La Carta de Atenas es un manifiesto urbanístico redactado en el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), celebrado a bordo del barco Patris II en los meses de julio y agosto de 1933 en la ruta Marsella-Atenas-Marsella, siendo publicado hace 75 años (1943) por Le Corbusier.
Este congreso se convocó con el tema de: la ciudad funcional. En este congreso de la CIAM preponderó el criterio de Le Corbusier y del grupo de los arquitectos franceses, y se abandonó el liderazgo de los arquitectos alemanes que habían llevado las ideas de los anteriores congresos.
El IV Congreso admitió un hito en la planificación moderna, y en todos los aspectos que se relacionan con la arquitectura y el urbanismo. De él salió un documento fundamental en la trayectoria de los problemas arquitectónicos del siglo XX, la denominada Carta de Atenas.
Este IV congreso, bajo el tema de “la ciudad funcional”, se dedicó al examen de 33 ciudades; análisis que se realizó aplicando unos mismos criterios y una misma terminología que habían aportado los trabajos preparatorios de este congreso y surge un documento fundamental, la Carta de Atenas, en la que se desarrolló un concepto definido y limitado de la arquitectura y el urbanismo, una síntesis con carácter de vigencia y aplicación universal.
La Carta de Atenas, también conocida como carta de planificación de la ciudad, es una declaración urbanística donde se presentan 95 puntos para la planificación y la construcción de ciudades racionales, es decir, se propone la creación de una ciudad ordenada, conformando un modelo urbanístico progresista.
El documento sustituyó a los informes oficiales de anteriores congresos, fue editado en 1941 como anónimo, aunque su redacción se debió a Le Corbusier. Cabe decir que ahí se habla de los principales temas de la planificación moderna, como son los siguientes:
- Las disposiciones estéticas generales de la ciudad.
- La división de la ciudad debe realizarse en zonas funcionales bien delimitadas.
- Se establece la relación de la ciudad con su medio.
- La primera parte de la Carta de Atenas lleva por título La ciudad y la región, y en ella se especifica que la ciudad no es más que una parte de un conjunto económico, social y político más amplio que constituye la región.
- Se dan unas primeras ideas sobre medio ambiente y ciudad.
- Recoge el planteamiento de respetar en la construcción de edificios el carácter y la fisonomía de la ciudad.
- Se recomienda respetar y la protección del patrimonio.
Pues bien, la Carta de Atenas quedó articulada en 95 puntos, agrupados en tres secciones: generalidades; estado actual de la ciudades: críticas y remedios; y conclusiones: puntos doctrinales.
La primera reúne 8 puntos: el marco social y económico en el que se inscribe la ciudad y los factores que han de considerarse en su desarrollo. La segunda constituye el núcleo de la carta y en ella se exponen las conclusiones extraídas sobre el estudio realizado sobre 33 ciudades examinadas. Gracias a este análisis se identifican unos criterios que estructuraran la planificación de las cuatro funciones básicas: habitación, esparcimiento, trabajo y circulación. La carta termina, en su tercera parte, con las conclusiones que identifican la finalidad del urbanismo y el marco legal que hará posible esa acción del planeamiento.
Así mismo, en dicha carta se plantea y se propone la creación de una ciudad organizada y ordenada, donde se establece que se separen los lugares de residencia, de trabajo y de ocio de acuerdo a la densidad poblacional de la ciudad y el carácter de este, así pues, se establece que las edificaciones deben estar en zonas verdes y amplias, la conservación de los monumentos artísticos e históricos.
Las consecuencias fueron positivas a la larga porque influyeron en el diseño de nuevos barrios con más espacios verdes y muchos más acogedoras, así como la concepción de ciudades nuevas como Brasilia, que llevaron a efecto una de las premisas fundamentales de esta Carta de Atenas, la separación funcional entre zonas de ocio, residencia y trabajos de las ciudades.
En ella se estableció definitivamente el concepto de la zonificación, basado en la especialización de los sectores urbanos respecto a las funciones básicas del hombre: habitar, trabajar, descansar y circular.
Las conclusiones fundamentales fueron que las ciudades presentaban una imagen caótica y no respondían, de modo alguno, a su destino, que deberían consistir en satisfacer las necesidades primordiales, biológicas y psicológicas de su población. Con lo anterior se expone la idea de una ciudad ordenada, organizada en bloques que ayudarían a que la ciudad pueda llevar a cabo su función.