En este país hay demasiada gente que, día a día, en la adversidad, sale adelante respetando la ley y a los demás. Empresarios, deportistas, artistas, académicos, gobernantes, militares y jueces se destacan por su perseverancia y su honradez. Es triste, por decir lo menos, que el comportamiento de algunos dirigentes arrastre a la sociedad a niveles de desconfianza sin precedentes.
La desconfianza es rampante. Es la peor plataforma para que nuestra sociedad pueda enfrentar los enormes retos que el mundo contamporáneo nos plantea.
“Piensa mal y acertarás” es una norma social de la cual muchos se sienten orgullosos. Los datos del estudio de ACDI VOCA (Revista Dinero, 20.2.2020) sobre confianza de los colombianos en las instituciones, por un lado, y entre sí, por otro, confirman que pensar mal de unas y desconfiar del prójimo son prácticas generalizadas. Se podría afirmar que, por estar la desconfianza tan internalizada en nuestros juicios, pagan justos por pecadores, que estamos juzgando mal por reflejo. Sin embargo, hay un encadenamiento de prácticas, evidentes a diario, que refuerzan la cultura de la desconfianza.
Existiendo tantos empresarios, pequeños, medianos y grandes que, literalmente, están creando valor en toda la geografía nacional, resulta difícil de entender que el 87% de los colombianos no confíe en ellos. La respuesta hay que buscarla en hechos que diseminan la desconfianza en todo el espectro: Odebrecht, Reficar, la manguala de algunos ávidos del dinero por “contratitis” con gobiernos locales en ese ciclo letal de la financiación de campañas y la recuperación sobrada de inversiones, y el soborno de funcionarios públicos; la intersección, que siempre aparece, de algunos “empresarios de bien” con el narco. Es, también, una de las explicaciones al bajísimo nivel de confianza que los gobiernos locales despiertan (10.6%).
Y, por supuesto, la impunidad. Yendo a épocas que parecen prehistóricas por la sucesión permanente de actos similares que nos hacen perder de vista los pasados, en 2017, fue capturado, por corrupción el fiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno. Así la mayoría de los fiscales sean honestos, lo de Moreno desafía y desmoraliza a cualquier sociedad.
Es probable con todo este cuento del Ñeñe, el más reciente escándalo, no ocurra finalmente nada. Así haya sido cierto lo que se dice, la Guajira no fue determinante en el éxito electoral de Duque (aunque la compra de votos es, obvio, ilegal, y deslegitima cualquier triunfo). Lo trágico consiste en que la Fiscalía haya engavetado el asunto y que solo por carambola la opinión pública supiera de él, por una parte, y que el occiso, el señor Ñeñe Hernández, haya sido llorado como prócer por próceres, miembro de sociedad y de familia honorable cuando, parece, sus actividades giraron alrededor de uno que otro delito grave, por otra.
Los medios de comunicación están mal: solo el 18% confia en ellos. Semana ha sido una excelente revista. Sin embargo, de forma emblemática, el espectáculo de hace algunas semanas entre una de sus afamadas periodistas y el jefe de prensa de la Casa de Nariño ilustra una manera de hacer periodismo que se ha venido aclimatando en importantes medios y que, por supuesto, tiene su eco en la griteria de las redes sociales. ¿Cuánto baja el nivel de confianza por cada bochorno de éstos? Hay, desde luego, otros hechos, particularmente los silencios de algunos medios sobre hechos que no consideran conveniente publicitar.
___________________________________________________________________________________________
El gobierno Duque no se ayuda. La reacción frente a la ONU por su informe; las matemáticas de una ministra que habló de “como chillan frente a la muerte de líderes sociales”, ilustran la decisión de vapulear la confianza
___________________________________________________________________________________________
¿El gobierno nacional? La verdad, no es culpa de Duque, ya que se trata de un proceso gradual de deterioro de los niveles de confianza. Sin embargo, solo para citar dos ejemplos recientes, el gobierno Duque no se ayuda. La reacción frente a la ONU por su informe; las matemáticas de una ministra que habló de “como chillan frente a la muerte de líderes sociales”, ilustran la decisión de vapulear la confianza hacia el mismo gobierno (10%).
El ejército viene en picada libre (62% desconfía). Tantos miembros de la fuerza pública que murieron o fueron heridos poniendo el pecho, tantos militares honrados, para que la institución, como lo ha mostrado Semana, sufra las consecuencias de los actos de un puñado de altos mandos que, por avidez, no respetan la institución.
¡Ah! Y las Iglesias: también bajan. Cada cual es libre de profesar su credo y de elegir sus orientadores. Pero la pederastia en el caso de la católica y el afán de lucro de algunos pastores han minado la confianza (53% no confía). Las evangélicas, tan activas en política, han perdido impulso en las campañas.
Grave lo que el estudio dice acerca de cómo el 78% de los colombianos desconfía de sus vecinos. Ahí pagan justos por pecadores. Desconfían los vecinos de nosotros y nosotros de ellos.
Desconfianza y corrupción van de la mano. Hay líderes empresariales, políticos, de los gobiernos nacional y locales, judiciales, sindicales, millones de ciudadanos que comprenden la gravedad de la desconfianza frente a las instituciones de parte de la ciudadanía. Deben movilizarse, unirse, para que haya una nueva norma social: “Piensa bien y acertarás”.