El 9 de abril de 1948, un día de fuego y lluvia, tras el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, se desató un torrencial río de sangre, uno que no se seca aún. Serán en breve 80 años de violencias concurrentes, violencias degradadas, violencias metidas a la fuerza en el alma de un país que anda fatigado de granadas y discursos, de promesas y torturas, mientras ha enterrado a causa del odio a cientos de miles de personas y ha dejado miles de otras anónimas a trozos en fosas comunes.
El bipartidismo liberal - conservador, inteligencia de Estado, el paramilitarismo, el narcotráfico, las FARC y el ELN, la criminalidad multipropósito, las nuevas FARC, los nuevos paramilitares, así se han pasado los brazaletes y la posta los violentos que de uno u otro modo han terminado por confundirse en una amalgama de máscaras intercambiables.
Y es precisamente otro de abril de 2024 cuando uno de los personajes simbólicamente más vinculados a la pugnacidad política en Colombia, el expresidente Álvaro Uribe, es acusado para ser llevado a juicio.
No lo es por la violencia a la que aparece durante años asociado, no lo es por un cúmulo de acusaciones que rondan de sus vínculos con el paramilitarismo, lo es por un delito si se quiere procesal, el de presuntamente haber incurrido en manipulación de algún o algunos testigos.
Con esto, casi se sabe de antemano, no pasará mucho en cuanto al proceso se refiere, ni pasará nada en cuanto a la verdad de todos los hechos de esta época. Pero seguirá pasando y cada vez con más fuerza, en cuanto al resentimiento político en el país, esa forma cíclica que va consiguiendo que aquí el acusado siempre termine por ser una víctima.
Ya es gastado recordar que Al Capone no terminó preso por los asesinatos que cometió. Lo fue tan solo por evadir impuestos.
Uribe será puesto y aprovechado para la próxima contienda presidencial como un mártir perseguido, perseguido por la izquierda se dirá, y eso dará réditos
Uribe, entonces, que no es llevado a juicio por ninguno de los hechos de la violencia a los que desde tanto tiempo atrás se le asocia (y quede claro que no afirmo que sea culpable o no), encarnará a una persona que en el ámbito político será puesto y aprovechado para la próxima contienda presidencial (porque aquí no termina una y empieza la otra) como un mártir perseguido, perseguido por la izquierda se dirá y eso dará réditos suficientes en el ámbito electoral.
Y la pregunta obligada es ¿Quién responde por la violencia Colombia? Y la respuesta más que obvia es ¡¡Nadie!! Nadie por ahora, así como en cerca de 80 años nadie respondió por el asesinato de Gaitán. Todos supieron quién fue, nadie supo quien terminó siendo.
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