Como un terrible presagio, la crisis sanitaria y económica vino precedida por una serie de eventos muy graves. A mediados del año pasado presenciamos el incendio de buena parte de la Amazonia, resultante de un proceso de deforestación perpetrado por décadas y estimulado por los requerimientos del mercado mundial.
A finales del año pasado y comienzos de este volvieron a golpearnos las imágenes de la devastación de Australia, también por cuenta de un fuego que parecía indoblegable. Un país/continente que alberga más de un millón de especies de animales y plantas, muchas de los cuales no se encuentran en otras partes. Son los efectos demoledores de la crisis climática en dos puntos distantes pero fundamentales para la preservación de la vida en el planeta.
Aunque como dicen los negacionistas estos desastres no son nuevos, sí se intensifican por doquier. Hoy se registran de nuevo incendios prolongados e incontenibles en la costa oeste de EEUU. Este año se agotaron los 21 nombres previstos para designar huracanes y tormentas tropicales, mientras cinco de ellos asolan simultáneamente al Caribe y al territorio estadounidense. Hay inundaciones más intensas en distintos puntos de Asia, África y América Latina.
La crisis climática ha sido señalada por expertos como el problema más grave de este siglo. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU presentó en el 2018 un informe alarmante, en donde señala que contamos con diez años para evitar un aumento de 1.5 grados en el calentamiento global.
Todos los días, en diferentes puntos, el planeta nos envía mensajes sobre las graves transformaciones que está sufriendo, desde los cambios de clima, que amenazan la producción de alimentos, hasta el aumento del nivel del mar y el riesgo de inundaciones catastróficas. Concluye el informe que para alcanzar el objetivo planteado habrá que hacer cambios rápidos de gran alcance en todos los aspectos de la sociedad.
En efecto, la crisis climática es consecuencia de un modelo de desarrollo depredador y excluyente, basado en la explotación sin límites de la naturaleza, exacerbado durante la época neoliberal. La enorme concentración del ingreso y las condiciones de penuria de la mayor parte de la población mundial son su resultado. Pero también lo son la pandemia y sus efectos sociales y políticos.
“Internacionalismo o extinción” es el título de la primera cumbre de la Internacional Progresista, realizada el pasado fin de semana. Es una iniciativa de un número importante y variado de dirigentes políticos, sociales e intelectuales del mundo entero. Su objetivo es coordinar la lucha contra los mayores desafíos planteados a la humanidad hoy: la supervivencia del planeta y de la especie, un modelo económico depredador y excluyente, y el avance del neofascismo y la destrucción de la democracia.
Son varias las voces que se expresaron en la cumbre. Yanis Varoufakis, exministro Finanzas del gobierno progresista de Grecia del 2015 y uno de los promotores centrales de la organización, señaló que dicha tarea requiere de un programa común, un plan de acciones contundentes y una organización global con una voz en el mundo.
La propuesta central es transformar la economía mediante un New deal verde planetario para superar los combustibles fósiles y combatir al mismo tiempo la desigualdad. Se requiere mayores impuestos para los más ricos y un incremento de la inversión pública y social, para que no sean los pueblos los que paguen la crisis con medidas de austeridad, como sucedió con el derrumbe financiero del 2008.
Para la periodista y activista canadiense Naomi Klein, no es posible volver a la normalidad del “bussiness as usual”, causante de la “crisis permanente”. Llama a aprender las lecciones de la pandemia y a la reparación en un mundo en donde todo está roto: la relación con la naturaleza, las relaciones colectivas, los lugares de cuidado, los sistemas de salud. Para ello se necesita "desacelerar" el modo de vida y reestablecer prioridades. Destaca la Importancia de defender la soberanía alimentaria y de profundizar la lucha contra el racismo, el supremacismo y la sociedad patriarcal.
De acuerdo con Noam Chomsky, Donald Trump, al frente de la extrema derecha mundial y de su agenda, ha profundizado tres grandes peligros: el incremento en las armas y la guerra, la destrucción del medio ambiente, incluido el fracking, y el afianzamiento del neofascismo. Por ello, su reelección tendría consecuencias todavía más funestas para el mundo entero.
América Latina estuvo también representada en este evento con los candidatos presidenciales de Bolivia, Luis Arce, y de Ecuador, Andrés Arauz. Ante la magnitud de los retos planteados, ambos hablaron de la necesidad de ganar las elecciones venideras en sus respectivos países para restaurar un proyecto democrático y progresista. Por su parte, Gustavo Petro llamó a la coordinación de un enorme esfuerzo de la humanidad para salvar la vida, evitando la sexta gran extinción, y a defender la democracia.
Sin duda, la agenda global planteada para las fuerzas progresistas es enorme y esperanzadora, como también lo son los desafíos que derivan de ella para Colombia.