Imaginemos un relato en el que miembros del ejército de un país democrático le hacen promesas de trabajo a unos jóvenes y con esta excusa se los llevan en un largo viaje hasta una zona periférica. Cuando llegan los hacen vestir prendas militares y unas botas largas, luego les dicen que se alejen un poco y de inmediato les disparan con sus fusiles. Al otro día los medios de comunicación locales y nacionales reportan que las fuerzas militares “dieron de baja” a unos cuantos subversivos. Y así pasa una y otra vez hasta completar 6402 asesinatos.
Ahora imaginemos a un joven de unos veinte años y de condiciones mentales especiales, que vive al amparo de su madre en un barrio no muy lejos de la capital. Una mañana sale a caminar y no vuelve a casa para el almuerzo. Se lo han llevado en un viaje de horas y horas por entre algunos países de Colombia, pues alguien le prometió dinero si lo acompañaba. Pensemos en su pobre madre esperándolo aquella tarde y entrando en pánico al caer la noche. Acerquémonos a su dolor de todos esos días y a las miles de ideas que pasaron por su mente. A veces las madres exageran, pero en estos casos siempre ocurrió lo peor 6402 veces.
Su búsqueda y sus deseos de encontrarlo se estrellaban contra la negligencia e incluso contra la negativa de las autoridades. Y un mal día ella y tal vez otras 6402 madres vieron que en las noticias del mediodía el presidente de aquella época se ratificaba en sus calificativos contra sus hijos como delincuentes y guerrilleros.
Son historias escalofriantes. Se reporta el caso de un joven militar que recibió una licencia médica, se fue para su tierra natal y allí otros militares que estaban buscando “material para su negocio” no tuvieron más reparo y lo mataron. Este hombre fue sepultado en su propio pueblo en una “fosa común” y reportado como “guerrillero, dado de baja”.
Nos encontramos ante una de las más grandes tragedias recientes de un país sudamericano, y es la sombra que está sobre toda una generación. Aun así, hay quienes afirman que la sevicia con la que procedieron muchos miembros de las fuerzas militares está por debajo de la crueldad de los grupos al margen de la ley. Y puede que así sea, pero ocurre que no son equiparables los bandos, porque los demás actuaban fuera de la ley.
Estas acciones de las fuerzas militares se pueden definir como deplorables y no entendibles bajo ninguna justificación. Algunos de esos militares que no han soportado el peso de la evidencia y de su conciencia han ido reconociendo sus crímenes; son relatos que producen dolor y desconcierto. Lo que no se logra todavía es llegar a los altos mandos, tanto militares como políticos involucrados e interesados en que la tropa reportara día a día la mayor cantidad de bajas en combate. La ley estaba viciada, pero se había convertido en la norma. Tanto así que, incluso, cuando algunos militares se negaban a proceder con las ejecuciones se les pedía la baja en el servicio.
A esta hora, en un lugar del mundo y del tiempo, un joven se pregunta por qué está muriendo y por qué se está desangrando. Llama a su mamá... Años después ella lo sigue escuchando todas las noches y se hace la promesa de hacerle eterna justicia y de no permitirles que sobre su cuerpo impongan esta gran mentira.
* Autor del libro Desmurisiones, cuentos y relatos.