Con todas las denuncias que escuchamos y leemos en los medios, no hay duda que los partidos políticos están pidiendo a gritos una reforma de verdad, una que contribuya a devolverles su naturaleza, que los convierta en organizaciones decentes y dignas de la credibilidad de los ciudadanos a los que supuestamente representan. Suena duro pero es real, los partidos deben ser los pilares fundamentales en los que se soporte la democracia, pero están cumpliendo el lánguido papel de sepultureros de la misma.
Son demasiadas denuncias en todos los medios, tanto nacionales como locales, medios escritos, visuales y hablados. No pocos describen el ejercicio de la política como “la actividad más viril del ser humano”, la que debería ser el medio para buscar el poder, creando la mejor forma de gobierno para conducir el desarrollo de ciudades y regiones, resolviendo las necesidades inminentes de la gente y en especial de los más débiles.
Pero ha terminado la política en casi todo el país, convertida en lo contrario, un medio para enriquecer a unos cuantos incapaces que generalmente no saber ni siquiera hilvanar diez frases coherentes para construir un mínimo discurso. Sin embargo, se pasean muy orondos como nuevos potentados ostentando riquezas en varias de nuestras regiones, ante inermes ciudadanos que creen equivocadamente que no tienen poder.
No se aterren, virilidad no es únicamente lo que piensan, significa transparencia, y en sentido estricto es un “vidrio muy claro y transparente que se pone delante de algunas cosas para preservarlas o defenderlas, dejándolas a la vista”. Desafortunadamente la función política que nos debería interesar a todos, porque se trata del Gobierno, del manejo de nuestra vida diaria, de nuestra calidad de vida y bienestar, se ha convertido en una actividad oscura que se desarrolla a escondidas de los ciudadanos, porque en las campañas solo vemos el resultado de estrategias, mientras lo feo se mueve detrás, y es la verdadera manera de hacer elegir al candidato.
En el Gobierno es peor, porque lo que en campaña hacen y deshacen con dineros sucios o excesivos, una vez elegidos lo siguen haciendo pero con nuestro propio dinero, con lo que pagamos en impuestos, pero solo vemos lo que publican los medios, a pesar de que son muy pocos los alcaldes y gobernadores que se ocupan de demostrar que gobiernan con transparencia. Ni hablemos de los concejales, diputados y ediles, a los que menos importa y ni siquiera rinden informe periódico de sus actividades… si es que hacen algo, digo.
¿Cómo resolver este grave problema? Solo hay una forma: educando a la gente pero entendiendo que educar no es solamente construir colegios, que lo principal es enseñar y formar a la población. Me refiero a que además de las asignaciones básicas (enseñadas con calidad), se imparta una formación política a través de talleres diseñados para cada edad, de manera que en todos los cursos se contribuya a formar a las y los estudiantes en participación política, ejercicio ciudadano y democracia.
Se deben adelantar también campañas en medios masivos y educación no formal a los ciudadanos, pues es la ignorancia y el desconocimiento lo que nos ha llevado al malfuncionamiento de la democracia.
Como no podemos sentarnos a esperar a tener ciudadanos formados que aprendan a votar y a exigir sus derechos, mientras tanto la Justicia debe cumplir su función; con tantas denuncias debería perseguirse efectivamente a los corruptos y castigar severamente los delitos electorales, es por ello que la Policía, el Consejo Electoral, la Procuraduría, la Fiscalía y demás entidades involucradas, deberían actuar en consecuencia, pues dichas instituciones, solo se ven en comunicados y ruedas de prensa, pero la gente quiere y espera ver capturas y las respectivas sanciones.
Si bien es obligación educar y formar a los ciudadanos, la coerción aún es indispensable para que los ciudadanos actúen en consecuencia.
Como vemos lo que falta es autoridad, solo así se puede garantizar que las próximas elecciones sean limpias y la política, cada vez más viril.