Oscuro. Todo está oscuro aquí. ¿Me duelen las piernas? No. No me duelen. No siento las piernas. Me pesa el mundo entero sobre el pecho. Eso sí. Me oprime. Siento toneladas de nosequé encima de mí. Toneladas. Tengo frío. Todo pesa aquí, hasta el silencio. Estoy envuelto en silencio y frío y oscuridad y miedo, ¿dónde estoy? ¿Cuándo vine a parar acá? No me puedo mover…
La Escombrera. Montañas de desechos depositados a cielo abierto en la parte alta de la comuna 13, en el corazón de 23 barrios. Hasta acá suben —porque todavía lo hacen— volquetas que desfilan con su carga de residuos de construcción. Aquí —a pesar de saber que este mismo territorio es una fosa común conocida por todos, que guarda decenas, cientos de cuerpos de personas fueron ejecutadas, masacradas, asesinadas— se ha seguido utilizando como depósito por parte de cinco empresas que, con la carga de sus vehículos pesados, ayudan a compactar y crecer esta montaña.
¿Cuánto habrá quedado Nacional? Jueputa, no fui al partido. Matame verde matame. Uno aquí embolatao sin saber nada de nada, qué mierda. No volví a ver a nadie, a nada, solo veo esta maldita oscuridad y siento estas ganas de llorar. Si pudiera gritar. Si al menos pudiera gritar…
El año en que tantos desaparecieron y fueron sepultados en La Escombrera el Atlético Nacional resultó segundo en la primera edición de la Copa Suramericana luego de perder contra San Lorenzo de Argentina. Ese mismo año en la cancha de fútbol del barrio El Salado las balas venidas de cualquier lado mataron a un niño con síndrome de down que quisieron presentar luego como guerrillero vistiéndolo con un camuflado nuevo, dicen.
Yo pude haber sido papá. Yo pude haber terminado el bachillerato. Yo pude haber salido del barrio. Parce, yo pude haber sido tantas cosas. ¡Ay, la cucha! ¿Cómo estará mi mamá? Ella se volvía un manojo de nervios cada que me veía salir de la casa, me decía que llamara que ella avisaba si se podía ir a dormir a la noche o si ya no había entrada al barrio. Y esos frijolitos. La gloria esos frijolitos. Mi mamá tan bella y tan verraca que nos levantó a todos ella sola yendo a cuidar hijos ajenos, limpiando casas en las que nunca va a vivir. La casita nuestra la mejoramos entre todos, eso sí era orgullo. Yo habría hecho lo que fuera por ella…
La operación Orión fue concebida como la “retoma de la comuna 13” con acciones de guerra en zona urbana como nunca se han vivido en Colombia. Estableciendo un cerco en toda la comuna por todo flanco aislándola de la ciudad —el centro de Medellín está a minutos de allí— reforzando la estrategia con la participación de tanques artillados, disparos desde helicópteros Black Hawk, amplia tropa militar desplegada en terreno y el apoyo de 800 hombres al margen de la ley del bloque Cacique Nutibara según consta en las declaraciones judiciales del confeso comandante paramilitar alias Don Berna. El alcalde de la época, Luis Pérez Gutiérrez, se llamó a sí mismo “El Pacificador”.
Me duele el olvido. En serio. Que nadie se acuerde de uno es muy jodido. Claro, es que los parceros decían que iban a ser amigos de uno toda la vida, no toda la muerte. A mí no me gusta estar muerto. No pude decir adiós. Yo no quería que me enterraran así, como si uno fuera un bulto que no le importara a nadie. A mí me llevaron que por que yo le ayudaba a los guerrillos que habían llegado al barrio y eso no es verdad, si se quedan en la casa de al lado ¿uno qué va a hacer? Cuando todo eso se prendió con Orión lo que menos importaba nada era si algo era verdad o no. Era la guerra. La casita la agarraron a bala, a todo el barrio lo incendieron. Yo estaba en la tienda haciéndole un mandado a mi mamá cuando me gritaron el nombre. A mí me llevaron delante de mi hermana. Ella les suplicó. Yo les dije que no le hicieran nada. Y agarraron conmigo pa´arriba…
Los crímenes cometidos desde el 16 de octubre de 2002 en contra de la comunidad en los pocos días de la Operación Orión —que recibe el nombre mitológico de un cazador ciego y que fue una operación en concordancia con su nombre— y las sucesivas acciones que le siguieron cono la Operación Mariscal y otras más sobre el mismo territorio en medio de una populosa población civil configuraron un campo de violencia y exterminio que recuerda escenas vividas en Bosnia y Ruanda. La Escombrera es una fosa nada común: ha sido señalada como la fosa común a cielo abierto más grande del mundo en suelo urbano. Por favor, no es un primer lugar para sentirse orgullosos.
Yo no estaba muerto cuando me empezaron a tirar tierra encima. Yo sentía la sangre caliente mojándome la camisa y un dolor en todo el cuerpo como si me hubiera electrocutado. Yo me oriné ahí. Después dejé de respirar. Esto no es lo mismo que quedarse dormido. Todo quedó oscuro. Pa´siempre. Siguieron llegando cuerpos de muchos más. Un entierro después de otro, ahí tirados, pero sin misas ni ataúd ni bendiciones ni gente llorando sino con insultos, disparos pa´ rematar a los muertos y basura encima y tierra cayendo encima de todos. Una montaña de escombros. Una montaña de muertos. Eso somos.
Después de 13 años, en la Comuna 13, de reclamos de parte de las víctimas empieza la remoción de esta montaña en procura de la exhumación de los cadáveres que se arrojaron allí para ocultar el horror cometido. Se estima un número cercano o superior a 300 víctimas —desmembradas, descuartizadas, en su mayoría— que fueron sepultadas allí. Hoy están bajo el equivalente a un edificio de seis pisos bajo tierra. Tal es el tamaño de la excavación que se ha de hacer. Bajo esta montaña han querido enterrar la verdad que hoy busca salir a la luz después de la oscuridad.
Oscuro. Todo aquí está tan oscuro. Tengo frío. Yo le pediría a usted que me regalara un padrenuestro a ver si descanso, yo por aquí tenía un escapulario. Cómo le digo. ¿Usted se sabe mi nombre?
@lluevelove