Valga primero la aclaración de que toca reconocer que dos razones dificultaron el manejo inicial y explican en buena parte el porqué de las medidas que se han tomado.
Por un lado, el desconocimiento de las características mismas de la pandemia; y por otro la presentación inicial que por esa misma razón hizo la Organización Mundial de la Salud. Estas produjeron que para curarse en salud se tratara la nueva enfermedad asumiendo los peores escenarios posibles. Esto adicionado a lo imprevisto y la falta de recursos y programas para enfrentar una situación como la que se presentó.
Lo anterior disminuye la responsabilidad por los errores cometidos, más no los desaparece. El señalarlos -y eventualmente reconocerlos- puede ayudar a mejorar las etapas que faltan.
- La lógica dice que para manejar un problema lo más elemental es buscar la información que corresponde al mismo. En este caso por un lado las características de la enfermedad, para lo cual se cuenta con la investigación mundial: hoy se sabe que si bien el contagio tiende al crecimiento exponencial previsto, la tasa de muertes es muchísimo inferior a lo que se temió. Se asume que se puede llegar a 6 millones de enfermos (van 1.500.000) o sea uno por mil habitantes; pero de esos entre confirmados y no detectados el 98 % se recuperan; es decir que de cada 100.000 habitantes solo dos mueren por coronavirus, y de esos uno por enfermedades previas que este solo agrava o acelera.
- Por otro lado, se requeriría la información de lo que estaba pasando en el país, y en este sentido fue muy desafortunada la afirmación del Ministro de Salud según la cual lo importante no son los tests o pruebas sino el lavarse las manos. Es cierta la dificultad para conseguir esos ‘kits’, pero fue grave que aparentemente ese enfoque fue la guía del gobierno.
- En cualquier caso de enfermedades contagiosas -más si tienen carácter de epidemia o pandemia- lo usual es confinar a los enfermos y no a los sanos. El aislamiento o cuarentena general no solo no es lo más conducente sino lo más difícil de implementar.
- Probablemente por las anteriores razones o motivados en una desconfianza hacia lo que llaman nuestra cultura, la política antipandémica se basó en motivaciones negativas y no positivas, en instaurar un régimen de terror por el miedo a las multas, a la cárcel etc. y no en el interés individual en protegerse. Esto propició una especie de competencia entre autoridades para mostrar cuál era más drástica en las medidas, y al mismo tiempo le dio a cada mandatario facultades discrecionales más allá de las necesarias. Institucionalizó además una fuente exponencial de corrupción pues es casi una ‘legítima defensa’ el intentar cambiar una desproporcionada y fácilmente injusta multa de casi un millón de pesos por una ‘mordida’.
- No se diferenció la cantidad de situaciones particulares que ameritaban tratamientos diversos. Lo que hoy se está rconociendo -que más de 900 municipios no están aún afectados y deben manejarse diferentemente- era obvio desde el principio.
- Desde el principio del contagio se supo que el efecto en la economía será tremendo y particularmente que en los aspectos de empleo será catastrófico. En ese sentido se hubieran debido tomar medidas teniendo esto en cuenta. No se conoció ninguna consideración al respecto, y se concentró mucho la atención solo en el problema de los efectos sobre la población pobre y vulnerable con medidas asistenciales, necesarias pero que no subsanaban las consecuencias de la inevitable crisis económica. Por eso -y aunque suene feo- los recursos destinados a los alivios asistenciales acaban siendo un estímulo o por lo menos una forma de mantener el desempleo.
- Ahora la forma de ‘abrir’ o liberar la actividad económica ha creado unos programas inmanejables y que además se han convertido en fuente de controversias y confrontaciones. Al igual que el error de encerrar a los sanos en vez de a los contagiados, se adelanta la reactivación decidiendo cuáles actividades pueden reanudarse y no estableciendo cuáles no se permiten. Lo que resultó es de un manejo absolutamente imposible pues ni con BiG Data se puede controlar la vida de la cantidad de excepciones (2.5 millones en Bogotá según la alcaldesa) y casos en el limbo (por lo menos otro tanto) que han escogido. (¿Cómo controlar si un niño en la calle está en su primera salida del día, o la segunda, o la tercera o si ya superó la media hora?) Más eficiente -en el sentido de más implementable- mantener en aislamiento los sitios o actividades que impliquen un riesgo de contagio masivo (discotecas, estadios, bares, cines o empresas que sin ser indispensables obligan contactos permanentes), cosa que seguramente sería casi igual de efectivo -es decir produciendo resultados bastante similares, sobre todo teniendo en cuenta que el propósito no es detener o acabar con el contagio (que se sabe que no se puede) sino sólo demorarlo-.
- Y por supuesto la ‘declaración de cariño’ hacia los ‘viejitos’ para someterlos al equivalente a la ‘casa por cárcel’, discriminando para sacrificarlos con el falso pretexto de protegerlos (cuando la verdadera motivación es la protección del resto de la población). Por algo ‘La rebelión de las canas’. Y por algo se considera que violan incluso los Derechos Humanos, llegando a que Alemania, Argentina, Francia corrigiesen esa aberración.