza es peor, no ha sido definida en ningún renglón, en ninguna frase o palabra porque el único fin es recalcar que la dignidad -que es el único valor no modificable del ser humano- está siendo pisoteada, y en parte el Estado es culpable de ello por incluir la política en el proceso de paz.