Quinientos líderes sociales han sido asesinados en Colombia en tres años. Un verdadero escándalo que a muchos en este país no les dice nada y a otros ni los inmuta y hasta lo justifican. “Es que eran guerrilleros vestidos de civil” dirán. Además, algunos no quieren dejar morir el tema de la guerrilla, pues es un necesario para seguir manipulando.
Por otro lado, quien diga si estos crímenes no tienen una sistematicidad es porque habita en otro planeta o es cómplice de esta aberrante y penosa práctica. Estamos ante un exterminio igual al aplicado a la Unión Patriótica en los años ochenta. Todos los asesinatos corresponden a un mismo patrón de comportamiento y van dirigidos a un mismo sector de clase. Todos son cometidos por “las fuerzas oscuras” que siempre han existido al servicio de una sola causa: mantener el desequilibrio en la posesión de la tierra. La tierra es el eje de todos los conflictos en el país y el narcotráfico su gasolina.
Ahora bien, el sofisma planteado por Luis Carlos Villegas, anterior ministro de Defensa, era que la causa de los asesinatos se originaba por "líos de faldas". Qué simpleza, qué elementalidad, qué torpeza. Lo anterior no es gratuito, obedece a una estrategia estatal para ocultar a los verdaderos autores de los crímenes. Fácilmente puede ser una política de Estado, es el clásico comportamiento de las élites que guardan connivencia con el delito para al final proteger sus privilegios.
El asesinato de los líderes sociales obedece a un mismo patrón sistemático establecido y su propósito es borrar del mapa a todo lo que les huela a izquierda, a todo lo que les huela a reclamantes de tierras, a todo lo que les huela a la Colombia Humana. Los asesinatos son un modelo sistemático de paramilitarismo aplicado a sectores sociales que de una u otra forma tratan de liberarse de la opresión y el yugo que ejerce un sistema inequitativo, desigual y protervo. En la práctica es para matizar lo que siempre ha existido: el cruel y demencial paramilitarismo, que hoy no se le llama así, sino que eufemísticamente le llaman bacrim.
Ahora el empresario, ministro de Defensa del actual gobierno, Guillermo Botero Jaramillo, nos dice que los que asesinan los líderes sociales son unos delincuentes. Parece que el rollizo empresario, que habló mal 8 años del proceso de paz, descubrió que el agua mojaba. Claro que son delincuentes, como son delincuentes todos aquellos empresarios que de una u otra manera auparon y cohonestaron con el paramilitarismo y hoy después de haberlos retirado de su obligatoria presentación a la Justicia Especial de Paz posan en la actualidad de ilustres señores.
Hoy, estos que asesinan líderes sociales, piensan tal vez equivocadamente o no que tienen gobierno, que el nuevo gobierno los arropará con su manto, que su identidad ideológica es igual a la del gobierno y con esto pueden obtener patente de corso para sus fines.
Los que asesinan a los líderes sociales actúan con el firme convencimiento equivocadamente o no de que con sus acciones complacen al patrón.
Entonces cada vez que cae un líder social lo justificarán diciendo: ¡Buen muerto!